¡Esas perdurables recomendaciones maternas!

- en Foro libre

Jorge E. Lara de la Fraga/ Espacio Ciudadano 

“Nuestra común naturaleza humana nos hace compartir    valores esenciales como libertad, fraternidad, respeto, igualdad y altruismo…”

Rememoro unas ideas de hace 8 años. En verdad la lectura del libro “La vida eterna”, del filósofo – escritor español Fernando Savater provoca inquietudes de diversa índole, bien porque versa sobre concepciones religiosas donde cada lector se ubica en su particular posición o también en razón del enfoque filosófico que le otorga a la temática misma. Siendo un neófito en la materia y sin querer meterme en honduras sólo pretendo externar algunas ideas sobre la necesidad de que todos los seres humanos debemos comportarnos a la altura de las circunstancias en el ámbito moral, más allá de las diversas posiciones idealistas y respetando a todos los seres que disienten o son denominados escépticos o materialistas – dialécticos.

conseDesde que era chico mi madre Guillermina me reiteraba que me portara bien, que no afectara con mi actitud o hechos a otras personas. Al preguntarle las razones de su recomendación – mientras observaba  que vecinos de mi edad eran terribles, malosos y procedían de manera inapropiada con sus compañeros – mi progenitora tranquilamente me enfatizaba que el buen comportamiento es reconocido y que el que actúa en tal sentido le irá bien en la vida o al menos no sembrará conflictos; en cambio el ser pernicioso, ventajoso, ofensivo e innoble, más temprano que tarde, recibirá su sanción, coscorrón o castigo.

Considero que todos anhelamos un mundo de fraternidad, donde tanto creyentes – de las diversas iglesias y variantes – como no creyentes, amalgamen pensamientos y sentimientos de mejoría general y de proyección humanitaria. Al respecto recuerdo al Papa Juan XXIII (El Papa Bueno), que en una de sus intervenciones en los años 60 preconizaba que podían convivir tanto cristianos como marxistas en derredor de proyectos positivos y de programas encomiables. Lo que enfrenta a los seres humanos son sus flaquezas morales, sus egoísmos y sus banalidades. Lo deseable es que como comunidad pensante retomemos el rumbo de la tolerancia y nos identifiquemos todos con civilidad  y con humildad. El homo sapiens  del siglo XXI es el mismo en todas partes, tanto en América como en el resto del orbe y todos estamos expuestos a los dictados de la madre naturaleza. Más que pensar en una existencia de ultratumba, bien valdría la pena que todos nos pusiéramos a reflexionar en el valor de la vida terrena, la que se desarrolla día a día ante nuestros ojos, a efecto de mejorarla para nuestros inmediatos y para nosotros mismos; asimilar que si unimos esfuerzos y propósitos, podemos tener un panorama diferente al actual en nuestro planeta.

Nadie debe pensar en un premio por portarse bien; hay que proceder con sentido ético en todo momento y con ello estaremos como personas y colectividad aportando algo extraordinario al momento que nos ha tocado vivir. Si tomamos como nuestros faros de conducta principios y valores reconocidos por todos, estaremos en el contexto de una existencia buena que nos redituará singulares dividendos. Así, la verdad, la bondad, la justicia, la lealtad, la tolerancia, la honestidad y la ecuanimidad tendrán el lugar que merecen y no se ameritará espantar o angustiar a los individuos para que se comporten de manera correcta, porque de no hacerlo – según las consejas – recibirán un terrible castigo y se incinerarán en los “apretados infiernos”. Soy de la idea de que esta época, de los avances tecnológicos y de los descubrimientos científicos, es propicia para vislumbrar la existencia con sentido optimista; no debemos ubicarnos en el pasado medieval ni para nada apoyarnos en las supersticiones y en los mitos; hay que ver hacia adelante y considerar a la ética valorativa como un buen respaldo para encarrilar el comportamiento humano.

Basta de hipocresías y de individualismos sin sentido; las circunstancias presentes demandan de los hombres y de las mujeres conductas honestas,  ofreciendo la cara a las situaciones complicadas y entendiendo que una sociedad envuelta en falsedades únicamente produce sujetos temerosos, acríticos y también fanáticos. Una madre a su hijo le recalcaba: “Es joven siempre el que no abdica de sus ideales, el que actúa con probidad, el que piensa en el semejante y el que sueña con mejores amaneceres…”

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