La Reforma Interrumpida y algo más/ El Cristalazo

- en Opinión

Una frase repetida hasta el hartazgo burlón en las redes sociales fue suficiente para abatir al ex Procurador de la República, Jesús Murillo Karam y confinarlo en una esquina del gabinete:
—“Ya me cansé”.
Hoy parece haber otros cansancios, pues ante la amenaza de los grupos cuya existencia depende de cancelar  la Reforma Educativa contra la cual se han manifestado de manera violenta y sistemática —con amagos de sabotaje electoral en esta fase, para regresar al mundo de antes (especialmente la CNTE con sus tentaculares grupos de “Ayotzinapos” y similares)—, se anuncia la suspensión de las evaluaciones para ingreso, promoción y permanencia, en la educación básica y media.

Jesús Murillo Karam ex procurador general
Jesús Murillo Karam ex procurador general

Eso significa una cosa: si la Reforma Educativa no está muerta y hasta ahora insepulta, sí está catatónica, congelada o en hibernación.
Esta insólita declaración de la Secretaría de Educación Pública se produce en medio de dos circunstancias notables.
La primera, el ya dicho amago de los radicales para impedir las elecciones en las zonas bajo su control (Guerrero, Michoacán, Oaxaca, etc.) y el ansiado ajuste en el gabinete presidencial previsto para pocos días después de las elecciones, sea cual sea su resultado.
El presidente —segundo aspecto—, necesita, según se advierte y espera, un refresco para actuar con menos presiones. Limpiar la casa le ayudaría. No sabemos si el cambio de hombres y responsabilidades le resuelva gobernar mejor o con mejor imagen, pero dejar las cosas como están seguramente no le favorece en nada.
El problema ahora, en especial en cuanto a esta inopinada pausa con aroma de claudicación definitiva en la aplicación del mecanismo esencial de la Reforma, es su inconexión con la reforma misma.
Es decir, ¿son estrictamente pedagógicos los motivos para suspenderla? Obviamente no. Las razones (o sin razones) son otras. Aquí los debemos hallar, en el reiterado tratamiento de “interlocutor válido” con el cual el gobierno ha negociado con los disidentes, cuyas exigencias han ido siendo satisfechas una tras otra.
Si la aplicación de la Reforma Educativa se convirtió en materia de negociación política, la negociación no halló otro rumbo: negociar es ceder. Y a veces conceder. Ese ámbito definió enteramente el futuro de las evaluaciones y por consiguiente de la capacidad reformista misma. Nada se resolvió con el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo.
Haber convertido esto en un “tour de force” entre el ala radical del magisterio disidente, su crecimiento y nutrición por parte de los demás grupos, la contaminación de todo el proceso, la claudicación de los gobiernos locales como en Guerrero y Oaxaca, hace de este un asunto de política mal resuelto, en el cual la suspensión de las evaluaciones (sin mecanismo imaginable para sustituirlas) es apenas una moneda más en la negociación.
En esas condiciones el gobierno ha caído en la vieja idea de Moctezuma: creer en la ganancia cuando se comienza colmando al de enfrente de dones y bienes.
Así se pierde hasta el penacho.
Sólo queda ahora saber si los platos rotos los va a pagar nada más Emilio Chuayffet.
Si las condiciones políticas le impidieron e impiden sacar adelante la responsabilidad básica para la cual lo llamaron al gobierno, él podrá decir, no he sido yo quien ha creado esas condiciones. Entonces sólo le quedará una puerta y dice: salida, por dignidad o por imposibilidad de seguir adelante.
Él sabrá escoger.
Esta suspensión por tiempo indefinido deja muchas cosas en la indefinición y el suspenso.
—¿De veras alguien cree en la reanudación de las evaluaciones una vez reducidas “temporalmente” las condiciones políticas logradas por los disidentes de una vez y para siempre? ¿Van a cambiar las exigencias de quien ya llega a la cancha con un cinco a cero en el primer partido?
Difícil de creer. El pacto de Mefisto se ha consumado.
Y ahora falta saber si el boicot electoral de veras se ha terminado. También es difícil de creer.
Esta actitud del gobierno –por otra parte—, contrasta con las acusaciones fáciles de los críticos de siempre. El autoritarismo, la regresión a la dictadura perfecta y esas zarandajas.
¿Un gobierno autoritario actuaría así?
LAGARTIJAS VERDES
—¿Ya viste a esa güerita?, le pregunté a un amigo en el corredor de la vieja y desaparecida Universidad Iberoamericana en Churubusco, hace ya más de 45 años.
—Sí, es la novia de Jaime Almeida, se llama Joan.
Jaime Almeida era entonces estudiante de la escuela de Ciencia y Técnicas de la Información y con Joan estuvo desde entonces, hasta anteayer, cuando un infarto, preciso como el rayo tropical, lo mató cerca del mar en Paraíso, Tabasco.
Visiblemente inteligente, con una mirada de chispas y un verbo fácil y sonriente; con enorme capacidad para ganarse la atención y a veces el aprecio instantáneo de sus interlocutores, combinaba la facilidad del gracejo, el chiste y la historia jocosa (narrada con acento chihuahuense), con una notable profundidad para el análisis de cualquier asunto o tema.
Exacto, filoso, absolutamente bilingüe y bicultural, dotado para la música, la guitarra y la canción (alguna vez tuvo una banda llamada “Las lagartijas verdes”); lector voraz, tenía una idea clara de su profesión:
—“Un día, como periodista  —me dijo—, decidí salirme del mundo de las noticias de sangre y guerra y crimen y todo el material político y repugnante de la información.
“Tu quédate con eso “miquín” (así me decía). Yo me decidí a vivir en la música, cerca de la belleza, la armonía”.
Y en ese mundo hizo muchas cosas muy notables.
Como reportero en asuntos de música y cultura popular, quizá la mayor fue hallar el acta de nacimiento de Agustín Lara y echar por tierra la leyenda del “músico poeta” (frase nueva) de Tlacotalpan.
Lo hizo cuando Lara agonizaba en el Hospital ABC de Tacubaya y Joaquín López Dóriga con un camarógrafo audaz (Ángel Cabrera) filmaba, desde un edificio frontero en construcción, las últimas imágenes del moribundo a través de una ventana indiscreta. Otro asunto notable en su carrera —entre decenas más—, fue impulsar a un niño cantante a quien hoy todo mundo conoce como Luis Miguel.
Almeida tuvo, además, una memorable incursión en el sector público.
Cercano al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez lo acompañó en su paso por la secretaría de Prensa y Propaganda del PRI y después en la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, cuando se intentaba redefinir la nueva geografía de México.
Almeida tuvo la habilidad de acercarse a hombres de talento. Además de Ramírez Vásquez nutrió su juventud con la tutela de Jacobo Zabludovsky, con quien tuvo ocasión de materializar su creatividad; pero la confianza de Emilio Azcárraga Milmo lo impulsó hasta la dirección de cinco estaciones, ente ellas la catedralicia XEW y discos América, entre otras responsabilidades.
Descanse en paz y ojalá escuche por la eternidad la silenciosa música del universo.
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