Enya, la reina irlandesa del new age, lanza disco tras siete años de ausencia

enya-dark-sky-islandPor Nick Duerden, The Independent/

Londres. Sentado frente a Enya en el hotel Dorchester, le comento que ella es un genuino enigma. Por mucho que uno lea sobre la llamada reina de la música new age –canta en inglés, latín y gaélico, como si siempre estuviera en mitad de un ensueño venturoso–, ella continúa envuelta en misterio. ¿Tal vez, pregunto, es eso lo que prefiere?

La sonrisa que esperaba nunca llega; desde abajo de su negra cabellera me examina con ojos de Bambi. Nunca he buscado ser un enigma, responde. Sólo he tratado de ser independiente.

En persona es como un ave, elegante en un sencillo vestido blanco, con discreta joyería en las muñecas y varios de los dedos. Parece más joven que sus 54 años y, pese al lujo del entorno –el Dorchester es frecuentado por la gente más rica del planeta–, no tiene el aspecto de una superestrella. Pero lo es: en una carrera que abarca ya cuatro décadas, Enya ha vendido sin hacer ruido 75 millones de álbumes. “Me asombra lo fieles que han sido mis fans –comenta–, sobre todo por lo lenta que soy como compositora.”

Desde Watermark, que contenía el éxito mundial Orinoco Flow –una rebanada de ambrosía musical, vaporosa como telaraña, cuyas ondulaciones han reverberado desde entonces en la música para meditar que se transmite en sitios públicos–, ha dado a conocer sólo siete álbumes. La suya es la voz más pura del lado de acá de los ángeles, pero Enya cuenta con una clara ventaja sobre ellos: existe. Cada álbum ha tenido ventas notables, pese a la escasa promoción y a su curiosa negativa a hacer giras.

Atractivo que cruza generaciones

Por ejemplo, su álbum A Day Without Rain, de 2000, que no apareció en ninguna encuesta de la crítica entre los mejores del año, vendió 16 millones de copias alrededor del mundo. Ha pasado mucho tiempo desde que U2 vendió 16 millones de álbumes.

Me dicen que tengo un atractivo que cruza generaciones, comenta, “y que personas a las que le gustó Orinoco Flow ahora tocan mi música a sus hijos. He sido muy afortunada.”

Su nuevo álbum, Dark Sky Island, es el primero en siete años. Como todo lo que ha hecho antes, se reconoce de inmediato como obra de las tres personas que siempre se han conjuntado para hacer de ella lo que es: el productor Nicky Ryan; la letrista Roma, esposa de este, y la propia Enya, que escribe toda la música, interpreta las canciones y dirige el proyecto.

El material que crean es música para catedrales, para sesiones de yoga. Es un baño de burbujas para el aura, sereno y celestial. «Oh, pero siempre siento que hago algo por completo diferente con cada álbum», afirma, y revela que es fan de Green Day y P Diddy y que tiene influencia de ambos. Asegura que varias de las nuevas canciones tienen un beat más pronunciado e incluso influencia del hip-hop. Yo no la detecto, pero tal vez sí expresa más emoción cruda en esta grabación que en las precedentes. Por lo menos Even in the Shadows es sin duda un lamento por el amor perdido. «Me pregunto por qué el amor terminó, por qué no está para siempre», canta. «Ah», dice. «En esa canción me expongo. Es un tema de congoja. Nunca había hecho una.»

Algo que contribuye al enigma de Enya es que vive sola, y al parecer siempre ha sido así. Su hogar es un gran castillo a las afueras de Dublín. Nunca se ha casado ni tiene hijos.

Soy soltera, sí, pero, como sugiere la canción, ha habido… relaciones. Es muy difícil que alguien acepte… bueno, no que sea secundario a la música, pero sí que necesito un espacio para ella. E incluso si la persona lo entiende al principio, existen ciertos celos hacia la música después de un tiempo. Suspira. Es difícil.

Enya, cuyo nombre original era Eithne Ní Bhraonáin, nació en Irlanda en 1961 y tuvo ocho hermanos. A los 19 años se unió por un tiempo a la banda de la familia, Clannad, que gozaba de éxito mundial con música de naturaleza claramente soporífera. Pero unos años después se marchó con los Ryan y no ha vuelto a mirar atrás. Con ellos llegó a multimillonaria antes de su trigésimo cumpleaños, y desde entonces han mantenido su conjunto musical.

Ella y la música lo necesitaban

El hiato de siete años entre su álbum anterior, And Winter Came, de 2008, y Dark Sky Island se produjo porque ella y la música lo necesitaban. Adquirió una casa en el sur de Francia y se dedicó a arreglarla y a viajar a Australia para visitar a parientes. Pasó el resto del tiempo entre los muros de su castillo.

Adquirió esa propiedad en 1997. Está junto a la casa de Bono, y es más grande en todos sentidos. Incluso tal vez esté mejor fortificada, y con justa razón, porque Enya atrae acosadores.

Ha habido varios incidentes perturbadores: un fan italiano que rondaba el perímetro haciéndose heridas, y dos ocasiones en que admiradores penetraron las murallas. Se dice que ha instalado un cuarto de pánico para el caso de nuevas incursiones.

Ha sido traumático, confiesa. Recibo cartas de personas que dicen que vienen a verme. Las comprendo porque sé que están perturbadas. Se inclinan por mi música o por mí, por otras razones. Necesitan ayuda. Apenas la semana pasada recibió la carta más reciente. La policía investiga.

Tal vez esa sea en parte la razón por la que no hace giras y mantiene al mínimo su vida pública, como una reclusa al parecer contenta con hacer música perfecta para las posturas de yoga. Le pregunto si ha tomado clases de yoga y si usa sus canciones para acompañarlas. Sonríe. No hago yoga, pero sí pilates. Clases no: tengo un instructor. Lo hago en la privacidad de mi hogar.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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