El plagio y otras pifias. La necesidad de “cerrar filas”/ Matices

Enrique Peña Nieto su actuación sin defensa
A partir de hoy no permitiremos un solo agravio más al señor Presidente de la República; cada ofensa recibida tendrá respuesta […] Cuenta usted, señor Presidente, con un ejército de aliados leales. Cada uno seremos difusores de sus propósitos y logros. Y juntos asumiremos también los costos. Usted no está solo.
(Carolina Monroy del Mazo, secretaria general del PRI, 20 de agosto de 2016)
 El nivel de aprobación de la presidencia de Enrique Peña Nieto sigue en picada. De acuerdo a reciente medición, el inquilino de Los Pinos es aprobado por apenas un 23% de la población. Cuando el dato se compara con el 42% que tenía en diciembre de 2012, al asumir el cargo, o con el 50% de aprobación que alcanzó en abril de 2013, queda claro que las cosas le pintan mal, muy mal. Por ello, en la cúpula del poder hay preocupación.
No es necesario “cerrar filas” en torno al presidente para defenderlo. La cosa no va por ahí. Para revertir la tendencia negativa que tanto preocupa a los beneficiados del sistema, la receta es simple: Que el gobierno y sus socios hagan que las cosas cambien para bien de todos los mexicanos y no solamente de ellos. Sin embargo, las evidencias dicen todo lo contrario. En la estructura gubernamental, los funcionarios parecen no comprender que la mejor manera de apoyar al jefe, y justificar su encargo, es cumpliendo con su deber, por cuyo desempeño se les paga, y mucho.
En el gabinete, cada “colaborador” se ocupa más en salir lo menos “quemado” que sea posible de la decadente administración, y alistarse para la que viene, donde buscará seguir prendido al erario. Día tras día, por cuidarse las espaldas y buscar que el supuesto adversario para “la grande” tropiece, los ocupantes de carteras como las de Hacienda, Gobernación, o Educación (qué decir de los impresentables de Energía, SCT, Semarnat, etc.) demuestran su inutilidad para cumplir con mínimo decoro sus responsabilidades. Lo cierto es que todos saben que, continuando en sus cargos, pronto serán cadáveres políticos (o de plano ya lo son). Los suspirantes al 2018 gustosos aceptarían moverse a una posición discreta, que les saque de los reflectores de su evidente ineptitud, y así tener mayor oportunidad de verse reflejados en la boleta. Saben que ya no sirven a su jefe, pero eso poco les importa; lo único que cuenta es su futuro.
La pregunta es, ¿por qué no se van? Queda claro que no es porque sean imprescindibles. Quien puede removerlos es, precisamente, aquel a quien dañan; quien hoy tiene el nivel de aprobación más bajo de todos los presidentes recientes. Pero éste no toma la decisión… ¿por qué no lo hace? ¿Por qué ni siquiera quiso remover al fardo enamorado, Alfredo Castillo, de la CONADE? Parece que Peña Nieto carece de la mínima sensibilidad acerca de la ruina política en que se encuentra y la desgracia en que está dejando al país al haberse hecho rodear de amigos solamente y no de funcionarios capaces. Si la fórmula hubiese sido distinta, seguramente una gestión alternativa hubiera aportado otras noticias, inclusive habría soterrado la noticia de las limitaciones intelectuales del presidente. Pero no ha sido así. La soberbia, mezclada con grandes dosis de ignorancia, una incomprensible lealtad hacia “amigos” en la administración, y ataduras con los poderes fácticos, debilitan cada vez más la penosa administración peñista. Y con ello, el país se va al despeñadero.
El presidente ha sido insensible a su debacle política tanto como a sus conflictos de intereses, la Casa Blanca y el inmueble de Miami. O en relación a temas de su vida profesional, como el que recientemente dio a conocer Carmen Aristegui y su equipo de investigación, referente al plagio en que incurrió al “escribir” su tesis de licenciatura en la Universidad Panamericana. Por soberbia, ignorancia, falta de tacto, o por todo junto, el señor de Los Pinos no se ha atrevido a mencionar el asunto; lo ha dejado en las peores manos: las de sus “colaboradores”. “Errores de estilo” dijo su vocero; “tema irrelevante”, arguyó otro desde la Secretaría de Educación; “una frivolidad”, espetó uno más desde Sedesol. Mientras, el primer priísta se ha mantenido oculto… así ha sido su gestión. Por cierto, con su “resolución” de que el plagio cometido consummatum est, la Panamericana dio al traste con su “prestigio”. Ahora, muchos le denominan Patoamericana… eso sí, quedó muy bien con el presidente.
¿Hay alguien que apoye al mandatario de manera más contundente? Sí. La secretaria general del PRI, Carolina Monroy del Mazo expresó un “ya basta” a quienes le atacan, en los términos consignados al inicio. También, la titular de la Sedatu, Rosario Robles Berlanga quien, de manera un tanto rebuscada, dijo algo que pareció dirigirse a un punto cuando en realidad iba para otro. El día 23, al defender (supuestamente) a otro impresentable, César Duarte, desgobernador de Chihuahua, Robles acotó; “Las tormentas van y vienen, los periódicos se hicieron para matar moscas y limpiar vidrios”.
¿Realmente Robles defendía a Duarte? No lo creo, pues el presidente no lo hace ya. Más bien, defendía a su mismísimo jefe, de cara al vapuleo en medios por el plagio cometido en la patoamericana.
Tal vez, la titular de Sedatu tiene aún presente aquel espaldarazo que recibió de su patrón en abril de 2013, cuando el PAN la acusaba de utilizar su encargo (a la sazón, en Sedesol) para favorecer al PRI en las elecciones de Veracruz. Entonces, el jefe le confió, “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar porque [tenemos] una tarea comprometida con los mexicanos, que es acabar con el hambre”…  Favor con favor se paga, y parece que con un, “no te preocupes, Enrique, hay que aguantar… ya falta menos para que te vayas”, Doña Rosario se ve enfilada para gobernar la Ciudad de México en 2018.
Para terminar su administración con al menos ese 23% (que no baje otro tanto será ganancia), Peña Nieto necesita más que salivazos de colaboradores zalameros, propaganda favorable en medios, y ocultamiento mañoso de la realidad que se infiltra en su desquebrajado gobierno. Ante la ola de inagotables yerros, la prescripción es, insisto, simple: que el gobierno y sus socios cambien las cosas para beneficio de todos, no solamente de ellos. Dado que la generación de ideas propias no es característica inherente a su persona, no me incomodaría que hiciera suya esta receta; sólo le pediría que pase del discurso a la práctica. Aún hay tiempo para enderezar la nave.

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