Un Muro, un gran, gran Muro.

Convertirán los muros de metal en muros de cemento...
Parte 1/Matices
 1- En resumen, haré varias cosas muy rápidamente […] Construiré un gran muro. Y nadie hace muros mejor que yo, créanme. Lo construiremos de manera muy económica. Construiré un gran, gran muro en nuestra frontera sur; y haré que México pague por ese muro. Subrayen mis palabras.
2- Vamos a tener fronteras fuertes, increíbles. Y la gente va a venir a nuestro país, pero van a venir a nuestro país legalmente. Van a venir legalmente. Vamos a construir un muro. Va a ser construido. Nos es siquiera, créanlo o no, no es siquiera algo difícil de hacer. [El problema de las drogas] vamos a terminarlo, y vamos a terminarlo en la frontera sur. Se va a terminar.
(Donald Trump: 1- en el anuncio de su candidatura, junio de 2015. / 2- arenga a sus seguidores en la carrera por la nominación republicana. New Hampshire, febrero de 2016).
El martes 7 de noviembre, se llevó a cabo la jornada de elección presidencial en Estados Unidos. Si bien hubo varios contendientes, la verdadera lucha se dio entre los abanderados de los dos partidos importantes, el Demócrata y el Republicano. Por el primero, la candidata fue la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, mientras que por el segundo, el empresario Donald Trump.
¿Alguien ganó?
En conteo actualizado a la tarde del lunes 14 de noviembre (las cifras siguen cambiando), Clinton había obtenido 61, 047,207 votos, lo que representa el 50.3 % de la contabilidad, mientras que Trump tenía en la bolsa 60, 375,961, es decir, el 49.7 %. Como se observa, la mayoría elige a Clinton como su presidenta para el período 2017-2020, derrotando por apretado margen al republicano. Sin embargo, la mala noticia para esa mayoría es que los ciudadanos del vecino del norte no son quienes tienen la última palabra. Para ese país, que se precia de ser ejemplo de democracia (de nuestras viejas lecciones, Demos= pueblo; Kratos= gobierno o poder), el sufragio ciudadano, o “voto popular”, es apenas una parte del proceso. Siguen los “votos electorales” que representan los distintos colegios de los 50 estados y el Distrito de Columbia; y en este paso, Trump ha obtenido 290 (bien arriba del número requerido de 270, que consiguió desde la noche del martes 7), contra 232 que hoy tiene Clinton.
La consecuencia ya la sabe el mundo: el republicano será el presidente número 45 de Estados Unidos. Salvo (y eso es algo que hace abrigar esperanzas a varios millones de primos inconformes) que el Colegio Electoral, en otra fase del intrincado proceso, decida algo distinto cuando formalice su voto, el 19 de diciembre, que no sería mas que respetar el sufragio de la mayoría y declarar presidenta a Hillary Clinton. Por vía de la plataforma change.org, alrededor de 3.5.millones de estadounidenses han firmado petición al Colegio de que declare a la señora Clinton presidenta por haber obtenido la mayoría de las preferencias ciudadanas. Sin embargo, esto último se ve poco probable… aunque las protestas siguen y suben de tono.
Nervios en el sur
El miércoles 8, luego de pasar desvelo en compañía de sus colaboradores (por estar pendiente de la jornada electoral estadounidense), el presidente de México, Enrique Peña Nieto convocó a rueda de prensa en la residencia oficial de Los Pinos. Afirmó haber llamado a Trump para felicitarlo, y que acordaron reunirse «preferentemente» durante el período de transición, esto es, antes de que asuma el cargo el 20 de enero, “para definir con toda claridad el rumbo que habrá de tomar la relación entre ambos países». Aseveró también que, «se abre un nuevo capítulo en la relación de México y Estados Unidos que implica un cambio, un reto, pero también una gran oportunidad».
Tales fueron las primeras reacciones de un jefe de Estado de cara al triunfo de quien en campaña –él lo sabe bien –, llamó a los mexicanos «violadores» y «criminales»; y de quien, como se lee al inicio, tiene el firme propósito de construir un muro en la frontera entre ambos países y hacer que México pague por él. Vale, entonces, preguntar, ¿a qué “gran oportunidad” se refiere?; y, en su reunión con Trump, ¿qué va a definir “con toda claridad” sobre la relación bilateral?
En redes sociales circulan por docenas los famosos “memes” que ilustran las “grandes oportunidades” que traerá para los mexicanos la era Trumpiana. Desde nuevos requisitos para obtener la famosa Visa (cada solicitante debe aportar bultos de cemento, tabique, varilla, palas, etcétera… para el muro, claro), hasta opciones laborales en las que somos altamente competentes (maestro albañil, media cuchara, chalán, etcétera… para lo de la barda, ciertamente). Tal vez esa sea la gran oportunidad de la que habla el presidente: chamba para los paisanos en la línea fronteriza. Y posiblemente, en la reunión con ese personaje, podrán definir “con toda claridad” por dónde se trazará… quizás, como muestra del gran corazón que nos caracteriza, y la siempre buena diplomacia, regalemos al amigo Donald otros kilómetros cuadrados de la patria… ¡Puf!
¿Visionarios o visiones?
Luego de la visita de Trump, en agosto pasado, a invitación expresa de Peña y su gran amigo, el ex-secretario de Hacienda, Luís Videgaray, y a raíz del resultado del martes 7, hay quien, como el panista Vicente Fox, asegura que esa dupla “le atinó”, que fue “visionaria” al traer al empresario a vomitar en nuestro suelo. Inclusive, hay quienes, en el círculo cercano del Señor de Malinalco, ya lo ven de regreso a los primeros planos del poder federal, gracias a su gran perspectiva; no como secretario de Hacienda, pero sí en un puesto relevante, con miras al 2018. Se comenta que, por lo pronto, sigue ocupado en los preparativos electorales del 2017 en el Estado de México.
Hemos de recordar a esos personajes y grupos, que la hospitalidad peñista no sirvió siquiera para que el racista cambiara su discurso de odio. Todo lo contrario, a su regreso, en alocución en Arizona, arreció su arenga anti-mexicana. Más bien, por lo tanto, hay que recordar a los aduladores del dúo Peña-Videgaray que, como apuntan algunos analistas, la invitación fue oportunísima para fortalecer la candidatura del empresario y acarrear indecisos a su favor. En tal suerte, por más que se justifiquen las tibias y sumisas reacciones peñanietistas ante las agresiones de Trump, sea por razón de la “alta diplomacia” que caracteriza a este gobierno (¡ajá!), o porque se esté frente al próximo gobernante del país más poderoso, las muestras de firmeza y dignidad no pueden admitir matices de vulnerabilidad y zalamería, mucho menos cobardía. Y a propósito de cobardía, resulta que el señor Fox acaba de pedir perdón a su ilustrísima, Donald, por haber proferido groserías en su contra, cuando en algún momento se atrevió a opinar sobre su proyectada barda. Sí, ni más ni menos; ese es el nivel de las visiones de gobernantes que ha tenido y tiene nuestra lastimada patria.
Un primer gran, gran muro
Concluyo con palabras de pretendido aliento para quienes se preocupan por la mentada muralla. El presidente electo estadounidense tiene por delante una primera tarea, enorme diría yo: echar abajo el muro de odio, incomprensión y violencia que se encargó de construir en su mismísima tierra a lo largo de la campaña. Con sus peroratas, abrió las heridas, destapó las cloacas, de una sociedad que se fue formando en la diversidad; en una pluralidad que, para muchos (millones, según constatamos), significa el peor de sus males. Mr. Trump tendrá que ocuparse de eso primero. De lo otro, después.

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