De Ronald a Donald; viaje al pasado/ El Cristalazo

Henry Kissinger
- en Opinión

Entre algunas cosas preocupantes, más allá de las explosiones de pirotecnia en San Pablito o los petardos en oficinas de la Comisión Federal de Electricidad,  cuyos humos nublaron la Nochebuena de Narvarte, deberíamos considerar seriamente la forma como ha abordado el armamentismo atómico el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump.

Recordemos: “(América necesita) reforzar y expandir enormemente su capacidad nuclear hasta que el mundo entre en razón respecto a las armas nucleares”.

Nadie en su sano juicio entiende el significado de esa sentencia (en ambos sentido, como dictamen final de un proceso o frase apodíctica), pero meter al mundo a un estado razonable en relación con el estímulo del armamentismo es lo menos razonable posible.

Y aquí vale la pena una digresión: ¿cuál parte del mundo debe entrar en razón con respecto del armamentismo atómico? ¿Los países sin estas armas o Israel, Pakistán, Corea del Norte, Francia, Inglaterra, China, Francia, Estados Unidos, India  y Rusia?

Ellos no son el mundo. Hay millones de personas más, ajenas a esta tecnología militar destructiva y amenazante.

El proceso de la Guerra Fría, terminado en tiempo de Gorbachov y Reagan, no fue sólo una derrota política con cuyo epitafio se hundió la Unión Soviética. Fue además la exhibición de un modelo económico fallido y un progresivo desmantelamiento de los arsenales nucleares.

A fin de cuentas, Reagan no hizo sino reafirmar lo dicho por Truman en aquella carta a Stalin de todos conocida.

“…hay sólidas pruebas de que los Estados Unidos (decía el único hombre cuyo dedo tiró del gatillo atómico), cuando podrían haber dominado el mundo sin ningún  riesgo, no hicieron el menor esfuerzo en ese sentido…”.

Como explica claramente Henry Kissinger:

“La Guerra Fría había empezado había empezado en una época en la que los estados unidos estaban esperando una época de paz.

“Y la Guerra Fría terminó  en un momento en que los Estados Unidos estaban preparándose para una Nueva época de conflicto prolongado.

“El imperio soviético se desplomó aun más súbitamente de como se había salido de sus fronteras; con no menos presteza, los Estados Unidos invirtieron su actitud con respecto a Rusia, pasando en cuestión de meses de la hostilidad a la amistad”.

Pero posiblemente el señor Trump no sepa historia. Ni siquiera la de su país, pues cuando habla de reforzar y expandir enormemente su capacidad nuclear, desdeña por igual la presencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. ¿Cómo se relacionan estas dos cosas? Muy fácil. Vuelvo a Kissinger:

“…La decisión de la OTAN de emplazar en toda Europa cohetes de alcance intermedio (2,400 km) venía ya del gobierno de Carter, su propósito era calmar la indignación del canciller de la Alemania Occidental, Helmut Schmidt, cuando los norteamericanos cancelaron unilateralmente la llamada Bomba de Neutrones –destinada a hacer menos destructiva una guerra nuclear–, que Schmidt había apoyado pasando por sobre la oposición de su propio partido Social Demócrata

“En realidad las armas de alcance intermedio  (cohetes parcialmente balísticos, cohetes crucero parcialmente lanzados desde tierra) fueron diseñados para otro tipo de misión; contrarrestar el gran número de cohetes soviéticos (los SS-20) que desde lo más profundo del territorio soviético eran capaces de llegar  a blancos en toda Europa”.

¿Cómo piensa Trump repoblar la presencia nuclear sin la OTAN? Ésa es una pregunta para los especialistas en cuestiones militares y de emplazamientos bélicos.

Pero la experiencia suele ser una buena consejera, así sea la experiencia ajena. Quien sabe si alguien le haya podido hacer llegar a Trump estas frases de Ronald Reagan (de Ronald a Donald):

“…Nadie podía ‘ganar’ una guerra nuclear. Y sin  embargo mientras haya en existencia armas nucleares, siempre habrá el riesgo de que se utilicen, y una vez disparada la primera de ellas, ¿quién sabe dónde terminaría todo?

“Mi sueño entones se volvió un  mundo libre de armas nucleares.

“…No puedo creer que este mundo pueda ir más allá de nuestra generación y a lo largo de siguientes generaciones con este tipo de armas en ambos lados apuntando unas contra otras , sin que, algún día, un loco o un maniático o un accidente, desencadena el tipo de guerra que será el fin de todos nosotros”.

El accidente no puede ser previsto. Dejaría de ocurrir y ya no se hablaría de él.

Pero el loco o el maniático temido por Ronald Reagan parece estar llegando a las puertas de Pennsylvania 1600 en la hermosa ciudad de Washington, D.C.
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