El microbio desafió al elefante

Pancho Villa se atrevió a desafiar a Estado Unidos, pero no vemos en el gabinete presidencial uno con esos tamañotes..
- en Opinión

Eileen Welsome ganó en 1994 el Premio Pulitzer por un vasto ensayo histórico llamado: “El general y el Jaguar” cuya investigación explica la célebre y fracasada expedición “punitiva”, con la cual el gobierno de los Estados Unidos desplegó un ejército entero para castigar a Francisco Villa (y por ende al país) por la incursión contra Columbus, Nuevo México, en la cual murieron cerca de cincuenta “gringos” y un poblacho fronterizo ardió en largas llamaradas, mientras los villistas enloquecidos buscaban a un tramposo vendedor de armas llamado Samuel Ravel, quien había vendido parque defectuoso a la “División del Norte”.

Los Estados Unidos, cuyo presidente, en aquel tiempo Woodrow Wilson, se desbarataba de ira por el atrevimiento del “bandolero divino” (como lo llamaba el poeta José Santos Chocano), y disponía —sin declaración bélica formal—, una invasión a México; aún cuentan esa incursión como la más grave (y única) incursión armada contra su territorio, explicada como el microbio contra el elefante. Y ganó el microbio.

La “Punitiva”, como se le conoció (dice la ya citada Eileen Welsome), fue algo nunca antes visto, pues por primera vez en la historia militar del mundo, junto con la caballería, se desplegaron aviones, tanques y transportes pesados contra el enemigo. Once meses fueron suficientes para fracasar. Nunca atraparon a Villa.

La expedición pasó a la historia como un fiasco, pero eso no impidió el ascenso de dos tenientes cuyas carreras comenzaron precisamente ahí, en esa acción de guerra: Dwight D. Eisenhower, quien años más tarde dirigiría el desembarco aliado en Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial (la más grande operación militar de ese tipo en la historia), y llegaría después a la Casa Blanca, envuelto en los aromas de la victoria, y George Patton, cuyo explosivo temperamento fue contenido casi a las puertas de Moscú, tras la defensa de Stalingrado.

Leo además a Friedrich Katz y a Taibo II y encuentro datos reveladores. Importantes quizá ahora, cuando otra punición se prepara contra México.

En los días actuales, el militarismo americano, tan presente en nuestra historia, no se presenta ni con aeroplanos artillados (para eso hemos cedido soberanía fronteriza con el vuelo cotidiano de drones silenciosos y decenas de satélites espías, cuyos ojos nos vigilan), sino con una fortificación proyectada para cercar los tres mil kilómetros de la línea divisoria.

Si Pershing tuvo bajo su mando a cuatro mil ochocientos hombres, cuyo movimiento necesitaba 23 toneladas de alimentos cada semana; 40 toneladas de combustibles y 70 de forraje, Donald Trump sólo necesita 140 caracteres y una activísima cuenta de Twitter para sacudir México más allá de la frontera.

Como sea, la Segunda Expedición Punitiva ha comenzado y al frente de ella se presenta el mariscal Trump.

Y si la primera incursión fue con el pretexto de castigar (esta vez por parte de Villa) a un comerciante fullero cuya estratagema fue venderle a Pancho las municiones confiscadas por el propio gobierno americano a Victoriano Huerta (a quien asesinarían con una inyección letal en el Fort Bliss, una vez cumplida su misión de golpear al Estado y matar a Madero); la segunda es —sin duda— la embestida furiosa contra el comercio, las inversiones foráneas y los movimientos migratorios.

Pero si Pershing necesitaba mover cada semana, para una columna de 4 mil 800 hombres, 23 toneladas de raciones, misceláneos y ropa; 40 toneladas de combustible y 70 toneladas de forraje para los caballos; Donald Trump solo necesita un teléfono móvil de 200 dólares, una cuenta de Twitter y 140 caracteres para sacudir la economía mexicana o al menos el precio del dólar.

En esta crónica, cuyo título se le podría pedir prestado a John Reed para escribir “Los 140 caracteres que conmovieron al mundo”, Donald Trump ha iniciado, con criterio militar, la fortificación del territorio fronterizo americano, con una muralla, baluarte o muro defensivo o como se le quiera llamar, de tres mil kilómetros de largo, cosa tampoco vista antes, como no lo habían sido los aviones amarillos contra Pancho Villa, quien los miraba pasar por encima de su cabeza, escondido en la cueva de Santa Ana.

Como una fiera herida dentro del cubil, (una bala le había lastimado la rodilla izquierda) Pancho Villa soñaba con la muerte y en su delirio había ordenado la incineración de su cadáver, antes de sufrir la humillación de una captura.

“…sus dos custodios le hacían a Pancho curaciones con pencas de nopal. La herida, sin duda, estaba infectada. Villa comenzó a alucinar por la alta fiebre. En un momento de lucidez, pensando que iba a morir, hizo jurar a sus compañeros que si fallecía, quemarían su cadáver para que sus enemigos, nunca lo pudieran encontrar, no pudieran mostrarlo y nadie dijera que lo pudo atrapar (PIT).”

Y así fue. Nunca lo atraparon. Lo emboscaron, lo cosieron a tiros una mañana en Parral (ocho años después) y ya muerto le cortaron la cabeza, pero una cosa es asesinar y otra capturar. Sólo muerto pudieron ponerle una mano encima. Ganó el sepulturero.

Hoy los mexicanos vivimos en estado de zozobra constante. Las oposiciones claman por una acción decidida del gobierno, como si algo en verdad se pudiera hacer. Obviamente todo es posible desde el franco terreno de la lucha política, hasta decir con toda cachaza, “…yo voy a convencer a Trump de no comportarse así…”, como les dijo Andrés Manuel a los periodistas de “La silla roja”. Pero ésas son fantasías.

Sólo se hacen relaciones diplomáticas y política de fondo, entre los Estados y sus gobiernos. La lucha electoral es otra cosa.

Ante esta amenaza punitiva, cuya sevicia llega hasta la cobranza de una obra americana en territorio suyo, lo cual agrava lo inadmisible de la construcción misma, todo mundo tiene un remedio. Todos saben o dicen saber.

La actitud de los académicos (sobre todo la legión “Evenflo”), especialistas, expertos en relaciones México y Estados Unidos (otros mamilas) es semejante a la de los aficionados en la plaza: todos le gritan al torero cómo hacerlo, pero nadie, ninguno de los sabios, tiene encima al toro, ni siente los gañafonazos cerca de la barriga o —peor—de las espinillas.

Y nadie, tampoco ha dicho lo más simple:

Nunca, jamás desde la guerra del 46 en el siglo XIX, México ha logrado sacudirse el dominio imperial de los Estados Unidos y sus agresivas consecuencias. Ésa es la verdad completa: en nuestros mejores momentos somos una colonia; en los otros, un patio trasero de cuya contaminación se quieren ahora librar con una muralla.

Todo lo demás es buscarle tres pies al gato. Somos el eterno niño héroe despedazado en las peñas de Chapultepec envuelto en una bandera: salvamos el trapo (como decía el poeta Germán Lizt), pero perdimos la guerra y el control del país para toda la vida. Es triste, pero es real.

FUTURO

Pasa el Partido Revolucionario Institucional por una etapa grave. Al repudio de una gran parte de los mexicanos, agravado por una dirigencia —por decirlo así— incauta y novata y el rechazo general hacia sus políticas de energía y precios y descontrol de la violencia y la corrupción, se suma una preocupante falta de figuras.

Sus mejores hombres, o al menos los más destacados, están llenos de “negativos”, como dicen los expertos en mediciones de popularidad.

Y de pronto, en el gabinete, donde hoy por hoy sólo destacan Miguel Ángel Osorio Chong, con todos sus riesgos, y José Narro, con todo su carisma, brota un hombre de buena fama y mejor estilo: Enrique de la Madrid.

Un hombre capaz de estructurar así sus pensamientos demuestra varias cosas: primero, es un hombre con ideas. Y segundo, tiene visión política.

Leamos estas palabras expresadas el viernes pasado durante la presentación del diagnóstico de la OCDE sobre nuestro sector turístico.

“…Éstos son momentos de incertidumbre y cambio en el mundo, nuestras convicciones y certezas están siendo cuestionadas, ya sea por una creciente inequidad de la distribución de la riqueza, ya sea por la sensación de pérdida de control sobre el destino de sus vidas por un número cada vez mayor de la población el mundo, es que ha comenzado un movimiento de aislamiento, irónicamente, impulsado por aquellos que hace algunos años propugnaron una mayor apertura…

“…México cambió de rumbo hace más de tres décadas para hacer frente a una grave crisis económica y para incorporarse al creciente proceso de globalización que surgía aquel entonces y también para dinamizar nuestro desarrollo.

“Sin lugar a dudas, México ha sido tremendamente exitoso en esta misión, no obstante, ese nuevo rumbo es el que hoy en día está siendo cuestionado y muchos de nuestros sectores en los que somos muy competitivos son los que están siendo amenazados. De ese tamaño es el reto que enfrentamos todos los mexicanos en esta generación.

“Y por ello es importante que tomemos consciencia, que valoremos la profundidad de los retos, así como de los cambios que juntos tendremos todos que hacer para adaptarnos a esta nueva coyuntura.

“Para que México sea exitoso en ajustarse a la nueva realidad los mexicanos tendremos que ser más competitivos, más productivos, más incluyentes, más solidarios, pero, sobre todo, más unidos”.

Quizás hoy el PRI no tenga un seguro candidato para el 2018, pero indudablemente lo tiene para el 2024.

Quien lo quiera ver no deberá esperar mucho.

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