La caballada hacia el 2018/ Matices

Rafael Moreno Valle ha gastado millones en promover su candidatura presidencial, sin resultados
No obstante que algunos se adelantan al 2018, este es tiempo de trabajar y cumplirle a México. Hoy no hay espacios para proyectos personales, hoy es momento de un proyecto de nación. Si algo distingue al PRI […] es su responsabilidad y seriedad para ofrecer soluciones viables a los problemas nacionales.
(Enrique Peña Nieto, ante la militancia de su partido, legisladores federales, locales, gobernadores y presidentes municipales entrantes y salientes, en la reunión, “Unidad para la Transformación”, 25 de julio de 2015).
Al igual que hace seis años, están resurgiendo las amenazas que representan la parálisis de la derecha, o el salto al vacío de la izquierda demagógica […] El PRI es un partido que sabe acordar, que pacta para gobernar y para transformar pero, que quede bien claro, nunca pero nunca pactará para dejarse derrotar. Nosotros los priistas, y está en nuestra genética, siempre salimos a ganar.
(Enrique Peña Nieto, desde el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, en el aniversario 88 del organismo político, 4 de marzo de 2017).
La carrera hacia la elección presidencial de 2018 hace buen tiempo que arrancó. Los candidatos de oposición (y algunos que, convenientemente, hoy se ponen traje de “opositores”) van incrementando su número conforme avanzan los meses: hoy se habla de “independientes” como Ferriz, Rodríguez, Castañeda, Álvarez, Ramos, o De la Fuente. La mayoría de ellos, ha declarado su interés por contender, aunque otros se hacen como el Tío Lolo, diciendo que no están interesados… pero se dejan apapachar.
En los partidos políticos, las definiciones van caminando; Morena tiene su apuesta en la persona de Andrés Manuel López Obrador y eso no lo cambiará nadie, salvo un imprevisto. En el PAN, por su parte, circulan con insistencia los nombres de Ernesto Ruffo, quien fue gobernador de Baja California y el primero de oposición en México, así como de Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón (¿lo recuerda?). En un segundo plano, Rafael Moreno, ex-gobernador poblano quien, aunque invirtió durante su gestión cantidades insultantes para posicionarse a nivel nacional, a la fecha no ha tenido brillo. Igualmente, anda apuntándose el presidente del PAN... ¿cómo se llama?, es un personaje que, se rumora, vive en Atlanta, Georgia, Estados Unidos… sí, ese también quiere ser.
Finalmente, por el PRD se perfilan… a ver, momento, ¿aún existe el PRD? Si la respuesta es sí, la siguiente pregunta es: ¿existirá en 2018 como partido auténtico o sólo intentará sobrevivir al cobijo del PAN o del PRI? Porque en Veracruz, por caso, si no hubiera sido comparsa del PAN, seguramente en estos momentos fuera un mal recuerdo. En fin, veremos qué plantean las famosas “tribus” amarillas. Por lo pronto, varios “notables” ya han desfilado hacia Morena, como Robledo, Delgado, Salazar, tal vez Ríos, Barbosa, y los que se acumulen.
¿Por qué los renunciantes se van a Morena? Bueno, aunque algún despistado se fue al PRI o al PT, los migrantes saben que el fenómeno AMLO es el más promisorio para la izquierda en 2018. Palabras más, palabras menos, el senador Miguel Barbosa, aún perredista (aunque ya su bancada lo quiere expulsar), lo dijo de manera muy sencilla: López Obrador representa la mejor alternativa para un cambio positivo, reivindicando los objetivos de equidad y beneficio social que pregona la izquierda verdadera. Muy distante y distinta, por cierto, de la mal llamada “izquierda moderna”, esa que de talante feliz y zalamero firmó el Pacto por México en diciembre de 2012, que hoy nos tiene inmersos en un caldo de corrupción, impunidad, inseguridad y violencia.
¿Pacto por México igual a Pacto de Impunidad? Todo indica que sí: un país con instituciones capturadas por una banda de cínicos, para quienes gobernar es sinónimo de enriquecimiento con el dinero del pueblo, en la certeza que no existe contrapeso alguno, llámese legislativo o judicial, que se oponga a tal situación, pues (con las honrosas excepciones de siempre) jueces, magistrados y ministros, y qué decir de diputados y senadores, también forman parte de esa execrable red.
Con todo, López Obrador asegura que, de llegar a la presidencia, las cosas cambiarán para bien. Falta por conocer si el aparato del Estado está dispuesto a dejarlo llegar, respetando el deseo, vía urna electoral, de la ciudadanía. Aventuro decir que no va a ser así, que esa disposición no existe ni existirá; porque, “¿Quién en su sano juicio –se preguntarían en el gobierno– estaría dispuesto a respetar la voluntad ciudadana si ello significa renunciar a las prebendas que por décadas se han gozado gracias al estado de cosas?” La perorata peñanietista del 4 de marzo deja en claro que el PRI pacta para gobernar pero nunca, menos con la democracia, para asumir una derrota; que no tiene el mínimo interés por respetar cualquier atisbo democrático que no sea aquél que le plazca.
En vez de actuar como hombre de Estado, Enrique Peña Nieto se envuelve con el sello tricolor y se arroja desde lo alto del entarimado del auditorio Plutarco Elías Calles, a los brazos de sus bien-amados, quienes le aplauden a rabiar, sabiendo que desde ese mismo momento han recibido el beneplácito del patrón para ganar, arrebatando y como sea, las elecciones por venir. Grave, gravísimo error de un supuesto responsable de la nación, quien apenas hace unos días llamaba a la unidad de todos, sin distinción de inclinaciones políticas, para defender al país y a los connacionales de las amenazas del racista que vive al norte del Río Bravo.
Andrés Manuel López Obrador, inclusive, llamó a apoyar al presidente en esta circunstancia en que el extraño enemigo ha osado pisotear nuestra hermosa patria con su irracional bravuconería. Sí, el enemigo a vencer en la contienda presidencial del próximo año, ese que los prianistas no pueden ver ni en pintura, ofrecía su mano a Peña Nieto en estos momentos tan difíciles.
Pero queda visto que el presidente prefiere representar a su partido. La consecuencia es que sus palabras han sido tomadas por los no-priistas, y con justificación, como una indignante amenaza, de cara a las elecciones en el Estado de México, Coahuila, Nayarit, y Veracruz. Y, por supuesto, frente a “la grande” del año próximo.
Como se lee al inicio, en 2015, Peña Nieto dijo que no eran tiempos para candidatearse. Pese a todo, sus cercanos continuaron desde entonces haciendo proselitismo aprovechándose del encargo, como es el caso del secretario de Gobernación, quien un día sí y el otro también, le vuelo al Twitter y otros artilugios tecnológicos. Ahora, a partir del 4 de marzo, ¿quién impide que los “wannabe” tricolores se lancen desbocados por la candidatura del partidazo a la presidencia?
El problema, finalmente, no es que dentro del priismo haya lanzados cuando a la actual administración aún le queda más de año y medio de “gobierno”. No. El verdadero problema es que el habitante de Los Pinos ya se cansó; ya claudicó en su interés por seguir responsabilizándose de la investidura presidencial (no de sus mieles, obviamente). Deja que otros marquen el rumbo, como su visionario canciller, sin defensas firmes para capotear la tormenta que, externamente, se llama Donald Trump e, internamente, narcopolítica y corrupción. Pobre de mi país, tan lejos de contar con un presidente verdadero, y tan cerca de un supremacista agresivo como Trump.

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