‘La Bella y la Bestia’, cuando Disney se calca asimisma

Por Luciano Campos Garza/

Monterrey, NL (proceso.com.mx).- La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast) es una copia que Disney hace de su propia exitosa producción animada de 1991.

Salvo algunos nuevos números musicales y peripecias, la versión que este año presenta la Casa del Ratón Miguelito remite directamente a su antecesora, con una gran similitud en arte, tono narrativo, cinematografía, y hasta en actuaciones.

Junto a los elevados méritos técnicos que la nueva pieza dirigida por Bill Condon emplea evidentemente para llegar a una nueva generación, el clásico literario francés sigue siendo tremendamente conmovedor, con la más antigua y formadora de las moralejas: el amor lo puede todo.

Condon, quien estuvo involucrado como realizador en la saga Crepúsculo incorpora nuevos elementos, mayormente visuales, a la legendaria anécdota del príncipe atrapado en un castillo, en forma de bestia, en espera de que una dama le demuestre su amor, para reconvertirse en humano.

El dulce visual es abundante y azucarado. La imaginería crea una bestia perfecta, en asombrosos escenarios digitalizados y hermosas tomas abiertas de paisajes sombríos y luminosos generados por computadora.

Afortunadamente, en el centro del drama, de corte familiar, se encuentran dos protagonistas que se imponen a los efectos. La acción la comanda Emma Watson como Bella. A la chica maravilla, recién egresada de las filas de Harry Potter, Condon le da más libertad y protagonismo, que su versión previa. La chica es más atrevida, inteligente y decidida. Presentada como una lectora devoradora de libros, tiene algunos asomos de espíritu progresista, cuando intenta ilustrar a un niño aldeano, aunque es alcanzada por el oscurantismo de los vecinos.

Al entrar al castillo, la bella Bella cambia lugares con su padre para convertirse en prisionera del monstruo. Es abnegada. Y no le teme, pese a que el ser peludo es enorme, tiene aspecto diabólico, como un amenazante macho cabrío, con cuernos y colmillos.

Luego, cuando opera el Síndrome de Estocolmo, ella mantiene el control. La coquetería opera su magia. Aunque parece que es la frágil y desvalida, todo el tiempo mantiene la capitanía dentro del castillo, ante el asombro del ser horripilante, que se esmera por demostrar autoridad y energía que son superados por el embeleso de la damita. La química entre los dos es perfecta. Parece increíble que una chica tan agraciada, se sienta atraída por un fenómeno infernal de mal carácter, peor actitud y que, además la ha secuestrado. La relación funciona muy bien, por gracia de la dirección que consiguió hacer que tanto Watson como Dan Stevens, quien se encuentra dentro del monstruo, consigan empatar efectos.

Muy en el fondo, como débil subtrama, se encuentra el cretino soldado Gastón (Luke Evans), que acosa a la dama para convertirla en su mujer, a la vez que azuza a todo el pueblo para que ataque, invada el castillo y aniquile a la bestia. El violento adonis de pacotilla tiene su servicio a Le Fou (Josh Gaad), un patiño que le expresa una abierta admiración homosexual que, por reiterada, pasaría por grotesca.

En la versión en inglés, las voces conforman un casting como una constelación: Emma Thompson, Ewan McGregor, Ian McKellen, Stanley Tucci. En un breve lapso, todos ellos, atrapados por el encantamiento, revelan sus verdaderas identidades, en uno de los mejores momentos de la cinta.

La Bella y la Bestia, en su versión 2017, es una digna recapitulación (que no relectura) del clásico que Disney había presentado hace unos cinco lustros. Es una buena oportunidad para que los jóvenes y niños se aproximen a un cuento que nunca se olvidará.

 

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