Burocracia contra la ciencia/La ciencia desde el Macultépetl

- en Opinión

Al terminar mis estudios de licenciatura en física decidí, como casi todos mis compañeros, hacer un posgrado. Me incliné por una Maestría en Ciencias de la Computación, que ofrecía el Centro Nacional de Cálculo del Instituto Politécnico Nacional. Acudí a esta institución para informarme de los requisitos para realizar dichos estudios y me ocupé en cumplirlos.

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología creo que tenía apenas un par de años operando y, como sucede hasta la fecha, ofrecía becas para realizar estudios de posgrado. Así que acudí a esa dependencia para recabar información sobre cómo obtener la necesaria beca.

En ese entonces las oficinas del CONACYT se limitaban a una recepción, donde se encontraba la secretaria del director y la oficina del director mismo. Era todo. Cuando entré a la recepción la mencionada secretaria, una señora amable, era el único miembro del personal a la vista, así que me dirigí a ella comunicándole el motivo de mi visita. Ella misma me dio la información buscada, me dijo: “Tienes que traer, o bien tu título de licenciatura o bien una constancia de que concluiste tus estudios satisfactoriamente, y un certificado de calificaciones. Además tienes que entregar una carta de aceptación de la institución donde quieres cursar el posgrado y también llena este formulario con tus datos. Cuando tengas esta documentación me la traes.”

Una vez que reuní la documentación requerida, regresé y la entregué a la misma secretaria, quien me indicó: “Muy bien, tu solicitud se turnará a una de las comisiones de evaluación que se reunirá próximamente y ahí se decidirá sobre tu solicitud. Dentro de tres semanas regresa y te entregaré el dictamen.”

Así lo hice, y la señora me informó que mi beca había sido aprobada, me entregó por escrito el dictamen y me pidió que firmara de recibido. Enseguida me indicó que tenía que presentarme a tal sucursal bancaria donde tenía que mostrar la copia del dictamen y ahí se abriría una cuenta a mi nombre, en la cual se depositaría el monto de la beca mensualmente. Seguí sus instrucciones y al poco tiempo ya pude cobrar mi beca regularmente sin ningún inconveniente hasta la conclusión del programa de posgrado. Debo añadir que, por los azares de la vida y los caprichos de la voluntad, a casi un año de estar cursando la maestría contraje matrimonio. Y como sabía que los casados recibían un monto un poco mayor en su beca, acudí de nuevo a las oficinas de CONACYT para inquirir sobre ello.

Nuevamente, la misma secretaria me informó que así era en efecto y que sólo tenía que entregarle una copia del acta de matrimonio para que tal aumento tuviera efecto. Así y lo hice y de inmediato recibí un buen aumento en mi beca. En ese caso y en posteriores becas que solicité y obtuve de CONACYT, el pago fue siempre puntual y nunca tuve problema alguno para recibirla.

Esta experiencia personal contrasta con la relatada por Iván Restrepo en uno de sus recientes artículos y que, por su representatividad y dadas las actuales políticas de CONACYT, transcribo textualmente:

“Precisamente sobre las oportunidades que tienen muchos estudiantes de realizar su proceso de formación, uno de ellos, Héctor Homero Canales Farías, nos cuenta su experiencia para obtener una beca del Conacyt a fin de cursar una maestría en el exterior. Actualmente en la licenciatura de matemáticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, varias universidades en el extranjero lo aceptaron para cursar dicha maestría. Aunque el área en que él desea especializarse la considera prioritaria el Conacyt, dicha institución le informó que únicamente apoyará con becas a los estudiantes de doctorado. Y le sugirió esperar la convocatoria del Conacyt y la Fundación Mexicana para la Educación, la Tecnología y la Ciencia (Funed) para ver si las ciencias básicas y los estudiantes de maestría están contemplados en dicha convocatoria. El Funed proporciona créditos que deben rembolsar quienes realizan sus estudios en el extranjero.

En la convocatoria para Ciudad de México, Héctor Homero encontró que no están incluidas las ciencias naturales. Y al revisar las de 21 entidades federativas publicadas hasta ahora, halló que las de Aguascalientes, Nuevo León y Chiapas son las únicas que se ocupan de las ciencias básicas.

De todas las becas concedidas, 200 fueron para el área de físico-matemáticas y ciencias de la tierra; 132 para biología y química; 257 para medicina y ciencias de la salud; 307 para humanidades y ciencias de la conducta; 737 para ciencias sociales; 178 para biotecnología y ciencias agropecuarias, y 704 para ingeniería.

Como se observa, las ciencias básicas es el área de menor interés para Conacyt, cuando Héctor Homero y reconocidos especialistas, estiman que son prioritarias. Y mucho más en momentos de crisis y para cumplir el objetivo por el que fue creado: fomentar el desarrollo científico y tecnológico. Ello revela la poca visión que tienen sobre el futuro de México y cómo la burocracia tomó el control de una institución tan importante para el desarrollo del país.” (Nuevo modelo educativo y necesaria reforma de Conacyt: http://www.jornada.unam.mx/2017/03/20/opinion/016a1pol)

Aún cuando no pude encontrar cifras exactas, estimo que CONACYT gasta por encima del 30 por ciento de su presupuesto en administración y el resto en los programas de apoyo a la ciencia y la tecnología, y ahora sus oficinas se reparten en lujosos edificios repletos de burócratas. Y ya se implementa un inexplicable recorte al número y monto de las becas.

La absurda burocratización en que se ha hundido el CONACYT, se repite con leves variantes a nivel de los múltiples centros y dependencias en donde se cultiva la investigación científica, entorpeciendo, en vez de impulsar, la investigación científica. Burocracia mata ciencia.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

 

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