Se acerca la noche: el lunes del ahorcado

Ricardo Anaya y familia
- en Opinión

Hace cosa de un par de años, cuando aún era coordinador de los diputados panistas en la Cámara de San Lázaro, Ricardo Anaya me pidió mi consejo sobre algunas cosas.

—¿Qué debo hacer, que me recomendaría usted? La diferencia de edades no le permitía en aquel tiempo el tuteo. Yo le contesté lo más evidente:

—Debes enfocar todos tus movimientos políticos al combate a la corrupción. El asunto de la inseguridad les pega a ustedes tanto como al PRI. Tu futuro político depende de un leitmotiv: la corrupción de los demás”.

Pasados los meses, con  el Sistema Nacional Anticorrupción en marcha (vale recordar que ese supuesto proviene de las aportaciones de las oposiciones en el “Pacto por México”), Anaya aprobó con sus diputados, la creación de la Fiscalía Anticorrupción y la Fiscalía General de la República.

Después usaría sus propios votos favorables para voltear la tortilla y escabullirse de las acusaciones de corrupción vertidas contra él, merced al hallazgo de sus maniobras inmobiliarias familiares y de desarrollo industrial y social en Querétaro, pero esa es agua de otra tinaja.

El hilo conductor de estas precampañas, con esos antecedentes y otros más, la hebra de Ariadna en este laberinto, es el dorado cordel de la corrupción, fenómeno tan complejo cuya solución ojalá dependiera de la cantidad de declaraciones, leyes, reglamentos y figuras jurídicas con los cuales no se logra erradicar sino cuando mucho, disfrazar.

El asunto de la corrupción tiene dos caras. Una es su perniciosa existencia, es claro. La otra, el incansable aprovechamiento de su existencia para ofrecer un cambio político en el cual la pureza sea garantía.

Lo primero es obvio, lo segundo, imposible.

Pero en el juego presente de la política nacional, la imagen de la corrupción y el hallazgo de groserías tan colosalmente obscenas como los sucesos de Veracruz, es un elemento dominante en la orientación de los votos.

Javier Duarte y sus similares le han hecho un boquete al buque priista (la náutica referencia guarda relación con el símil puesto por el presidente Peña sobre el barco a flote), del cual muy difícilmente se va a recuperar.

Las elecciones intermedias, por las cuales Ricardo Anaya se convirtió en el mago de las alianzas (hasta lograr el Frente y la candidatura presidencial) y los triunfos estatales del Partido Acción Nacional, del cual ya ha arrojado el lastre del “calderonismo” (con todo y la señora cónyuge), fueron ganadas precisamente por la exhibición de los corruptos.

En esas condiciones el PAN logró borrar de su historial, al menos del público y más visible, su historia de moches legislativos y dispendios ejecutivos.

Injustamente son vistos como incorruptibles, lo cual es tan falso como la promesa detrás de un wonderbra. En los pocos años de Poder Ejecutivo, el PAN ya ha tenido dos gobernadores en la cárcel. Uno de Sonora y otro de Aguascalientes. Y si no han ocurrido más cosas, ha sido por arreglos ocultos con el poder, porque su historia de alcaldes rapaces en Naucalpan, Atizapán y otros lugares, es de escándalo.

Por estas y otras consideraciones el Partido Revolucionario Institucional comprendió el momento. “Leyó”, como dicen los hablantes de esa extraña lengua de la postmodernidad, en la cual leer es sinónimo de interpretar.

Y entonces se quiso “ciudadanizar”.

Hace muchos meses estuve en una mesa de viejos priistas. Y cuando digo viejos no me refiero sólo a sus condiciones de octogenarios y septuagenarios tardíos. Años de militancia. Provocador les pregunté: díganme tres nombres de priistas con posibilidades de triunfo para la candidatura presidencial del 18.

Nadie pudo decir ni siquiera uno. Todos eran impresentables. O muy viejos, o muy desprestigiados o muy identificados con un pasado (y hasta un presente) indeseable.

De esa convicción generalizada en el propio partido, nació la idea de ofrecerle la candidatura a un simpatizante, concepto vago y evanescente sobre el cual se quisieron resolver un dilema , una ambigüedad  y una contradicción: un hombre del PRI, ajeno al PRI, sin los defectos del PRI, pero con la vocación del PRI.

Complejo círculo cuadrado, pero a fin de cuentas así resolvieron (o creyeron resolver) ellos su selección de candidato y así llegó el señor José Antonio Meade para encarnar las intenciones de prolongación del partido en el poder. Pero se le acerca la noche.

Si como dijo José Pagés Llergo en celebérrima frase, hay cigarrillos sin nicotina, leche sin lactosa, café sin cafeína y periódicos sin periodistas, ahora hay un PRI sin priistas. Lo mismo, pero más barato diría González Torres en el anuncio de sus productos similares. Un “Simi-PRI”.

La intención era presentar a una persona ajena a todos esos enjuagues y malos manejos tradicionales en las administraciones priistas (lo cual se aplicaría a cualquier otro partido, seamos justos) y quitarle el sambenito inmerecido.

Y como idea es —desde mi punto de vista— insuficiente y floja, como ya lo hemos comenzado a ver.

La conducta personal de un hombre, no modifica su entorno, ni una historia, ni una tradición. Los ritos iniciáticos lo hermanan, tienden a conformarlo, como los líquidos, toman la forma de su recipiente.

“…En el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma…”; dice Gorostiza.

Hoy José Antonio Meade recibe billetes de cobranza de pecados seguramente ajenos, en los cuales se acusa (o se quiere acusar) al partido cuyas alas lo cobijan.

El hallazgo de una sistema de triangulación de dinero de Hacienda (Videgaray), gobierno de Chihuahua (Duarte, el forajido), PRI (Manlio Fabio Beltrones); gracias a las delaciones de un traidor protegido cuyo pataleo persigue salvarlo de hogueras mayores, coloca al candidato del PRI en los peligrosos márgenes del escándalo.

Toda esa investigación meticulosamente desplegada y dosificada, solamente tiene una finalidad: descarrilar la campaña.

Y advertirlo es cosa fácil para cualquiera, pero al parecer las respuestas no son las adecuadas.

Veamos:

(TN).- “El presidente Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Ochoa, le exigió a la Fiscalía de Chihuahua investigar sin presiones políticas el presunto desvío de recursos por parte del exsecretario Nacional Adjunto del Partido, Alejandro Gutiérrez.

“Dijo, que deben investigarse las filtraciones a medios de comunicación de las declaraciones ministeriales de cercanos al exgobernador de Chihuahua, César Duarte.

“El caso deberá de ser investigado y aclarado plenamente por las autoridades competentes a partir de la única valoración válida, que es la presentación de pruebas conforme a derecho. Debemos de ser claros, la filtración de expedientes judiciales que se ha realizado en este caso obedece a presiones políticas y solo favorece a la impunidad.

“De no actuar la Fiscalía del estado de Chihuahua conforme a derecho y castigar las filtraciones, estaría acreditando que operan bajo consigna política”, aseguró el presidente priista.

“Aseguró que durante la precampaña y campaña de José Antonio Meade a la Presidencia de la República, sólo se utilizarán recursos legales”.

Como se aprecia, la respuesta no persuade. Calificar o descalifica una investigación es apenas un camino, pero la circunstancia es grave. Si no comprenden el daño ya causado, difícilmente lo van a reparar.

Ya se saben las intenciones políticas en este caso, ya se sabe todo el daño pretendido, pero el primer paso debería ser comprender cabalmente la dimensión de los daños y cómo resolverlos. Después, pero sólo después, causarle los mismos o peores daños a los enemigos.

Pero este tipo de respuestas, tan ñoñas, no llevan a ninguna parte: lea usted lo ñoño de Nuño:

“(TN).- José Antonio Meade ha acreditado una ruta de honestidad a lo largo de su vida, a diferencia de Andrés Manuel López Obrador, que no ha podido explicar de qué ha vivido los últimos 15 años, pues no ha tenido trabajo pero mantiene su vida, viajes y actividad política, sostuvo Aurelio Nuño Mayer.

“El coordinador de la campaña de José Antonio Meade, precandidato del PRI a la Presidencia de la República, sostuvo en entrevistas radiofónicas que con sus acusaciones, el político tabasqueño busca sacar ‘raja política, ruido y borlote’ de algo que no tiene…”

Pero esos desvíos no se prueban ni se desmienten con intenciones pías ni con extravagantes comparaciones, ni con señalamientos de las culpas ajenas.

A fin de cuentas quien está en la cárcel es el exsecretario general del PRI, el señor Alejandro Gutiérrez, y la maniobra financiera involucra a un secretario de Hacienda, ahora en SRE y a un exgobernador, el forajido César Duarte.

Y el común denominador es el PRI. Y eso deben resolver ellos, los priistas y sus simpatizantes cuya semana de ahorcados en lunes, comienza mal. Mientras, Feliz Navidad.

 

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