Obispo Salvador Rangel: dejar de rezar y dialogar con el narco

- en Opinión

Nadie en su sano juicio podría defender lo indefendible: el crimen organizado, los cárteles de la droga. No obstante, al margen de este principio básico, existen otros valores fundamentales: la vida, la integridad física y psicológica de los seres humanos.

El obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, ha decidido dejar de rezar y pedir a su dios que la razón de la existencia del Estado (la convivencia pacífica y armónica de las personas en sociedad) tenga asideros en la realidad. No hay duda, debe tener fe, pero ha dado pasos que lo alejan de su zona de confort (¿se imagina alguien al impresentable Onésimo Cepeda, también miembro destacado de la Iglesia Católica, hacer algo por el interés público?) y lo colocan en el centro de un debate que debe estar alimentado de realidades objetivables y de una mirada más allá del simplismo formalista del derecho.

En efecto, el obispo Rangel Mendoza ha entrado en comunicación con una organización del crimen organizado (me imagino que la más importante de su diócesis) para generar viabilidad fáctica al proceso comicial. Un análisis inmediatista sostendría que el obispo Rangel Mendoza entra en una zona gris que podría cruzar la frontera de la legalidad al llevar a cabo las acciones que ha compartido con la opinión pública. Quizá esa reflexión podría tener sentido en Suiza o en los países nórdicos. No en México donde el Estado de Derecho se expresa en pequeñas islas en un mar propio del Estado de naturaleza de Hobbes. Vamos, hasta el propio secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, ha reconocido esta lamentable circunstancia por la que atraviesa el país. En sus labores de distensión, el obispo Rangel Mendoza ha informado que el cartel del crimen organizado acepta provisionalmente dar las garantías mínimas para que candidat@s y autoridades electorales puedan desplegar sus funciones en estos tres meses de cara a las elecciones del 1 de julio.

El cartel pone tres condiciones, a decir del obispo Rangel Mendoza: a) No ofrecer ni dar dinero a los electores; b) Destinar esos recursos a mejoras en las comunidades y c) Que l@s candidat@s cumplan sus promesas de campaña. Es increíble. Esos tres requisitos, que comparto plenamente, deberían ser parte de la experiencia cotidiana. Tan no lo son que se expresan ahora como demandas en un mundo al revés, donde lo obvio es en México razón y motivo de negociación. Resulta que el cartel tiene más sentido común y aprecio por la comunidad que l@s polític@s y sus autoridades electorales que están en el sótano de la credibilidad y el reconocimiento público.

El obispo Rangel Mendoza deja la fuerza de su fe como único recurso y hecha mano de su capacidad de convocatoria. Es de suponer que su preocupación es la seguridad de la gente, en particular de su diócesis. Al mismo tiempo, empero, deja al descubierto la simulación de la narrativa política: a) No hay Estado de Derecho; b) las autoridades no garantizan nada y c) L@s candidat@s y partid@s, con las honrosas excepciones de siempre, tienen compromisos, pero no con los electores. Habrá que apoyar esta iniciativa pragmática del valiente obispo Salvador Rangel Mendoza. Aquí y ahora es una bocanada de aire puro en una comunidad contaminada por la corrupción, la simulación y la impunidad.

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