Autocrítica y nuevo rumbo/ El Cristalazo

- en Opinión

Cuando las cosas están desgarradas, sombrías, abandonadas, sin confianza ni certeza, el futuro no es sino un clavo ardiendo en el aire. La vida no es mañana. Es hoy.

La política y la historia también se hacen hoy. Las siguientes palabras, presentadas en el marco de un análisis político sobre los días mexicanos de hoy, podrían ser consideradas como una descarnada condena a un gobierno, no sólo a éste, a cualquier gobierno, pues exhiben dos elementos sin los cuales todo futuro de conducción nacional es imposible: confianza y credibilidad. Ningún régimen en el mundo aguanta esos dos huecos.

Enrique Peña Nieto
Enrique Peña Nieto

Pero quien las ha pronunciado, en un diagnóstico cuya gravedad no se explica ni se anula por la sinceridad del dicho público, ha sido el presidente Enrique Peña Nieto en una entrevista con el Financial Times. ¿Una autocrítica o un autorretrato?

Quizá lo primero para lograr, voluntaria o involuntariamente, lo segundo.

Con tan poco como para decir esto: “… hoy existe sin duda una sensación de incredulidad y desconfianza… hubo pérdida de confianza y esto ha mostrado recelo y duda’’. Si un gobierno pierde credibilidad y confianza, si se mantiene en precaria oscilación entre la duda y el recelo, se queda, también sin duda alguna, con muy poco.

Con tan poco como para decir esto: “… (tanto como para) reconsiderar hacia dónde nos dirigimos’’.

Todo eso ya había sido dicho en muchos foros por muchas personas, pero cuando el jefe del Estado, en una entrevista con tono de confesionario confirma (y excede, dirán algunos) los diagnósticos de críticos y opositores, las cosas deben verse desde dos ángulos.

Uno, el de la encomiable sinceridad. El otro, el de la gravedad ante una situación ya inocultable cuya solución no se halla en el diagnóstico o el reconocimiento, sino en la capacidad de transformación.

Habrá quien diga: ¿cómo van a cambiar el rumbo los mismos cuya tenacidad los conduce por el sendero ya trazado?

Obviamente las palabras presidenciales terminan con el siempre necesario canto a la esperanza y la luminosa condición del futuro, pero eso es asunto lejano.

Cuando las cosas están desgarradas, sombrías, abandonadas, sin confianza ni certeza, el futuro no es sino un clavo ardiendo en el aire. La vida no es mañana. Es hoy.

La política y la historia también se hacen hoy. “…Creo que estamos [aún] en el tiempo para mostrar resultados, para ofrecer beneficios a los mexicanos. Soy optimista.”

El marco de esos dichos presidenciales es el ya conocido. Un viaje a la Gran Bretaña con todo el fasto imperial de la corte y el Palacio de Buckingham y los impresionantes ojos azules de Isabel II y la necesaria conversación con quienes le han dicho: “no entiende que no entiende”. Y a ellos les dice: seguro; sí entendemos. ¡Ah!, bueno.

Pero más allá de las páginas del Financial Times, es necesario repensar en conjunto ¿cuál puede ser la oferta de un gobierno cuya reflexión lo lleva a considerar la urgencia de un cambio de rumbo? ¿Cambiar por cambiar o transformarse por los impulsos de la evolución o el abandono de las fórmulas equivocadas?

—¿Cuál es el problema real? Indudablemente una mezcla explosiva: corrupción, violencia e impunidad. Veamos el desarrollo de la entrevista según los reportes periodísticos:

“Financial Times dice que la mención sobre el escándalo de la casa de lujo que ha avivado cinco meses de descontento público es el único momento, durante la entrevista de una hora, cuando el Presidente mexicano muestra un atisbo de ira.

“Y agrega: Peña Nieto se apresuró a recuperar su aplomo habitual, a pesar de la tensión de ser el Presidente menos querido de México en 20 años (Exc)”.

Y junto a eso, la crisis de derechos humanos, ante la cual no ha sido posible hallar una salida satisfactoria, ni siquiera con la decapitación de Jesús Murillo Karam.

No se contiene a los censores con una testa derribada.

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