“La vida moderna es una infame mezcla de voyeurismo y exhibicionismo… La gente perpetuamente divulga su ser interno y exterior”, exclama iracunda Stella Gibson/Gilliam Anderson, protagonista central de The Fall (Allan Cubitt, 2014), cuando Paul Spector/Jamie Dorman le roba su diario íntimo y de campo escrito a mano.
Y en la exclamación/queja/indignación deja caer su opinión -o la de Cubitt al través de ella- respecto a los hechos que las circunstancias y voluntades específicas de los usuarios -y usuarias, no vaya usted a creer que…- de las llamadas redes sociales catapultaron en los más recientes años, y que a este perpetrador de referencias a sí mismo le hizo mecanografiar aquí hace meses su duda acerca de una añeja sentencia materno familiar en que abrevó: aquella de que exhibirse es de mal gusto, completada con lo trabajado por Antonio A. Casilli en Les liasons numeriques –Las relaciones digitales– (2010) alrededor de la intimidad vuelta extimidad.
El diario de la indignada Gibson robado por Spector será hojeado y ojeado sólo por el ladrón y la intimidad de la primera, contenida en las páginas del cuaderno/libreta vuelto continente de sueños gratos y pesadillas, pesares y alegrías, devendrá patrimonio de ambos, dejando a la mujer expuesta, contra su voluntad, al escrutinio primario del voluntarioso ratero adversario y… quizás ahí se quede el airamiento de su ser y hacer, aunque el riesgo de volverse público ahí estará también permanentemente: dejando abierta la puerta para que quien le hurtó su diario íntimo lo escanee o fotografíe y lo suba a la red o a las redes varias y sea visto por los más de cien millones de usuarios en, por ejemplo, MySpace, “que crece a un promedio de trescientos mil miembros por día” (Paula Sibila, La intimidad como espectáculo: p. 16); o a YouTube, que recibe los mismos cien millones de usuarios, pero ¡diariamente!
Ese diario íntimo devenido sucedáneo del confesionario y/o del diván en la cultura judeo cristiana, que podría terminar siendo diario éxtimo contra la voluntad de Stella Gibson, le da irónicamente nombre a todas las bitácoras del viaje existencial de quienes anclados -y ancladas, no vaya usted a creer…- en los amplios terrenos de la anonimia exhiben diariamente su ser y hacer en webblogs, fotologs y videologs, para sentirse ilusoriamente parte del mundo que habitan las celebridades, seres estos -y estas, no vaya usted a…- que inauguraron, por cierto, la embrionaria práctica finisecular, ya cimentada en nuestro siglo corriente, de volver extimidad su intimidad como estrategia publicitaria farandulesca -¡salve ese entrañable outsider convocador de ternura que es el buen diablo a las eximias Paris Hilton, Lindsay Loham y Britney Spears!, para citar a las indiscutibles pioneras de una práctica social hoy al alcance de millones de terrícolas desconectados del face to face no digital.
La práctica de la lectura a solas es una práctica reciente, incluso tardía; no así la de escribir a solas, ésa que la ultracontemporaneidad viene arrumbando en el desván de los oficios en peligro de extinción, al igual que el acto dialógico, trialógico o de a montón, como lo demuestra Babycakes Romero, fotógrafo que se dedicó en 2014 a documentar cómo las parejas amistosas o amorosas y los grupos de gente están más atentas a leer y a escribir en sus smartphones que a hablar con el/la de enfrente a ellos o a ellas en el café, el restaurant, la fiesta, la espera… ¿Será que la muerte de la conversación originaria y la muerte de la intimidad ya están entre nosotros? Este perpetrador de cuestionamientos/trampas a sí mismo cree que no, porque en el caso de la primera una hoy aparentemente vieja tecnología, que en su momento fue nueva -el teléfono-, no la mató y sí contribuyó como apoyo a reforzarla; y en el caso de la segunda es un concepto que como todos está sujeto a las redefiniciones por fuerza de las circunstancias histórico contextuales en que se inserte.
Todo viejo tiempo fue un nuevo tiempo y éste que corre, plagado de artefactos digitales y redes sociales, será en breve un viejo tiempo en el cual hoy, según el mencionado fotógrafo Romero, los teléfonos inteligentes son grilletes que han atropellado la conversa -créale usted o no, pero eso dice; o revise si sí o si no. Un tiempo actual donde <el show del yo> (Sibila) es lo que <rifa>, en el cual cada quien es el terrorista de su propia intimidad y puede hacerla extimidad mediante la exhibición de sus miserias o glorias físicas en amoratucuerpo.com, votamicuerpo.com o micuerposexi.com; o no. A fin de cuentas tampoco crea usted que los usuarios de marras son muchos en una repelente realidad mundial donde alrededor de cinco mil millones de sus habitantes no tiene acceso a internet por ninguna vía y tres mil millones de ellos -y de ellas, no vaya usted…-, o sea el 40% de los más de siete mil millones que habitamos la tierra, no tienen inodoro.
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