En torno a la aprehensión de “La Tuta”/ La Repelente Realidad

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“Había vacío de poder, jefe, y ante ese vacío, tuve que tomarlo”, dijo cuasi disculpándose Servando Gómez Martínez (a) “La Tuta” en su declaración ministerial ante la Procuraduría General de la República.

La Tuta gozó de la impunidad gracias a la corrupción
La Tuta gozó de la impunidad gracias a la corrupción

Y cuando lo tomó, no sobra decirlo, instauró en Michoacán un Estado de excepción, sustentado en el control de políticos y policías que lo protegieron para extorsionar a la población y levantar una estructura de negocios que no sólo trascendió las fronteras michoacanas, sino las del país, ejemplificado ello en las minas de acero explotadas por los Templarios cuyo producto es vendido a empresas chinas que lo sacan de México ilegalmente y sin problemas al través del privilegiado puerto de Lázaro Cárdenas, situación  mostrada por Guillermo Galdós en Channel Four News mediante su trabajo periodístico que lo llevó a entrevistarse con el delincuente hoy aprehendido; mismo reportero que afirmó, entrevistado por CNN (10/02/2015), que “como él [“La Tuta”, pues] hay más de 15, y hay gente que es muchísimo más grande.”

Sea o no verdad la afirmación de Galdós lo cierto es que Gómez Martínez anduvo por lo menos los más recientes diez meses a salto de mata, de cueva en cueva y de casa en casa, tristísimo y miserable colofón para quien creó una de las <máquinas de guerra> –“formaciones armadas que actúan independientemente de toda sociedad políticamente organizada, ya sea bajo Ia máscara de un Estado o no” (p. 58), según las define Aquille Mbembe (2006) retomando a Deleuze y Guattari (1994)- más sanguinarias y aceitadas de que se tenga memoria en nuestras tierras.

Mbembe afirma que las enunciadas máquinas de guerra están formadas  por  grupos de hombres armados que se escinden y/o fusionan de acuerdo a sus cometidos y circunstancias y mantienen relaciones complejas de  autonomía e incorporación de/a las estructuras del Estado. Y este último “puede, por sí mismo, transformarse en una máquina de guerra… apropiarse de una… ya existente o ayudar a crear una... Los ejércitos habituales [agrega nuestro autor]… pueden apropiarse fácilmente de ciertas características de [esas] máquinas de guerra… [que] tienen rasgos de una organización política y de una sociedad mercantil… [ la cual,] mediante capturas y depredaciones… puede alcanzar enormes beneficios… [Por ejemplo:] para… Ia extracción de carburante y exportación de recursos naturales localizados en el territorio que controlan… forjan conexiones directas con redes transnacionales.” (p. 59)

Y aunque Mbembe centra su análisis en África, hete aquí que si volteamos la vista hacía la muy documentada historia del transcurrir de la organización mutante -de “La Familia” a “Los Caballeros Templarios”- que en su momento cumbre encabezaron “La Tuta” y Nazario Moreno González (a) “El Yayo” o “El Más Loco”, así como a la de todos los grandes carteles en México y en el mundo -como lo han mostrado/demostrado con solvencia en los más recientes tiempos de la globalidad y globalización plena Diego Enrique Osorno (¿2010?), Roberto Saviano (2007; 2014) y Sergio González Rodríguez (2014), por citar tres ejemplos-, podemos notar el símil entre ambas repelentes realidades: la africana y la mexicana.

Las máquinas de guerra que fue “La Familia” devenida “Los Caballeros Templarios”, el ejército federal y las policías actuaron y actúan en Michoacán dejando en medio a la población civil, misma que, hastiada de ejercer como víctima, decidió tomar las armas y enfrentar a los delincuentes convirtiéndose en otra máquina de guerra, bajo la contemplación de un lejano gobierno federal panista obtuso en su combate al crimen organizado y uno priista ocupado en sacar adelante un conjunto de reformas constitucionales y leyes reglamentarias hoy paralizadas, en tanto la vida real y cotidiana de los michoacanos transcurría bajo el fuego de las máquinas de guerra señaladas: policías y militares frente a los templarios en su inicio; los gobiernos estatales y los municipales prianrredistas estaban ya bajo la égida de la delincuencia desde mucho tiempo atrás.

Bajo el caldo de cultivo señalado emergieron las llamadas autodefensas y/o policías comunitarias, nutridas de la gente que pasó a la acción armada por la pasividad de un Estado nacional que en su integralidad fue omiso, y de grupos e individuos que la propia lógica centrípeta de la máquina de guerra templaria -la escisión/fusión- fue jubilando y se insertaron en las filas de las tales autodefensa y policías comunitarias vistas como modus vivendi, para que al cabo de los meses el gobierno federal, mediante la apropiación/creación de que habla Mbembe, terminará redefiniéndolos como policías rurales y… lo demás es historia que permea al presente y prefigura el futuro inmediato.

La captura de Servando González Martínez, el capo mesiánico que integró el video casero balconeador de políticos de todos los partidos y empresarios de todos los niveles al arsenal de su máquina de guerra, le da al gobierno de Enrique Peña una estampita que presumir, dentro de la crisis más grave de incredulidad y desconfianza que gobierno mexicano alguno haya padecido en un lapso que va de la adolescencia al hoy de este sesentón perpetrador de ejercicios memorísticos a destajo; más aún: “México está plagado de incredulidad y desconfianza”, tuvo que confesarle Peña a The Financial Times jugando para la brava tribuna internacional que lo ha traído a puro zape y abucheo, lo que no significa haya entendido lo que debe entender, y que presuntamente aún no entiende si nos atenemos a las evidencias de corrupción galopante e inacción gubernamental mostradas ante una repelente realidad que se le vino encima de bulto y sin tocar baranda a las élites políticas nacionales.

¡Y lo que le falta todavía!, diría el clásico pensando quizás en el archivo audiovisual de ese videoasta sin Óscar apodado “La Tuta”, que no nomás es mexicano sino que sí filma/graba en México temáticas mexicanas, cuya videoteca es un tesoro para  quienes lo incautaron -si es que lo hicieron- y posiblemente dará de que hablar al calor de las contiendas electorales venideras. En tanto, los michoacanos y los mexicanos todos continuaremos en el centro de las batallas entre las máquinas de guerra actuantes, cumpliendo el papel de víctimas propiciatorias del actual proyecto de nación en el poder.

 

 

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