Periodistas en Ciudad Juárez/ El Cristalazo

- en Opinión

capaciInvitan los compañeros a la Primera Jornada de Periodismo bajo los auspicios de la Sociedad de Periodistas y Comunicadores de Chihuahua (Francisco Cabrera); el ayuntamiento de Ciudad Juárez (José Vidrio, responsable de Comunicación Social) y la asociación local de colegas (Roberto Delgado) de esta heroica frontera, cuyo rosario de dolores parece disiparse al menos en el ambiente festivo de sus calles y los preparativos para un enorme concierto de Juan Gabriel, cuya convocatoria de cien mil  o más miles de personas ha causado atascos tan graves como si los congestionados ríos de la ciudad de México se hubieran puesto a los pies de esa enorme “X” de color escarlata, cuyos brazos abiertos nos muestran, como pudiera haber dicho Pessoa, dónde comienza México y dónde terminan los Estados Unidos.
Allá en el lomerío de rojos atardeceres, los texanos han puestos una estrella solitaria con foquitos como de nacimiento, pero los orgullosos juarenses le pidieron al camarguense Sebastián una letra gigantesca y roja, bien roja, con un óvalo en el cruce de las aspas, para señalar el punto donde la tierra sigue hablando el español bronco del desierto y donde, con más contundencia de la vieja y poca agua del río, nace y se extiende, eterno, el suelo de México.
Llegamos al CEPIA (Centro Profesional de Ingenieros y Arquitectos) muy cercano a los modulares y modernos edificios de la cultura juarense, junto a la cineteca, El Colegio y los salones donde se alojan ideas y pensamientos y los colegas piden las palabras de Armando Fuentes Aguirre (Catón) y este redactor, quienes abordan el tema bajo su propio estilo.
—No se apuren, le digo a Román Galindo —director de Radio Fórmula de Ciudad Juárez, anfitrión y Virgilio bajo el sol del mediodía—, Armando los hará reír, yo espero hacerlos llorar. Lo primero se cumple con satisfacción y gusto. Lo segundo no.
La charla se convierte  en una serie de preguntas e interrogantes. Preguntas del auditorio, cuestionamientos del conferenciante, en torno a un tema sustantivo, al menos para quien habla y escribe:
—¿Cuándo los periodistas seremos dueños de los medios donde trabajamos?
Armando Fuentes Aguirre expone los elementos imprescindibles de la profesión: la libertad, la verdad, la responsabilidad y la calidad.
—Quien no lee mucho, no puede escribir bien, dice con conocimiento de causa.Antes este redactor había dicho lo grave de la frivolidad crónica de los medios, especialmente los electrónicos.
Locutores tartamudos, improvisados; conductores de noticiarios sin noticias pero con amigos y compromisos, entrevistas dóciles, a modo; pautas de publicidad en lugar de oportunidad informativa, sumisión, dominio de los compromisos, mercadotecnia en lugar de periodismo.
Y en la prensa, en la letra  impresa, la batalla por la publicidad, la lucha por la pauta, el robaplanas, el desplegado, el acierto, el convenio, la campaña. ¿Y el periodismo, cuándo?
Democracia y periodismo, dos universos en crisis, le llama este reportero a su ponencia, en la cual le preguntan de todo y le inquieren sobre las profesiones y los compromisos.
—¿La línea editorial?
—El cartel, dice alguien del público.
Y les explico mi punto de vista, la línea es el sendero donde pueden transitar los mundos del idealismo y la realidad. Es el balance cuyos extremos no existen, pues en el extremo se pierde, por definición, el equilibrio. Es la vieja historia: el ser y el deber ser.
—¿Saben? —les digo— en el mundo del periodismo no viven los ángeles, ni los arcángeles. Ni san Miguel ni san Rafael.
Pero Juárez debería ser el punto central de estas reflexiones. Mientras escribo veo tras las vidrieras de la cabina de Fórmula la sequedad del paisaje desértico de un invierno gris, de piedras duras de horizonte tendido y extendido, de luminosidad apenas empolvada por las arenas invisibles de Samalayuca, veo los pedregales arriba de los cerros calvos y grises como la piel de las ratas del campo; las ralas manchas verdes por donde se asoma el sol de los pobres emigrantes, la estrella amarilla de los rufianes del Fort Bliss y la sonrisa franca de todos los juarenses, cuya vida se veía hace años amagada día con día y cuyo vigor los hizo decir, no.
—¿No a qué?
No a la derrota y el exilio, no a la evasión, no a la duda, no al dolor acumulado, no a esa vieja política del abandono. Hoy en Juárez se respira confianza, confianza en la gente, certeza de hacer vida con la vida.
—”No nos dejaremos, no te dejaremos, le dijeron a la ciudad”.
Y la ciudad les ha respondido con su bufido de animal desértico, de serpiente desenroscada, de casa común, de techo bajo el sol, de noche iluminada en el constante desafío de estar, de ser a pesar de todo, de no transigir, de no ceder.
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Manlio Fabio Beltrones, presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, aseguró que el Poder Legislativo estará a la altura de la nueva Ley General de Transparencia, porque el buen juez por su casa empieza, y en tal sentido es fundamental obligar, tanto a los senadores como a los diputados, federales o locales, a informar sobre el total de los ingresos que perciben, pues nadie que reciba un peso de los contribuyentes puede estar fuera del escrutinio ciudadano.
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Leo estas ideas de Leopoldo Sánchez Duarte con motivo de la muerte del líder de Singapur, Lee Kwan Yeu:
“…Un pueblo sin conductor; sin la mano fuerte de un líder probo y recio que respete y haga respetar la ley, es un pueblo sin rumbo, expuesto a la violencia, al crimen, a la injusticia, a la corrupción y su hermana la impunidad; a un paso de la ingobernabilidad, la anarquía y el estallido social.
“Las naciones que infortunadamente carecen de guía y de proyecto, viven en la confusión, en la desesperanza, en la mayor angustia e incertidumbre sobre su suerte, su futuro y el de sus hijos”.

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