
Por Adolfo del Ángel Rodríguez/
Izaron la bandera e hicieron un escudo para pegárselo después,
Cuando los adeptos se hubieran acercado, cuando hubieran creído
En alguna esperanza, de esas que se cuelgan del cuello,
De esas que alargan la vida de manera incierta y se congraciaran
De nacer bajo ese símbolo.
Y estuvieron allí,
Viendo cómo se formaban uno a uno en una grey de matices diversos,
Amasándose en una sola, poco a poco, hipnotizados, ansiosos de ser parte de “eso”
Que tomaba forma frente a ellos, como insectos ante la incandescencia de la lámpara
Encendida en la boca de lobo de la noche.
Todos tuvieron ojos para ver el camino de llegada,
Pero perdieron los sentidos ante el escudo inserto ya en la bandera;
No supieron cómo regresar y quedaron sujetos al lugar en franca somnolencia frente a la realidad,
Y no se movieron.
Su inmovilidad era el rostro de un terror tremendo, era la falta de sí mismos en el estuche de
Humanidad postrado allí,
Incapaces de mirar más que al frente, cegados por el escudo que ahora, y por siempre,
Lucharían por ver así, sin sesgos…
Comentarios