Leva infantil, niños al servicio de carteles en Michoachán

- en Foro libre

Por Daniela Osorio y Paris Alejandro Salazar.-

México, D.F.- (La Silla Rota).- A la brava y en ocasiones a la mala se cobraron algunas cuentas y apoyos en Michoacán. Aquí no sólo se recogieron cuotas en pesos o especie, también con personas. La leyenda pasó al riesgo. Niños y adolescentes fueron arrancados de sus familias y obligados a sumarse y servir contra su voluntad al cártel de Los Caballeros Templarios o de los grupos de autodefensas.

En pleno siglo XXI en México no se respetan derechos de los niños../Foto Silla Rota
En pleno siglo XXI en México no se respetan derechos de los niños../Foto Silla Rota

La leva de niños, niñas y adolescentes fue reconocida en marzo de 2014 por el ombudsman estatal, José María Cazares Solórzano, quien lo matizó tanto que pasó casi desapercibido en la presentación del informe especial “Derechos humanos en áreas de conflicto en el estado de Michoacán”.

Aseguró que el fenómeno de la leva se había reportado en los municipios de Yurécuaro y Tanuato, donde grupos de autodefensas pedían cooperación en dinero o en especie para mantener vivo el movimiento, sino había con que cubrir esa aportación solicitaban un hijo de entre 18 y 25 años para incorporarse a sus filas.

Está practica no fue exclusiva de las autodefensas, testimonios recabados por La Silla Rota en Michoacán señalan que en algunos municipios de Tierra Caliente miembros de Los Caballeros Templarios se llevaron a niños y adolescentes para utilizarlos como “punterito” y halcones, además de niñas y jovencitas, para labores domésticas en casas de seguridad y otras como amantes de los integrantes del crimen organizado.

Niños y jóvenes, fueron utilizados como moneda humana para presionar a las familias con el pago de una extorsión, forzar el apoyo al cártel y frenar las denuncias a las autoridades.

Hasta los oídos y los escritorios de los funcionarios de públicos de Michoacán llegaron reclamos y señalamientos sobre esta acción criminal en contra de menores de edad, que poco o nada pudieron hacer.

Antes de la incursión de fuerzas federales, facciones de Los Caballeros Templarios y los grupos de autodefensas retuvieron ilegalmente a niños y jóvenes para sumarlos a sus organizaciones, formar parte del estado de fuerza, de sus brazos civiles o armados.

Que no me lleven…

Las lágrimas de Josefina mojaron el hombro izquierdo del pequeño Gabriel y una silueta de humedad le quedó grabada temporalmente en la playera. Le dio un último abrazo con las fuerzas de un no te olvidaré, y un beso tan apretado que casi se le tatúa en la mejilla.

De un jalón se lo arrebataron y en seguida una voz rasposa como curtida por la cerveza y el whisky le advirtió a la mujer, “ya sabes, si vas con la policía nos chingamos al chamaco, más vale que cumplas con tu parte”.

Antes de caer desmayada por la angustia y la desesperación de la impotencia, Josefina apenas alcanzó a llegar a una de las cuatro sillas del modesto comedor para evitar un golpe contra el suelo. Héctor, su esposo, miraba la escena recargado en el refrigerador con los brazos cruzados, temeroso, nerviosos e incapaz de enfrentar y rescatar a su hijo del sujeto que portaba una AR-15 y que afuera lo esperaban más hombre armados en dos camionetas.

El poder de fuego se impuso. El hombre armado les aventó un teléfono celular negro a la mesa y la lanzó una orden más: “tienen que marcar a uno de los tres que están guardados”. Antes de que la silueta de Gabriel y el sicario de Los Caballeros Templarios se formaran en el umbral de la puerta, Josefina lanzó un desgarrador grito acongojado “te quiero mucho Gabi, cuídate Pollito”. Héctor, agacho la cabeza, la barbilla tocó el pecho y se llevó ambas manos a la cabeza para jalarse el cabello violentamente, sabía que en ese momento el futuro de su hijo estaba truncado quizá para siempre y que la familia viviría en la zozobra de saber si su hijo está vivo o muerto por que con la “maña” nunca se sabe; «son muy cabrones los hijos de la chingada», pensó.

Gabriel, sabía que era él o su hermana Beatriz de 13 años, que uno de los dos tenía que irse con los “Templarios”, hombres en camionetas que se pasean por el pueblo exhibiendo sus armas con radios en el cinto, golpeando gente y disparando a la menor provocación.

Beatriz le dijo entre lágrimas a Gabriel que ella no se quería ir, hace unos meses se llevaron a dos de sus compañeras de la telesecundaria y nada se sabía de ellas.

Héctor no tenía para pagar los 2 mil pesos que le exigía la “maña”, su trabajo en la empacadora de limón apenas alcanzaba para alimentar cuatros bocas y enviar a los niños a la escuela con el sueño de que ellos pudieran ser algo más que un “cortador” como él.

“Mira pendejo, aquí el que no jala, se chinga”, le advirtió un “Templario” en la puerta de su casa. Héctor recuerda todo.

Se negó a servir de “halcón” al cartel porque sabía que si lo metían a la cárcel o lo mataban por trabajar con los delincuentes sus tres amores, Josefina, Beatriz y Gabriel, quedarían indefensos, los condenaría a la pobreza de la que buscaba sacarlos.

Un sábado como a las 10 de la mañana, mientras Héctor almorzaba barbacoa y Coca Cola con su esposa e hijos, cuatro “Templarios” irrumpieron en la vivienda. Uno de ellos dijo mientras les apuntaban a la cabeza: “ya nos tienes hasta la madre cabrón, aquí te alineas hijo de la chingada, es una orden de que jalas con nosotros o te mueres, no vas a hacer lo que te dé tu puta gana, mañana nos llevamos a unos de tus hijos y hazle como quieras”.

Cuando quedaron nuevamente solos, Josefina preguntó en voz alta “qué vamos a hacer viejo, no se pueden llevar a los niños, no quiero que se los lleven”. Héctor encendió la televisión, les pidió a Beatriz y Gabriel que buscaran algo que les gustara.

Héctor y Josefina comenzaron a hacer cuentas mentales y en ocasiones se ayudaron de los dedos de las manos, pensaban en ajustes a los gastos para que el salario alcanzara a cubrir la extorsión y ofrecer el dinero a cambio de que no se llevaran a nadie. Ella propuso buscar un trabajo para completar.

Tres horas después el ruido de motores de camionetas, el ladrido de un perro y fuertes palmadas en la puerta anunciaron el regreso de los “Templarios”, sólo ingresó uno a la sencilla pieza: “a ver, a quien nos llevamos cabrón”.

-Mire, les pagaremos lo que nos piden al mes, se lo juntaremos, se lo prometo. Propuso Héctor con voz temblorosa.

-Tu aquí obedeces hijo de puta madre. Tuviste una oportunidad y te hiciste pendejo, ahora no te quieras hacer el chingón.

-En verdad, pagaremos, miré le adelanto $200 pesos ahorita, le dijo Héctor mientras le extendía unos billetes de $50, $20 y unas monedas $10 pesos.

-Ni madres, te chingas. Ahora trabajas y nada más vas de hocicón, y les partimos la madre a todos. Arrímame a la chamaca, ya está buena para la chinga.

Ni Héctor ni Josefina tenían un plan para esa respuesta, estaban seguros de que aceptarían el dinero, de pronto del jefe de familia propuso “está bien, trabajo para ustedes pero no se lleve a mija”.

Héctor corrió hacía sus hijos que dejaron de mirar la televisión cuando escucharon que alzaban la voz. Tomó de los hombros a Gabriel y le dijo suplicante, “perdóname hijo, ve tu eres hombre y ya aguantas más los chingadazos, pero te juro que estarás de regreso pronto”. Lo tomó de la mano y lo entregó al sicario.

-Ni pedo, nos llevamos a este cabrón, pero a la primera pendejada vengo por la chamaca, ya se le mira un buen culo. Pronunció el sicario, palabras que erizaron la piel de Héctor, que se frotó los brazos como para sacudirse el escalofrío.

Y agregó: “nos tienes que avisar cuando lleguen al pueblo los militares y los federales”.

Tiene menos de 6 años y ya lo enseñan a matar./ foto la silla rota
Tiene menos de 6 años y ya lo enseñan a matar./ foto la silla rota

Jaloneado por la playera Gabriel abandonó su casa. Salieron de Tepalcatepec rumbo a Cualcomán. Más o menos una hora después de circular en la carretera, las camionetas se internaron en unas veredas hasta un pueblito, llegaron a una casa separada del cerro sólo por una cerca de alambre de púas. Después de los sicarios, bajó Gabriel y una voz le dijo “sígueme cabrón”.

Gabriel relata el momento.

-¿Cómo te llamas chamaco?

-Gabriel, señor.

-Pues a partir de hoy yo soy tu jefe. Ahora trabajas para mi, yo soy “El Chino”

-Sí señor.

-Ya viste que tus papás no te quieren, que te entregaron. Si haces lo que te pido te daré decomer, sino comerás tierra cabrón, si vas a denunciarnos te toca piso, todos esos pendejos de la policía ya los compramos y cualquiera me avisa si vas de puto.

-Sí señor.

-Cada que yo te diga te vas a ir a parar a una esquina, y si ves guachos y federales vas corriendo a una de las tiendas o con los de las motonetas y avisas, pero sólo las que tengan esta marca –y le mostró un tatuaje en el brazo izquierdo-. Te quedó claro o te le explico a putazos.

-Sí señor.

-Ahora vente, vamos a echar un taco, y ya no llore, no sea puto, aquí te harás un hombre.

En el interior de la casa, Gabriel descubrió una televisión como cuatro veces más grande que la de sus papás, cerca de ahí estaba la mesa donde se arremolinaban los hombres para comer carnitas. “Órale, éntrale, estas bien pinche flaco”. Escuchaba uno tras otro el chasquido habitual que produce al destapar una cerveza de lata. “Se te antojó una flaco, chingatela” y “El Chino” le acercó un bote de Modelo, Gabriel la bebió a sorbitos.

Unos minutos después, según recuerda Gabriel, entre el miedo y la cerveza le dieron ganas de ir al baño. “Quiero hacer pipi, señor” le dijo a “El Chino”, con un leve giro del cuerpo y con un movimiento de brazo le indicó el pasillo, “en la puerta de acá, orina ahí flaco”.

Gabriel se enfiló en la dirección señalada y cuando abrió la puerta vio a dos personas amarradas y con los ojos vendados. Sintió un jalón de cabellos, “la otra puerta pendejo, pinche flaco tan güey”.

Días después, ya en las calles de un pueblo del cual no sabía nada, un joven se le acercó y le preguntó, “eres el nuevo punterito”. Gabriel vio la marca en la tienda y respondió: yo trabajo para “El Chino”.

-Entonces mira, cada que pasen los del gobierno vienes y me avisas, sale. Si se nos pasan y no avisamos nos chingan.

-¿Qué es un punterito?, por fin preguntó Gabriel.

-Un vigilante y un mandadero de los Templarios, haz lo que te ordenen y no te pongas al pedo.

-Sí lo haré.

-Ya me voy para allá, cualquier cosa me avisas. Toma “El Chino” te dejó $10 pesos para que te chingues un refresco, esa es tu esquina.

Levantones criminales

Ya eran más o menos las 2 de la tarde en Tepalcatepec. Juana Francisca Reyes Cervantes, la «Comandante Juanita”, abandona la faena, suena el pico con el que hacía un surco para un lindero. Se quita el sombrero de palma y con el mismo se abanica para aminorar el calor. Con una de las mangas de su chamarra azul se quita el sudor del rostro.

Ella es comandante de la Fuerza Rural Estatal e integrante del Consejo Ciudadano de Tepalcatepec, asegura que la seguridad ha mejorado en el municipio, el “cobro de cuota, ya no hay; los secuestros, tampoco extorsiones vía telefónica o directa; robo de vehículos, terrenos, casas, muebles, inmuebles, eso ya no hay. El panorama está muy bien para nosotros, la gente se dedica ya a su trabajo, poco a poco estamos reactivando la economía, subió el precio de las cosas, pero ya está regulado por la oferta y la demanda y no por otros”.

Dijo que los terrenos, parcelas y solares arrebatados por Los Caballeros Templarios poco a poco fueron devueltos en su totalidad a sus legítimos propietarios, “no quedó nadie que dijera que todavía no le han dado sus terrenos”.

También señala que se frenó el delito de la leva de niños y jóvenes, y describe para La Silla Rota como operaron este ilícito  –que fracturó a decenas de familias de Tierra caliente- los integrantes del crimen organizado.

“Los grupos delictivos que había aquí, la organización criminal lo que hacía era presionar a los padres de familia y se llevaba a sus hijos para extorsionarlos a ellos y que les sirvieran como ‘halcones’, como ‘punteros’ y ya se los llevaban a ‘trabajar’ con ellos, supuestamente les prometían un sueldo, un sueldo que nunca les daban, trabajando 24 por 24 horas, mal comidos, mal dormidos, lo único que les proporcionaban era droga para que no se durmieran porque tenían que estar al cuidado del convoy de militares o federales”, recuerda la Comandante Juanita.

Pero no sólo se llevaban a los hombres, los Templarios también levantaron mujeres. “Se llevaban a las niñas de esas familias, se llevaban a sus niñas para presionar de que no fueran a denunciarlos, y era básicamente en la entrada y salida de los pueblos, era señal inequívoca de que la familia que estaba a la salida tenía algún muchachito en eso, porque lo estaban presionando en ese sentido para que ellos (Las familias) les avisaran de un convoy militar”, relata.

Hace una pausa y agrega: “(los jóvenes) andaban como ‘halcones’ y ‘punteritos’, entonces el papá tenía que, si daba a la muchacha, la hija, la menor de edad, se la llevaban (los Templarios). A veces los muchachos no regresaban porque igual los mataban o los desaparecían, ay de aquel muchacho que se le pasara una caravana de militares y no la reportara por radio, a ese niño lo desaparecían, no volvían a saber de él”.

Con el surgimiento de los grupos de autodefensas, la Comandante Juanita dice que se logró rescatar a algunos jóvenes.

“Los muchachitos regresaron cuando ya fuimos autodefensas, la mayoría aquí en Tepalcatepec, se regresaron los que eran de aquí, a su vida familiar, se entregaron a su familia, se incorporaron a la vida de trabajo sano, otros entraron a estudiar. Y pues las muchachitas desgraciadamente la mayoría venía embarazada ya de regreso, niñas de 12 años, 13 años, ellas igual a su vida familiar, unas ya se casaron”, explica con una media sonrisa.

Sin embargo, no todos los jóvenes corrieron con la misma suerte de reencontrarse con sus familia.

“De aquí, todos los muchachos de nosotros que fueron ‘punteros’ y ‘halcones’, esos se reclutaron pues eran menores de edad, las familias regresaron por ellos, llorando, todo un drama familiar, y regresaron a la vida normal. El que no quiso, y que muchos que estaban como punteros que eran de Aguililla y Apatzingán se fueron para allá, y por ahí de dos o tres supimos, le habíamos dicho que se quedaran a trabajar aquí, dijeron que se iban con su familia, y como Apatzingán estaba con ese detalle de que todavía había Templarios, les dijimos que tuvieran cuidado, y en venganza ellos los mataron, dos muchachitos”, detalla la Comandante.

Se despide y la retoma la jornada, la Comandante Juanita tiene prisa en terminar la cerca para avanzar en un proyecto y una cooperativa junto a grupo de mujeres con las que pondrá en marcha una procesadora de lácteos.

Abusos de las Autodefensas

En marzo de 2014 presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Michoacán, José María Cazares Solórzano hizo una fugaz mención de la leva de personas en la presentación del informe especial “Derechos humanos en áreas de conflicto en el estado de Michoacán”, la mezcló entre otras serie de quejas recibidas contra los grupos de autodefensas.

Dijo que el cobro de cuotas `voluntarias´, leva, allanamientos, y acusaciones sin fundamento son algunas de las violaciones a los derechos humanos en que incurren los grupos de autodefensas en Michoacán, y aseguró que legalmente la CEDH no podía intervenir debido a la ambigüedad legal de la figura en que operan dichos cuerpos de seguridad ciudadanos.

Las quejas contra los integrantes del crimen organizado no las recibía porque no son una entidad pública a la que pueda hacérsele una recomendación en caso de comprobar una violación a los derechos humanos.

El Visitador Regional de Morelia, Jaime Pérez Torres, abre la puerta de su oficina ubicada en la colonia Chapultepec y acepta abordar el tema de la leva de personas en Michoacán con La Silla Rota, anteriormente estuvo al frente de la Visitaduría de Apatzingán.

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