Corridos, escapes y amparos/ El Cristalazo

- en Opinión

La distribución del video de “seguridad” cuya estupefacta contemplación hoy es la actividad nacional más frecuente puede ser considerado un acto de transparencia (generado por la presión de los medios) o una evidencia de culpabilidad.

Pues sí, también de dolor se canta, decían hace mucho tiempo.
Y si no podemos hacer más, pues cantemos con Los Tigres del Norte mientras vemos por enésima ocasión la fuga por la regadera del más célebre y evanescente de los criminales mexicanos de todos los tiempos, mientras nos preguntamos quiénes debieron estar a esas horas de la noche atentos al monitor donde el león enjaulado iba y venía y se agachaba y se ajustaba el calzado y en un momento de magia —sin fogonazos de magnesio de por medio— desaparecía para siempre en las insondables aguas del mar de la complicidad.
(Coro)

No se ponen de acuerdo autoridades sobre si el Chapo tenía pelo, o estaba rapado cuando se fugo.
No se ponen de acuerdo autoridades sobre si el Chapo tenía pelo, o estaba rapado cuando se fugo.

“Si la perra está amarrada
Aunque ladre todo el día
No la deben de soltar
“Mi abuelito me decía
Que podrían arrepentirse
Los que no la conocían
“Por el zorro lo supimos
Que llegó a romper los platos
“Y la cuerda de la perra
La mordió por un buen rato
“Y yo creo que se soltó
Para armar un gran relajo…”.
La distribución del video de “seguridad” cuya estupefacta contemplación hoy es la actividad nacional más frecuente —con todos los hirientes comentarios del caso ante la impávida actitud  de quienes debieron haberlo mirado segundo a segundo para alertar a los custodios de todo cuanto estaba ocurriendo y no  lo hicieron o lo hicieron tarde—, puede ser considerado un acto de transparencia (generado por la presión de los medios) o una evidencia de culpabilidad.
Si se decía alguna vez: “muerto el niño tapemos el pozo”, hoy se podría afirmar: “evadido el reo mostremos el video”.
Si usted camina por la calle o va a un estacionamiento en cualquier centro comercial escuchará con frecuencia la estridente alarma de un auto. Puede sonar por horas seguidas o una sola,  lo mismo da, y nadie se presenta a ver el motivo. Ni los cuidadores ni mucho menos el dueño. El dueño no lo escucha (se fue de vacaciones o al cine) y los vigilantes sólo piden p’al chesco. Son alarmas sin  alarmado.
En esas condiciones uno se pregunta si los videos continuos en una prisión “hipersegura” no sirven para una vigilancia y una alerta instantánea, ¿cuál es su sentido? Si no son preventivos, sino documentales, no tiene caso imponerlos de esa manera, excepto si se quiere subir el “rating” del noticiario.
Otra pregunta es cómo no fue posible implantar un dispositivo subcutáneo de rastreo a Guzmán, el cual,  obviamente, se pudo haber quitado excepto si se lo colocan en sitio de imposible acceso quirúrgico. La respuesta puede quedar inscrita en su derecho a no ser molestado más allá de sus propias conveniencias, pero si un auto tiene un “Lo Jack” y hasta un celular posee mecanismo de rastreo, si ya se hicieron alegatos judiciales para garantizar la geolocalización en investigaciones, ¿no se podría hacer lo mismo con los reos de alta peligrosidad?
Por lo visto no.
(Coro)
“En la orilla de la granja
Un gran cerco les pusieron
Para que sigan jalando
Y no se vaya el granjero
“Porque la perra no muerde
Aunque él ya no esté de acuerdo
“Hoy tenemos día con día
Mucha inseguridad
Porque se soltó la perra
Todo lo vino a regar
“Entre todos los granjeros
La tenemos que amarrar…”.

AMPARO
Al caerse en definitiva el leguleyo recurso de convertir un pleito entre particulares en materia del juicio de amparo en el asunto de Carmen Aristegui y MVS —visible pifia del juez Silva—, escucharemos muy pronto el dolido canto de viudas y viudos.
¿Pero cómo es posible?
Su escándalo será tan grande como su aprovechamiento del caso Chapo para golpear al gobierno en una deliberada mezcla de gimnasia y magnesia. Lo veremos.
Por lo pronto, a gastar una indemnización no lograda.
Dos cosas hay horribles en la vida: caer en manos de los abogados y vivir de juzgado en juzgado, de apelación en recurso,  de plazo en término, de ventanilla en oficina y de expediente en legajo.
Y pasa como en el póker: gana quien tiene más paciencia y más dinero.

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