Por Constanza Hola Chamy/ BBC Mundo
Cuando lo despertó su madre a las 6 de la mañana ese 21 de junio de 2009, Mazier Bahari sólo quería seguir durmiendo.
Llevaba varios días cubriendo las protestas en Teherán luego de la elección presidencial de 2009 con ritmo frenético para varios medios de distintos países en simultáneo. Esa noche por fin dormía profundamente.
Pero el sueño se interrumpió de improviso con un olor a agua de rosas mezclado con sudor y la voz de su madre: «Te vienen a arrestar«, le dijo. Junto a ella un hombre que lo acompañaría físicamente por los próximos 118 días. Y que nunca más podría olvidar.
Lo que vino fue todo muy rápido: lo esposaron, le vendaron los ojos y lo subieron a un auto que emprendió rumbo al norte de la capital iraní.
Lo bajaron en una prisión y en 30 minutos le comunicaron que estaba acusado de ser un espía «de la CIA, del MI6, del Mossad y de la revista Newsweek», le cuenta a BBC Mundo.
Todo por cubrir como periodista las polémicas elecciones de Irán y reportar que los números arrojaban como ganador a Mir Hosein Musaví, mientras la versión oficial daba por reelecto al presidente Mahmud Ahmadineyad.
Los siguientes 118 días fueron una pesadilla que se convirtió en novela que, a su vez, se convirtió en película. Una bastante famosa: «Rosewater» (Agua de rosas, traducida al español como 118 días) dirigida por Jon Stewart y protagonizada por el actor mexicano Gael García en el rol de Bahari.
«Lo más duro es estar aislado. Estar allí, incomunicado, sin tener acceso a leer o a escribir. Yo escribí un libro en mi cabeza», le cuenta el periodista y cineasta a BBC Mundo.
En el marco del Hay Festival México, Bahari está de visita en la capital mexicana para conversar sobre su experiencia y cómo el relato de su historia en Irán «Then They Came For Me» (Y entonces vinieron por mí) se convirtió en una historia universal llevada a la gran pantalla.
Torturas
Los días que siguieron a ese 21 de junio fueron duros. «Primero vinieron las torturas psicológicas, luego las físicas. Me golpearon, me pegaron, me patearon, me azotaron con cinturones», relata.
Querían que confesara que era un espía y que había puesto en contacto a gente del gobierno iraní con embajadas occidentales. «Ellos me decían: ‘Si tú confiesas te soltamos inmediatamente‘. Yo resistí. Sabía que confesar una cosa así era mi fin. En Irán matan a los espías».
Siempre junto a él la misma figura: la del hombre con olor a agua de rosa y sudor.
Un hombre de treinta y tantos años, fanático religioso, que lloraba mientras lo torturaba y se encomendaba a dios, diciendo que lo que hacia era en su nombre.
Bahari sabía de resistencia. Había dejado Irán en 1986, a los 19 años, escapando del servicio militar obligatorio que lo mandaría directamente al frente de batalla, en medio de la guerra con Irak.
«Nunca he creído en la guerra. Siempre he sido un poco anti autoridad por naturaleza. Irán era una dictadura claustrofóbica», relata.
Lo más duro es estar aislado. Estar allí, incomunicado, sin tener acceso a leer o a escribir. Yo escribí un libro en mi cabeza»
Mazier Bahari
Arriba de un camello, salió del país a través de un traficante de personas, hacia Pakistán. Fue un largo viaje que terminó con Bahari en Canadá.
Sólo regresaría a Irán casi 12 años después, en 1997, luego de comprar su amnistía por unos US$6.000.
«No era el mismo país y yo tampoco era el mismo. Había viajado, conocía más de 70 países. Quería explorar Irán más profundamente. Hice varios documentales».
Desde entonces estuvo yendo y viniendo de Irán. Siempre sabiendo que estaba bajo la lupa del gobierno iraní. «Los censores se juntaban conmigo, así, en un hotel, tomando té. Te decían: ‘Sabemos lo que haces, sabemos donde vives. No hagas nada estúpido’ y yo siempre estuve jugando en el límite».
Bahari se sentía seguro, porque mientras su trabajo fuera mostrado fuera de las fronteras de Irán, las autoridades hacían vista ciega. «Estaba en una situación cómoda, me sentía un intérprete de lo que pasaba en Irán para el resto del mundo».
Pero en 2009 todo cambió. El peligro de un presidente reformista tenía preocupado al ayatolá y a su cúpula, según Bahari. Ante el anuncio del resultado oficial, Teherán se llenó de manifestantes y quienes reportaran lo que ocurría no eran bienvenidos.
Segundo periodo en la cárcel
Luego de dos meses de interrogatorio y tras la presión internacional para que liberaran al periodista, los captores de Bahari, incluido «Agua de rosas», cambiaron la estrategia.
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