Don Winslow, The cartel, las fugas de “El Chapo” y ¿la ficción de la ficción?

- en Foro libre

Arturo E. García Niño/

“El Patrón va de finca en finca en las montañas de Sinaloa y Durango. La policía y los lugareños lo protegen” (Winslow, 2015; 3, 58: 142), le dice Javier “Chido” Palacios, corrupto alto jefe policíaco convertido en testigo clave para atrapar a Adán Barrera -personaje que sintetiza el perfil de Joaquín Guzmán Loera-, a Art(hur) Keller, el moralista, fundamentalista cristiano y contradictorio agente de la DEA que saltó a la fama en El poder del perro (Winslow, 2009), y que tres décadas después continúa en pos de lo que ha sido su sino: perseguir a Barrera, quien luego de fugarse en helicóptero de una cárcel mexicana de alta seguridad retoma el control del cártel de Sinaloa y empieza a huir de su perseguidor diez años después de que éste lo enviara a la cárcel .

chapo“Lo teníamos… en Nayarit… [pero] él y Nacho [Esparza, perfil de Ignacio Coronel] nos pagaron cuatro millones por la siguiente etapa de la fuga… Después Barrera volvió a Sinaloa” (3,58:140), le informa Palacios a Keller para explicarle por qué el capo va siempre un paso y medio adelante de ellos y cuando llegan se ha evaporado en el aire, semejante a, por ejemplo, lo que sucede con Keiser Söze en el filme Sospechosos comunes ((Singer, 1995), según le explica Roger «Verbal» Kint (Kevin Spacey) al Agente Kujan (Chazz Palminteri.
Ubicada entre 2004 y 2014, en el centro de los gobiernos panistas y en el primer tercio del actual priista, The cartel es no sólo un excelente trabajo narrativo, sino un novela sublime, donde la muchas veces demostrada maestría del autor, cimentada en un largo y acucioso trabajo de acopio de información, problematización de la misma al través del cruzamiento de versiones encontradas, entrevistas y consulta de archivos, emerge de nueva cuenta. Pero además de ello la obra deviene en una bitácora previa a lo que luego de fugarse del Centro Federal de Readaptación número 1 “El Altiplano”, penal de ¿alta seguridad”, ha hecho Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en su andar más reciente, el cual, según las autoridades mexicanas, se inició en el baño de su celda, continuó en motocicleta por el túnel más famoso y visto del país, siguió en automóvil hasta el bajío para enlazar ahí con una avioneta que lo condujo a una pista clandestina metida en el centro de una de sus zonas de confort, quizás la más importante: Badiraguato, en el triángulo dorado donde confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua.
“Esta nueva unidad trabajará desde aquí y sólo con los Marines mexicanos. El dinero se ha desviado de Mérida, así que no hay partidas presupuestarias ni comité de supervisión. Ni Estado ni Justicia; sólo la Casa Blanca, que negará su existencia” (139: 140), le explica Tim Taylor a su sublaterno Art Keller acerca de las FES, grupo especializado de la marina armada mexicana entrenada en Estados Unidos no para capturar a los capos mexicanos, y a Barrera en específico, sino para asesinarlos. Al mando de Orduña, un marino de alto rendimiento no corrompido por el dinero del narco, y quien tiene fijo el objetivo de hacer desaparecer a los narcotraficantes, esta “tropa de élite” se dedica, con la inclusión de Keller en el grupo y la participación de la DEA desde El Paso, Texas -seguimiento vía satélite, intervención de teléfono de todo aquel ligado al narcotraficante, uso de drones peinando las zonas clave…-, en apoyo.

El 17 de octubre la NBC dio a conocer que Guzmán había sido herido en la cara y una pierna al huir un rato antes -igual que Keiser Söze- de que llegaran los Fusileros Paracaidistas y las Fuerzas Especiales del Centro -220 efectivos en total- de la marina que lo persiguen, lo que fue corroborado por el Gabinete de Seguridad del gobierno mexicano y apareció en Reforma el 22 de octubre. Asimismo, entrevistado por la revista Proceso -número 2022- en septiembre del presente año, el general Rosso José Serrano, exdirector de la Policía Nacional de Colombia, declaró que estaban asesorando al gobierno mexicano y que su propuesta había sido la creación de un “Bloque de Búsqueda”, igual al creado en Colombia la década pasada y cuyo triunfo mayor fue la muerte de Pablo Escobar Gaviria cuando huía por el techo de tejas de una casa. En dicho Bloque de Búsqueda colombiano participaron activamente por lo menos dos agentes de la DEA: Steve Murphy y Javier Peña. «Para ir tras el Chapo hay que hacer lo mismo que hicimos cuando fuimos por Escobar. Conseguir a los mejores policías mexicanos, leales, incorruptibles. Pero lo principal sería no ir tras el Chapo, sino ir por sus sicarios, sus hombres de confianza, sus operadores financieros, lavadores y guardaespaldas. Hay que cerrarle el círculo», afirmó Murphy el 3 de noviembre en Vice.

La novela de Winslow aborda el transitar de Guzmán Loera desde su primera fuga y hasta antes de su segunda captura, previa a su segunda huída de un penal de supuesta alta seguridad, pero la similitud con lo acontecido después del 12 de julio de 2015 parece darle argumentos al escritor, proactivo integrante del grupo promotor de la versión de que Guzmán le es más funcional al gobierno mexicano afuera que en una cárcel mexicana, y menos en una estadounidense. “Si esta salida fue como la anterior [escribió el 14 de julio], ‘El Chapo’ no ‘escapó’. Abandonó el hotel y pagó la cuenta con sobornos, intimidación y chantaje. [Él] podría contar algunas historias acerca de entregas en efectivo… a funcionarios mexicanos de alto rango, quienes prefirieron que ande huyendo en las montañas de Sinaloa o Durango en lugar de dándole nombres a fiscales federales estadounidenses… Es posible que… con su influencia y prestigio, sea más útil para el gobierno afuera [como mediador entre los cárteles más violentos] que tras las rejas.” http://edition.cnn.com/2015/07/13/opinions/winslow-el-chapo-escape/.

La narrativa periodística tiene la responsabilidad ética de contar los hechos como realmente acontecieron, con fuentes primarias acreditadas por su nomenclatura y no con “fuentes confidenciales” que la mayoría de las veces resultan inexistentes. La narrativa de ficción, alcahueta de suyo, tiene la responsabilidad de imaginar la realidad, de exagerarla, de hiperbolizarla… de dar cuenta de los hechos como pudieron -y mejor aún: debieron- haber acontecido. Lo interesante para el caso es que en The cartel el sustento informativo no sólo rebasa mucha de la diatriba actualmente auto apodada periodismo, sino que hoy la bitácora del periplo y circunstancias de Joaquín Guzmán Loera -“un asesino en masa”, según Winslow- mantiene una sorprendente coincidencia -cuando dos o más inciden sobre lo mismo para que esto ocurra- con la novela, con la realidad imaginada antes de los hechos. Quede aquí lo dicho, pues.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *