La psicología del esclavo agradecido

Foto: elmundo.es
- en Salud

Por Bertrand Regader/

Muchas sociedades viven bajo el yugo de políticos tiranos que imponen una ley para los pobres y otra totalmente distinta para los ricos. ¿Por qué los ciudadanos conviven con esa realidad y, lejos de rebelarse, parecen incluso satisfechos con el orden establecido?

Una de las posibilidades para solucionar esta paradoja es pensar en términos parecidos a los que usa la psicología social o, incluso la filosofía.

Lo peor que le puede ocurrir a un esclavo no es su condición de esclavo en sí misma, sino la incapacidad para vislumbrar su situación como injusta. Así, no son los latigazos ni el trato degradante el principal sufrimiento del esclavo, sino la imposibilidad de reflexionar sobre su situación y llegar a la conclusión que una vida así no debe vivirse. El esclavo agradecido se resigna a vivir en el infierno, no cuestiona la realidad y por tanto no puede deshacerse de sus cadenas, mentales y físicas, que lo amarran a una existencia mediocre.

La neurosis de las sociedades modernas

Estamos mostrándonos agradecidos ante una realidad obscena. Esto responde a un trastorno colectivo, una neurosis cultural en que los ciudadanos no se paran a pensar en su situación presente y futura, sino que se resguardan ejecutando los resortes de su vida cotidiana: ir a trabajar, obedecer, llegar a final de mes… y así sucesivamente. Es la cultura de la supervivencia, de la obediencia ciega en ciertas dinámicas sociales y culturales que raramente cuestionamos.

Pero no nos engañemos: no estamos ante una suerte de filosofía del aquí y el ahora, no estamos hablando de la capacidad de adaptación. En mi opinión, no cabe ninguna consideración optimista en torno al perfil psicológico del esclavo agradecido. Son personas cabizbajas, resignadas a vivir una vida gris, y que se autoengañan intentando poner al mal tiempo buena cara como una forma de no afrontar la realidad.

El autoengaño de la adaptación

Adaptarse a unas condiciones de vida pésimas y denigrantes no debería ser ningún motivo de orgullo. Pero lo cierto es que los seres humanos nos acabamos adaptando incluso a las peores situaciones imaginables. El reto, por tanto, consiste en reflexionar sobre nuestras vidas de un modo sincero, abordando todo aquello que, aun remotamente, podamos cambiar o mejorar.

Nuestra habilidad para adaptarnos puede ser la mejor medicina para sobrevivir a situaciones y contextos calamitosos, como es el caso de guerras, períodos de hambruna o circunstancias personales de espanto. Pero hay que repensar esta habilidad y no convertirla en nuestro placebo; no dejar que cristalice en una especie de atadura mental que nos sujeta al infortunio.

El esclavo del siglo XXI

En nuestras sociedades, el esclavismo fue abolido, pero no han desaparecido los esclavos psicológicos de sus rutinas laborales. El estrés, la competitividad, la productividad laboral y un mercado de trabajo cada vez más hostil contra los trabajadores son el caldo de cultivo para que la mentalidad del esclavo agradecido siga diseminándose.

Vivimos completamente inmersos en la cultura de la competición, donde uno debe sacrificar la vida personal y familiar en favor de un puesto de trabajo que, con suerte, nos llevará a sentirnos satisfechos con nuestra existencia. Pero es una satisfacción vacua y prejuiciosa, puesto que los criterios a partir de los cuales establecemos esta percepción de éxito son erróneos: dinero, prestigio social, un buen coche… cuestiones materiales que nos anclan todavía más al perfil psicológico del esclavo moderno.

Bertrand Regader es psicólogo y director de la revista digital Psicología y Mente

Comentarios

  1. Nos provoca a reflexionar nuestra realidad y hacer algo para mejorar enfrentandola con valor y no escapar cobardemente y aceptar como esclavos agradecidos a gobiernos dañinos como el que vivimos en Veracruz y todo el país, muy buen artículo

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