Los ‘empleos’ de Peña

El presidente Enrique Peña Nieto ni mejora la economía, ni la seguridad, ni los empleos, ni nada...de mal en peor...
- en Foro libre

Rafael Loret de Mola/ Crónicas de la otra Esquina 

Presume el señor peña de que, a través de su cuestionada administración –sólo creen en él quince de cada cien mexicanos, por lo general adherentes al erario-, la creación de dos millones 200 mil empleos durante los cuatro años del régimen por él encabezado y cuyas expectativas eran, en un principio, mucho mayores; en realidad lo eran desde la oscura etapa de felipe calderón quien se autoproclamó como “el presidente del empleo” y acabo siendo un militarete con la casaca grande cual si se tratase de una caricatura del fantasmita “Gasparín” -éste sí con mayúsculas por lo divertido-. Con tales mentiras encubren una realidad poco feliz para los mexicanos; pobres de aquellos capaces de tragarse no sólo la carnada sino hasta el anzuelo.

Lo que bien ocultan el presidente y sus prodigiosos asesores en materia económica y laboral –cortados con la misma tijera utilizada para confeccionas los trajes de los usureros ávidos de acrecentar sus fortunas en un santiamén-, es un hecho irrefutable: para evitar la fuga de mano de obra, sobre todo la más calificada, y el desempleo abierto es necesario crear, nada menos, ¡dos millones de fuentes de trabajo al año”, lo cual significa que con el peñismo en el cenit ya nos faltan ¡cinco millones doscientas mil plazas!, más del doble de las anunciadas por el mandatario obtuso quien lee lo que le ponen en las manos sus asesores sin siquiera molestarse en cotejar los hechos.

Si en esta misma línea se administra los recursos domésticos de “Los Pinos” –no creo que “La Gaviota” entienda mucho al respecto-, los mexicanos acabaremos pagando los desayunos –en Sanborn’s y con Carlos Slim Helú como contertulio permanente- de la regia familia presidencial liberada de la plebe y de la prole, términos racistas como quieran verse que no dieron lugar a querellas tan formales como las del futbol en donde cualquier imbécil –así sea de mis queridos Pumas-, puede llamar “simio” a un adversario, para exaltar el oscuro color de su piel, sin ser sancionado con la severidad ameritada. Todo depende de las interpretaciones y las influencias de quienes resuelven asuntos y denuncias similares con criterios ajenos; digamos como los jueces de las plazas de toros quienes aspiran a su minuto de importancia a costa de quienes se juegan las vidas en los redondeles.

Ya sé que a muchos les disgusta este espectáculo pero es mi decisión defenderlo siempre por lo injusto de su estigmatización prohijada por los gustos y propósitos anglosajones aun cuando éstos cometen verdaderos excesos contra la fauna y la flora, la naturaleza misma, al grado de clonar seres irracionales para aumentar la oferta de pollos con cuatro pechugas y cuatro patas destinados a las grandes franquicias de los consorcios de “fast food”.

Pero, dicen, tales generan oportunidades de trabajo para los pobres mexicanos mendigantes y hambrientos; porque, además, bien se sabe que la desocupación es la madre que engendra, en buena medida, a la violencia porque quienes carecen de lo elemental hacen lo posible por conseguirse, por ejemplo, televisores de plasma, gratis por la generosidad de un gobierno al cual conviene mantener a los explotados en niveles de retrasados, para romper con el mal sino del inminente apagón analógica. Dentro de unos años ya se les ocurrirá otra cosa a los sabios para proceder a convertir en basura las nuevas pantallas. Y Peña con sus socios estarán fuera de la mira. Se pintan solos.

Mientras el gobierno cree avanzar en materia laboral, nada dice sobre las condiciones infrahumanas como laboran los mineros o, peor aún, los esclavos de las mafias en las cavernas del corredor Iguala-Cocula, el de la barbarie, destinados a refinar la cocaína o servir como cosecheros de marihuana y amapola. Este es, sin duda, uno de los peores dramas contemporáneos, lo mismo en África y en México: El sometimiento de los seres humanos, a la fuerza, sin la menor posibilidad de esperar la reacción de las autoridades coludidas con los cárteles de las drogas y los “capos” ocultos en las pirámides del verdadero poder, sea como empresarios de alcurnia –reverenciados hasta la peor degradación imaginable- o políticos ambiciosos sumados al carro de la abundancia para deshonra propia –les importa un bledo-, y de quienes los hereden en una larga lista de zánganos.

No, desde luego que no existe rencor social en cuanto he escrito pero sí rabia por la impotencia ante las rúas inmorales que descienden de los grandes cómplices del sistema. No aborrezco a los empresarios triunfadores, les aplaudo más bien si han sido honrados y han logrado sus fortunas a costa de sus propios esfuerzos, pero sí a los especuladores mañosos cuya intención primigenia es obtener información oportuna, ilegal también, para “invertir” a la segura o bien retirar sus fondos de los mercados bursátiles a costa de la economía del país por la que jamás apuestan en serio.

Los desempleados, entiéndalo bien señor Peña, en conjunto conforman uno de los polvorines más explosivos del país. Y no solo por la urgencia económica sino por la ralea que los coopta y los convierte sea en sicarios de las mafias o en elementos afines a los mandos castrenses, esto es sin vocación de soldados pero con la encomienda natural de sobrevivir y lograr que los suyos salgan de las barracas. Por desgracia, son más quienes caen en manos de los zares del vicio sobre todo porque las ganancias prometidas multiplican por un centenar las prerrogativas brindadas a los reclutas listos para matar mafiosos con armas de la edad media frente a las de élite manejadas por los tiradores con manos rebosantes de anillos y muñecas llenas de cadenas afeminadas. ¿No los han visto deambulando por doquier?. 

Por ejemplo, en Sinaloa, la entidad que curiosamente engendra a buena parte de los líderes del narcotráfico, festejan a los narcos cuando pasean por las calles; hasta los vitorean, con fervor, en tonos bastantes más altos que a los políticos, digamos Mario López Valdés, MALOVA, su gobernador en fase de finiquito, cuya supervivencia hasta el fin de año, cuando deberá entregar la silla de Palacio, está plenamente garantizada por el cártel de su entidad cuyas cabezas pelean pero no se destruyen: A la cabeza, por supuesto, Ismael “El Mayo” Zambada García quien traicionó al “Chapo” Guzmán, primero, dejándole en manos de la Marina y los marines estadounidenses en un complejo turístico de medio pelo en Mazatlán; y luego las huellas del “capo” desaparecieron sin que dejara de operar… mientras El Chapo se mantuvo en la prisión de “alta seguridad” del Altiplano con todas las ventajas imaginables. Cuestiones de jerarquía mayor.

Estos son, pues, parte de los empleos que tan en boga están a diferencia de las ocupaciones técnicas, profesionales y, sobre todo, legítimas. Puede ser que el faltante no cubierto por las promociones oficiales sea el que nutra a los cárteles y al ejército –donde el sueldo es lo de menos, por desgracia, ante los botines de guerra y la infiltración de los sicarios-, en las narices de la ex procuradora, Arely Gómez González-Blanco y de su sucesor en el cargo, Raúl Cervantes Andrade, igual que en las del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong –quien ya se sitúa a la par con Andrés Manuel en las encuestas más ridículas e increíbles desde que se instauraron las campañas predadoras de imágenes-, o del general Salvador Cienfuegos Zepeda, con apellido de guerrillero y accionar de burócrata.

No cabe duda que tales ocupaciones pueden estar registradas dentro de los parámetros del gobierno para medir los niveles alcanzados por la clase trabajadora cada vez más vista por las calles de México aspirando a ser escuchados como tantos huelguistas jamás considerados, maestros estigmatizados sin que se conozcan las verdaderas razones de sus protestas –el tremendo retraso en la calidad educativa y contra evaluaciones sesgadas con preguntas fuera de los rangos académicos; sólo faltó preguntarles si son priístas para considerarlos aprobados-, y los tantos grupos humanos que ya no soportan el sobrepeso de la alta burocracia, alta repito, porque en la media y baja en encono también aumenta con el manoseo de sus pensiones sin la menor consulta a quienes tienen sobrado derecho a las mismas.

Otra cosa sería, claro, si los presidentes se pensionaran con afores y no con millonarias partidas por sus tantos “sacrificios”. ¡Farsantes!

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