Rodolfo Herrera/ Vivir en el Golfo
Como cada año en todo México, los mercados del país están repletos de explosivos, la pirotecnia se escucha por todos lados, lo cual implica que no aprendimos la lección.
Y es que pese a operativos y campañas de concientización, al final de cuentas los ciudadanos acompañan sus festejos con fuegos artificiales que son manejados sin ninguna medida de seguridad.
Es decir ¿De qué sirve una campaña de concientización gubernamental, si la pirotecnia está al alcance de todo aquel que quiera adquirirla? Incluso niños.
Por una parte, la campaña advirtiendo del peligro corre por cuenta de ayuntamientos y gobiernos, pero por otra, si usted quiere celebrar su festejo con pirotecnia, pus sólo tiene que acercarse al área pública de cualquier zona comercial del lugar del país que usted prefiera y ahí, encontrara toda la variedad que desee.
A simple vista, la pirotecnia no está prohibida, está ahí al alcance de todos y en precios bajos, por ello en estos días de Navidad los pudimos escuchar constantemente.
Apenas el pasado 20 de diciembre, los mexicanos vimos asombrados como desapareció el mercado San Pablito, de venta de pirotecnia, en el municipio de Tultepec Estado de México.
Llegó a 34 el número de muertos en ese mercado, donde días antes las autoridades del gobierno de Eruviel Ávila lo habían calificado como el más seguro de América Latina.
Según Germán Galicia Cortes, presidente de locatarios de ese mercado, la seguridad se debía a que San Pablito contaba con “puestos perfectamente diseñados y con los espacios suficientes para que no se dé una conflagración en cadena en caso de un chispazo”, lo que finalmente ocurrió.
Y aseguraba que el mercado de pirotecnia de Tultepec contaba con extintores, agua, arena, pico, pala y personal cualificado que sabía cómo actuar en caso de algún incidente ¿Usted cree que esa seguridad exista en los mercados del país?
El presidente de México Enrique Peña Nieto reaccionó con pesar ante el hecho y manifestó sus condolencias a los familiares de los fallecidos, pero nada hizo por evitar esa tragedia.
Pero la experiencia con las tragedias no es nueva, los hechos trágicos han sido constantes, en 1988 una explosión de cohetes en el mercado La Merced, en la Ciudad de México, mató a 68 personas que se encontraban en el lugar.
En 1999 en la ciudad de Celaya, murieron 69 personas por la explosión de materiales para fuegos artificiales y pirotecnia, almacenada ilegalmente.
Aquí en Veracruz el 31 de diciembre de 2002, 29 personas murieron por una explosión en la zona de mercados, en pleno centro de la ciudad.
Las misas en recuerdo de los fallecidos, las placas conmemorativas, nada ha sido suficiente para recordarle a los ciudadanos sobre la peligrosidad del manejo de la pirotecnia,
El director de Protección Ciudadana y Vialidades del municipio de Veracruz, Germán García Contreras, advirtió que este año la presencia de detonaciones por explosivos y pirotecnia han aumentado, lo que implica que hay suficiente abasto de materiales.
El refrán dice que «todos los pueblos aprenden de sus errores», al parecer ese no es el caso de los mexicanos que pese a tantos ejemplos y experiencias funestas, parece que no entendimos la lección.
LAS CONDOLENCIAS INÚTILES
Ante la tragedia de Tultepec, el gobernador del Estado de Mexico Eruviel Ávila siguió el manual al que todo político recurre en estos casos:
Reaccionó de inmediato con las corporaciones de seguridad, intercambió información con los medios de comunicación, visitó a los heridos en los hospitales, pagó algunos gastos funerales, facilitó un helicóptero para el traslado del menor quemado a Houston Texas, hizo un recorrido por la zona desbastada, abrazó y lloró con familiares de fallecidos, todo eso estuvo bien, pero ¿Por qué permitió la existencia de ese mercado? ¿Por qué extendió los permisos de operación? ¿Por qué no inspeccionaron las medidas de seguridad? ¿En verdad cree usted que Eruviel Ávila está exonerado de toda culpa?
Pero todo parece indicar que ante la opinión pública, brincó del lado de los inculpados ,al lado de los que están prestos para castigar culpables.
Así son las cosas.
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