¿Qué les queda a los jóvenes?

El reto de los jóvenes ante nuevo gobierno
- en Foro libre

Sergio Alcántara Chávez+

Desde un trasfondo de exigencia a la juventud para tomar posición frente a su propia vida, partido en su contexto y carácter en las decisiones sociales, Mario Benedetti, escribió el poema —casi profético— que encabeza el título de la presente columna.

Hoy, la reivindicación de aquella prosa, resulta sustancial para la construcción de ciudadanía en un país como el nuestro.

En Tercer Grado, el 19 de noviembre pasado[1], el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, refirió dos precisiones que me parecen importantes: “democracia representativa” y “democracia participativa”. A la primera, López Obrador, encontraba ciertas deficiencias: la democracia que representa o representaba intereses partidistas, respondiendo al uso del poder arbitrario y, en ocasiones, abusivo, que se traduce en cotos de poder o prebendas al estilo de los líderes charros; a la segunda, el Presidente Electo, encuentra un valor singular: “el pueblo soberano” que toma decisiones y que, por mayoría, se aprueban. Apoyando, desde luego, el tema de las consultas próximas.

Sin embargo, la visión del Presidente Electo me parece un tanto inconsistente. Es decir, la intención de hacer participar a las y los ciudadanos de nuestro país en la toma de decisiones, el que nuestras opiniones sean tomadas en cuenta y el ceñirse a dichos resultados, es loable, lo que me parece inconsistente son las formas bajo las cuales se realizarán las consultas y que, dicho sea de paso, no están al margen de la ley; aunado a esto, surge una pregunta importante: ¿se encuentra la ciudadanía capacitada para decidir sobre temas técnicos que implican estudios sobre infraestructura, medio ambiente, salud, educación, capacidad operativa y asistencialismo? Lo cierto es que las “corazonadas”, la “fe” y la “confianza” no resultan factores que produzcan, per se, progreso en las sociedades contemporáneas.

Indudablemente, aquéllos son tópicos de relevancia. Pero, ¿podrían ser los temas como la unión entre personas del mismo sexo, la legalización del aborto, la adopción homoparental o la legalización de la marihuana, espejo de las futuras consultas? El carácter vinculativo entre aquéllos y estos temas es débil, cierto; pero los dos requieren visualizar tanto contextos específicos e impacto en minorías. Al respecto de lo antedicho, Agustín Laje, señala que «[…] una democracia ilimitada que pone bajo dominio del número todos los asuntos humanos pone en riesgo la libertad y, por añadidura, se pone en riesgo a sí misma.»[2] En fin, las democracias también se equivocan.

En este contexto democrático y social: ¿qué nos queda a los jóvenes? Creo en la participación activa de las juventudes, en que nos tomen en cuenta desde diferentes ámbitos, que nos brinden espacios de discusión y análisis, pero, como joven, creo también en una participación consciente, no improvisada sino aplicada, al margen de los retos que implica la vorágine de situaciones que México enfrenta. Las batallas son muchas: en primer lugar, contagiar a más jóvenes para que participen, que abracen su papel de factor de cambio y tengan la voluntad para hacerlo. Al Estado le compete generar más mecanismos y políticas públicas que nos incentiven, porque una beca mensual, si bien ayudará para poder comer o sustentar los pasajes que, jóvenes de todos los niveles educativos, pagamos todos los días (lo digo como estudiante Universitario), no permite una incidencia directa en la toma de decisiones ni la eficacia de la democracia participativa. Parece que esto omite el Estado.

Pero a los jóvenes nos toca librar una batalla mucho más complicada: participar desde nuestro conocimiento, desde el análisis y la razón. Pasar de la disidencia al diálogo ordenado, del debate a la generación de propuestas frescas e innovadoras que aporten progreso a México. Tenemos que olvidarnos, de una vez por todas, de la pereza, la simulación y las tradiciones políticas antañas que degeneran valores fundamentales como el respeto, la solidaridad y la honestidad.

Nos queda darnos cuenta que sí podemos. A pesar de las inclemencias que la vida en ocasiones traza en nuestro camino, participar será el mecanismo más sensato para transformar nuestras vidas, la vida de nuestra comunidad y, en consecuencia, generar progreso a través de voluntades conjuntas.

Cotidianamente nos quejamos del Presidente que deja el poder y también del que está a punto de tomarlo, la pregunta es: ¿qué vamos a hacer para solucionar las decisiones que ellos toman mal? Intelectuales de computador, activistas en Facebook, simuladores “progresistas” de Twitter, violentadores de pasillo ya hay suficientes.

Necesitamos seres congruentes que defiendan sus ideas, que pugnen por la paz y que lleven todo ello a la práctica. Necesitamos personas más libres, más frescas, más humanas. ¿Por dónde vamos a empezar? Tendiendo nuestra cama todos los días, ayudando a nuestros padres, respetando la pluralidad de ideas, siendo buenos estudiantes, trabajando incansablemente por nuestros sueños, leyendo e informándonos, siendo solidarios, lo demás —estoy seguro— vendrá por convicción y añadidura.

«¿Qué les queda por probar a los jóvenes?» Nos queda probar que sí queremos y que sí podemos. Nos queda reivindicar los sentidos democráticos y defender la libertad. Es el tiempo de las y los jóvenes: hagámoslo posible.

+ El autor es Premio Estatal de la Juventud en 2018.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] AMLO en Tercer Grado. Entevista: 19 de noviembre. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=v07EvwyOQVE

[2] Laje, Agustin. Limitar la democracia para salvar la democracia. México: Caminos de la Libertad. Recuperado de: http://www.caminosdelalibertad.com/resources/uploads/pdf/20150625_151948_mencion–agustin-laje-arrigoni–limitar-la-democracia-para-salvar-la-democracia–ensayo.pdf

Comentarios

¡Síguenos!

A %d blogueros les gusta esto: