Juan Villoro describe a EPN como «una figura artificial, aislada de la gente“

Ciudad de México. (SinEmbargo).– Las cuentas que deja Enrique Peña Nieto en México están en “saldo rojo”, afirma el escritor Juan Villoro, quien describe el sexenio que ahora agoniza como simplemente “decepcionante“.

Peña Nieto, dice el también periodista mexicano y miembro de El Colegio Nacional, tenía la visión de estar gobernando desde un set de televisión: “Fue el primer telepresidente que tuvimos, incluso cuando hablaba en público, en la ceremonia del Grito, parecía estar leyendo de un teleprompter“.

Villoro describe al priista mexiquense como “una figura artificial, aislada de la gente“.

“Hablé con las madres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y les sorprendió mucho que la reunión que tuvieron con el Presidente no hubo una cercanía empática, no hubo abrazos, no hubo un consuelo directo, sino una distanciada negociación. Lo cual habla de un Presidente muy ajeno a las circunstancias cotidianas, duras, que son las que definen la vida de un país”.

SinEmbargo ha hablado mucho durante este año con quien es uno de pensadores más influyentes en México: de sus libros, su Ciudad de México, sus premios. Ha pasado el año y ha pasado también el sexenio. Casi al final se muere Fernando del Paso, una pena grande para Villoro, el hombre que no duda en decir una palabra: “decepcionante” para describir los años del Gobierno de Peña Nieto.

–Preguntarte primero, ¿qué significa la muerte de Fernando del Paso, uno de nuestros más grandes escritores?

–Es una gran pérdida, fue un novelista total que logró tres catedrales de la novela tratando de resumir el universo entero. En Palinuro de México se ocupó de la medicina, del erotismo y del Movimiento del 68; en Noticias del Imperio de la trágica situación de Maximiliano de Habsburgo y de la debilidad mental y los delirios de su esposa Carlota. En José Trigo recreó todo el mundo de los ferrocarrileros del norte de la ciudad de México. Cada una de estas novelas representa un mundo, aparte de esos escribió notables reportajes periodísticos, un recetario de la comida mexicana, una novela policial, una memoria de Juan José Arreola, escrita en primera persona porque le tomó dictado al gran escritor jalisciense. Lo cual constituyó en un acto de generosidad extraordinario, en un momento en el que Arreola había sustituido la literatura escrita por la oralidad. De modo que la amplísima trayectoria de Fernando del Paso, su inventiva, su sentido del humor, la sensualidad de su prosa, creo le constituyeron un universo que nos va a hacer mucha falta pero que perdura en el mundo de las letras.

–Todos los recuerdan por su discurso en el Cervantes donde denunció la situación en la que estaba México, ¿qué pasó con el último sexenio que fue mortal para los mexicanos?

–Fíjate que Del Paso cada vez que recibía un premio aprovechaba para denunciar una situación incómoda, decir, ante la aceptación él marcaba una tónica de disidencia. Eso hizo cuando recibió el Premio José Emilio Pacheco en la Ciudad de México, cuando recibió el Artes y Letras y por supuesto cuando recibió el Premio Cervantes en Alcalá de Henares. Creo que con estos gestos él trataba de lograr un doble cometido: por un lado señalar al escritor que siempre debe estar inconforme y por el otro aprovechar la tribuna que se le concedía para hablar de las lacras y las zozobras de nuestro país. Era su periodismo que quizás no ha sido tan leído como se quisiera, porque está reunido en un volumen demasiado extenso, siempre fustigó las dictaduras, escribió bastantes textos contra Augusto Pinochet, criticó los abusos del PRI [Partido Revolucionario Institucional]. Fue un escritor consciente de su tiempo y quizás el momento donde lo individual se cruza con lo histórico es en la muerte de Palinuro durante el Movimiento Estudiantil del 68. Hay una señal simbólica desde luego de que Fernando del Paso muera 50 años después de esos sucesos.

–Haciendo un balance de lo que pasó, decía el historiador Jesús Vargas que muchas veces se ha dicho que el PRI había muerto, pero que sin embargo resucita. ¿Qué piensas?.

Bueno, el PRI es una cultura política muy amplia. Tú conoces bien el tema porque está el peronismo en la Argentina, que ha permitido tendencias políticas muy diversas, todas ellas amparadas en la figura tutelar de Perón. Algo semejante ha pasado con el PRI en la medida que ha tenido proyectos rotativos y contradictorios. Ha habido políticos nacionalistas que se declaran priistas, al mismo tiempo que otros neoliberales que también se declaran de esa tendencia. Entonces, los usos y costumbres de la política mexicana han quedado marcados por los 71 años que el PRI tuvo en la Presidencia y por el efecto que tuvo también en los demás partidos. Entonces creo que hay priismo cultural para rato. Aunque muera el partido, sus prácticas están en el aire. Hace algún tiempo salió un libro que se llama El pequeño priista que todos llevamos dentro [un libro de María Scherer] y nos entrevistaron a distintas personas. Justamente ahí se trataba de reflexionar sobre esta cultura política que rebasa el marco del PRI y que afecta a toda la sociedad mexicana.

–¿Este último sexenio fue particularmente irritante, terrible, con Enrique Peña Nieto a la cabeza?

–Fue muy decepcionante, porque después de 12 años en donde el PAN [Partido Acción Nacional] había abdicado de hacer política, después de una gran decepción, de una alternancia democrática conducida por la derecha, se esperaba que hubiera una renovación por lo menos del trato político. Es decir que hubiera otra política de seguridad y se corrigiera las terribles deficiencias en la política social de México, pero por desgracia el Gobierno de Enrique Peña Nieto fue una especie de prolongación de los gobiernos anteriores. Las reformas estructurales me parecen que muchas de ellas sólo beneficiaban a un grupo de empresarios, en el caso de la Reforma Energética, o se dedicaban a hacer reformas laborales en el caso de Reforma Educativa y hubo una siniestra Reforma Fiscal, que perjudicó básicamente a quienes pagamos impuestos y que no son los más poderosos que se han constituido en grandes evasores en este país. Entonces, yo creo que fue un sexenio decepcionante, marcado por escándalos terribles como el de la “casa blanca” o el de Ayotzinapa, entre muchos otros. Las cuentas de Peña Nieto quedan en saldo rojo.
–Hay una manera de llorar de México que no cesa por todos los casos de inseguridad, los desaparecidos, el asesinato de Javier Valdez…

–Desde luego, el dolor producido por la muerte es terrible. Cada una de ellas es inaceptable. Cuando estaba en la Presidencia Felipe Calderón se quejaba de que en México criticábamos las muertes violentas cuando en Brasil había más muertes violentas. Nosotros no somos brasileños y él no era el presidente de Brasil. Además cada muerte violenta es un escándalo. La que acabas de mencionar, el admirado y querido Javier Valdez, es un ejemplo muy preciso de cómo la cancelación de una vida sesga todo un proyecto de búsqueda de la verdad. Entonces estas muertes no han dejado de causar dolor y la campaña que acabamos de vivir no fue la excepción, porque aunque todo el mundo se puso de acuerdo para reconocer de inmediato el triunfo abrumador de Andrés Manuel López Obrador, debemos recordar que hubo 48 muertos violentas de candidatos a distintos puestos de elección, lo cual fue terrible. De esos, 13 fueron candidatos a jefes municipales y nueve de esos casos los partidos que los presentaban ya no presentaron candidatos. De modo que ahí triunfaron las balas sobre los votos.

–Ahora Enrique Peña Nieto fue una persona muy aislada, ¿nunca hablaste con él?, ¿él nunca habló con nadie?

–Efectivamente, tenía la visión de estar gobernando desde un set de televisión, fue el primer telepresidente que tuvimos, incluso cuando hablaba en público, en la ceremonia del Grito, parecía estar leyendo de un teleprompter. Era una figura artificial, aislada de la gente, hablé con las madres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y les sorprendió mucho que la reunión que tuvieron con el Presidente no hubo una cercanía empática, no hubo abrazos, no hubo un consuelo directo, sino una distanciada negociación. Lo cual habla de un Presidente muy ajeno a las circunstancias cotidianas, duras, que son las que definen la vida de un país.

–¿Por qué crees que él fue Presidente, porque era guapo, por ejemplo?

–Es una gran pregunta. Primero por el descrédito de la alternancia conducida por el PAN, la guerra del narco de Felipe Calderón no contó con la simpatía del Congreso y ni siquiera de su propio partido. Era una guerra personal y presidencialista. Volcó al PAN al tercer lugar de las opciones electorales. Entonces este descrédito, esta bancarrota, hizo que el antihéroe de la política mexicana, el partido que más había confundido lo público con lo privado, el partido que más había luchado contra la democracia, pudiera regresar en elecciones vigiladas y competidas. Desde luego que también hubo una campaña muy orientada en tratar de garantizarle a la gente dos cosas, seguridad y dinero. Era una campaña en donde con todo su aparato, toda la logística a su disposición, el PRI pretendía garantizar seguridad económica y seguridad pública. Ese mensaje fue muy bien recibida por mucha gente, aún sabiendo que el PRI tenía negros antecedentes pero lo consideraban como el antihéroe que podía ayudar. Era como tener un hermano mayor, un abusivo, que te golpea, pero de cuando en cuando te hace un favor y te da un poco de dinero. Era el regreso del ogro filantrópico para utilizar la expresión de Octavio Paz. Un partido abusivo que de manera compensatoria ofrecía beneficios y prebendas para la gente. Yo creo que eso explica en parte el hecho de que el PRI hubiera podido regresar cuando ya parecía que nos habíamos librado de él.

–¿Cómo será el PRI como oposición?

–Yo espero que el PRI aprenda ahora una lección que no aprendió cuando perdió las elecciones ante Vicente Fox. En aquel momento, el PRI tuvo una oportunidad histórica de hacer balance de sí mismo y de hacer una autocrítica y de tratar de convertirse en un partido socialdemócrata. No han faltado priistas que han tratado de reformar el partido desde dentro. Algunos tuvieron que salir de él, es el caso de Andrés Manuel López Obrador, de Cuauhtémoc Cárdenas, de Porfirio Muñoz Ledo y de tantos otros. Pero creo que ahora deberían hacer el beneficio de autocrítica interna que no hicieron cuando perdieron las elecciones del 2000 con Vicente Fox. Si no lo hacen, creo que estarán ahora sí liquidados para siempre.

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