Hoy se celebra el nacimiento del hijo de Dios

Unidad y amor en estas festividades
- en Cultura

Xalapa, Ver.- La Navidad es la gozosa encarnación y celebración de un gran misterio: Dios, teniendo un Hijo único, lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera Hijo de Dios (san Agustín).

La santa madre Iglesia, en el ciclo del año, desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la encarnación y el nacimiento hasta la expectativa de la feliz esperanza y venida del Señor (SC 102)

Navidad es el tiempo litúrgico que celebra los misterios del nacimiento según la carne del Hijo de Dios.

Cada año la Iglesia celebra la Navidad del Hijo de Dios el 25 de diciembre, preparada por cuatro semanas de Adviento.

En español Navidad, en italiano Natale, en francés Noël se derivan de la raíz latina Nativitas, de donde también obtenemos la palabra “Natividad” (es decir, el nacimiento).

La palabra Christmas viene del inglés antiguo Christes Maesse (“Misa de Cristo”) – que es la misa celebrada en honor del nacimiento de Cristo.

El término llegó a aplicarse tanto a la fecha en que la misa era celebrada que le quedó en nombre al Período.

El término Christes Maesse comenzó a ser escrito en inglés como una sola palabra a mediados de los años 1300.

El recuerdo del Nacimiento de Jesús se ha convertido familiar, social, cultural, económica y hasta políticamente en la fiesta religiosa cristiana más importante del año. Ninguna otra fecha recordatoria, ni siquiera Semana Santa y Resurrección de Jesús, alcanza los niveles de popularidad y derroche que la celebración del Nacimiento de Jesús en Belén. 

Desde el punto de vista de la fe, la Resurrección de Jesús tiene una trascendencia definitiva e incomparable. Ya lo reconoció San Pablo escribiéndoles a sus amigos de Corinto: Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor 15,17). Sin embargo ni en los hogares, ni en las calles, ni en las parroquias, ni en el contexto, la celebración del domingo de Resurrección se puede comparar con la exuberancia simbólica y folclórica con que los cristianos de todo el mundo celebramos el Nacimiento.

¿Por qué?

Solamente por la fe, creyendo que con Jesús nos llega el enviado de Dios para enseñarnos el camino para la salvación, no se puede explicar lo que está sucediendo. Muchos de los que celebran generosa y dinámicamente la Navidad no relacionan las fiestas con tan alta trascendencia. Su sociabilidad, sus familiares y amigables encuentros gastronómicos, sus generosos regalos, deseos transferidos de felicidad, sus bailes y trasnochadas tienen muchos motivos, algunos evocados en el silencioso pesebre, que preside en lugar de honor de la casa, otros en las anheladas esperanzas de valores escondidos en nuestras conciencias, que brotan al unísono en este concierto social espontáneo, que interpretamos todos románticamente al cierre del año. Algo así como si todos quisiéramos vivir condensadamente en  unos días lo que no logramos en el resto del año.

¿Qué valores hay en el pesebre que nos atraen consciente o inconscientemente ?

Todo niño al nacer nos enfrenta con el misterio de la vida en sí, de la vida en la criatura recién nacida y el futuro que alcanzará. Nos aboca al misterio del amor y la belleza de la maternidad. Y todo esto nos ablanda, invadidos por la ternura, ese noble y emocionante sentimiento que nos hace cálidamente humanos.

En el escenario del pesebre la imaginación popular ha puesto a Jesús en el centro del cosmos con el sol, la luna y las estrellas, de la naturaleza vegetal y animal representada por ovejas y toda clase de animales.

Ese niño que es el rey del universo desde su total fragilidad, nos nace identificado con el misterio de Dios y anunciando la paz. Nos lo entrega María, arropado por su grandeza de mujer tocada por lo divino en su intimidad, que encarna valores excepcionales de mujer fuerte y sencilla, que ama sin límites y acoge lo mismo a pastores marginados que a reyes de Oriente, y que es fiel a todos sus altísimos compromisos, la responsabilidad ciudadana de cumplir la ley, aunque sea para un empadronamiento abusivo y desde luego la de salvar a Jesús huyendo a Egipto.

Dios que se nos hace humano, vida como don de Dios, paz, para todos sean marginados o reyes, amor que se encarna y se puede abrazar, alegría y dicha aun en situaciones críticas de soledad y pobreza, esperanza porque ya tenemos con nosotros quien nos abre el camino y la garantía de la mediación de la mujer más maravillosa, “bendita entre las mujeres” y un hombre, José, que nos enseña desde su silencio prudente a ser fieles a lo que Dios espera de cada uno.

Consciente o inconscientemente celebramos estos valores, los leemos explícita o implícitamente en el pesebre, los cantamos en los villancicos, los contemplamos cuando dedicamos tiempo a dialogar con Jesús de Nazaret sobre las lecciones alentadoras y deslumbrantes de su propio Nacimiento.

Pero además parece que toda la sociedad cristiana ha hecho un pacto sociomoral, ha decidido dedicar unos días al año a la generosidad, a la solidaridad, a la convivencia en armonía, a la familia y desde ahí a proyectarnos y desbordarnos al resto de la sociedad, todo con alegría, con deseo de felicidad para todos y con paz.

Hermoso programa social de valores que surge a la sombra del Nacimiento de Jesús y que demuestra la cantidad de bondades que navegan en lo más hondo de nuestras conciencias.

En el escenario del pesebre la imaginación popular ha puesto a Jesús en el centro del cosmos con el sol, la luna y las estrellas, de la naturaleza vegetal y animal representada por ovejas y toda clase de animales.

Ese niño que es el rey del universo desde su total fragilidad, nos nace identificado con el misterio de Dios y anunciando la paz. Nos lo entrega María, arropado por su grandeza de mujer tocada por lo divino en su intimidad, que encarna valores excepcionales de mujer fuerte y sencilla, que ama sin límites y acoge lo mismo a pastores marginados que a reyes de Oriente, y que es fiel a todos sus altísimos compromisos, la responsabilidad ciudadana de cumplir la ley, aunque sea para un empadronamiento abusivo y desde luego la de salvar a Jesús huyendo a Egipto.

Dios que se nos hace humano, vida como don de Dios, paz, para todos sean marginados o reyes, amor que se encarna y se puede abrazar, alegría y dicha aun en situaciones críticas de soledad y pobreza, esperanza porque ya tenemos con nosotros quien nos abre el camino y la garantía de la mediación de la mujer más maravillosa, “bendita entre las mujeres” y un hombre, José, que nos enseña desde su silencio prudente a ser fieles a lo que Dios espera de cada uno.

Consciente o inconscientemente celebramos estos valores, los leemos explícita o implícitamente en el pesebre, los cantamos en los villancicos, los contemplamos cuando dedicamos tiempo a dialogar con Jesús de Nazaret sobre las lecciones alentadoras y deslumbrantes de su propio Nacimiento.

Pero además parece que toda la sociedad cristiana ha hecho un pacto sociomoral, ha decidido dedicar unos días al año a la generosidad, a la solidaridad, a la convivencia en armonía, a la familia y desde ahí a proyectarnos y desbordarnos al resto de la sociedad, todo con alegría, con deseo de felicidad para todos y con paz.

Hermoso programa social de valores que surge a la sombra del Nacimiento de Jesús y que demuestra la cantidad de bondades que navegan en lo más hondo de nuestras conciencias.

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