“El bulto” o “si volvieran los dragones”

AMLO padece la amnesia de "el Bulto"
- en Foro libre

Por Roberto Hurtado Barba/

No cabe duda de que la nostalgia vende. Y no me refiero a las antigüedades y a objetos de interés histórico, lo que en inglés llaman “memorabilia”, que han producido fiebres consumistas. En el 2012 se vendió un jersey de Babe Ruth por más de 4 millones de dólares (https://www.gobankingrates.com/saving-money/entertainment/mlb-world-series-11-expensive-baseball-memorabilia/). El recuerdo de un tiempo pasado te aterriza en certidumbre. Por lo general, y salvo experiencias sumamente traumáticas, al pasado se le ve con condescendencia, donde lo “bueno” se recuerda mas que lo “malo”. Esto último se matiza o se olvida, en el sentido que ya no importa mucho al haberse diluido las emociones negativas que pudo haber generado en su momento. Y no solo a nivel personal, también en el ámbito colectivo. Esa capacidad de olvido, perdón y distorsión es muy humana y nos hace seguir adelante. El sentido de pertenencia que dan los recuerdos también juega un papel importante.

Así, la nostalgia a tiempos pasados se potencia en tiempos tumultuosos y difíciles. A mayor tiempo transcurrido, mas fuerte es la nostalgia. Ejemplos abundan. Por increíble que parezca, la encuesta anual del Levada Center de Rusia sobre si los encuestados lamentan la caída de la Unión Soviética, en su última edición, arrojó que el 66% están de acuerdo en que fue perjudicial la desaparición de dicha entidad (https://www.rt.com/russia/446894-ussr-nostalgia-russia-survey/). ¿En serio? ¿Ya se les olvidó la falta de libertades? ¿La dictadura? ¿El Gulag? ¿Las purgas de Stalin? ¿El atraso tecnológico y la escasez de bienes de consumo? ¿Las listas de racionamiento? Sin duda el paso a un régimen de mayores libertades en las ex–repúblicas soviéticas ha sido duro y tortuoso. El recuerdo de la relativa seguridad social que había, contra la incertidumbre aparente después de la desaparición de la URSS, contribuyen sin duda a dicha idealización del pasado.

Pues bien, al flamante presidente de la república (AMLO) también está infectado por el virus de la nostalgia. Viene, desde la campaña hasta ahora, haciendo referencia a los tiempos del desarrollo estabilizador (1940-1970 según Wikipedia) como el modelo económico, político y social a seguir. Reniega sulfúricamente en cada oportunidad sobre el -que así denomina- periodo neoliberal. A AMLO le gusta la historia de México y también hace alarde de sus conocimientos en la materia cada que puede. No solo se asume como, sino también como juez que dictamina cual es el lado correcto de la misma (el de su visión, claro está). Con semejante soberbia se apoya en su versión historiográfica para definir destino y para denostar a sus críticos y adversarios (reales o ficticios) como pertenecientes al lado oscuro del conservadurismo. AMLO -nacido en 1953– creció en los párvulos del desarrollo estabilizador. Estudió los dogmas del sistema -poco democrático, dicho sea de paso- y los aprendió muy bien. Su versión de la historia coincide con la de los libros de texto de la época.

De ahí la nostalgia. La idealizada y benévola nostalgia. AMLO se quedó anclado en los sesentas. Se quedó con la versión del control político omnipresente y corporativista de la dictablanda -dictadura perfecta, diría Vargas Llosa- del PRI. Con la censura (autocensura, mejor dicho) mediante cooptación y contubernio con los medios de comunicación. Con el estado paternalista que ayuda a los marginados y los convierte en clientes electorales. Con el gobierno empresario que impulsa el desarrollo de la economía (y que a veces invierte y gasta por motivaciones políticas y no económicas). Con el gasto en infraestructura como prioridad. Con el desdén por el desarrollo tecnológico y científico. Con los monopolios estatales donde sus administradores son políticos leales al presidente. Con la exaltación de un nacionalismo chauvinista, vago y vacuo. Con la doctrina Estrada. Con la xenofobia como elemento justificativo del discurso político. Con la corrupción de siempre. Con los políticos enriquecidos gracias a sus posiciones de poder. En fin, con el PRI de aquellas décadas.

Lo que no ve AMLO es que el país no es el mismo que el de aquellos tiempos. El mundo no es el mismo tampoco. El milagro mexicano -crecimiento económico del 6% anual en promedio- no fue el único de esa época ni fue debido solo a factores internos. Otros países también supieron aprovechar la coyuntura internacional (relativa paz mundial, créditos disponibles, acceso a tecnologías para uso civil producto de los desarrollos para usos militares durante la 2ª guerra mundial y la guerra fría, campañas mundiales de vacunación, aumento de la producción agrícola por el uso de fertilizantes, etc.). Brasil e Italia crecieron a tasas similares en esas décadas. Japón y Alemania se recuperaron del desastre de la 2ª guerra mundial. Lo que no ve AMLO es que lo que propició la bancarrota del país en los ochentas fue que se estiró al extremo, en lo setentas, el modelo del desarrollo estabilizador con abrumadora intervención gubernamental. ¿Y porqué la prisa de Echeverría y López Portillo por exacerbar el modelo? ¿Y porque el descuido de las variables macroenómicas? Por la simple razón de que dentaban un poder casi absoluto; porque el país que gobernaban era el de un solo hombre durante su mandato. Y la concentración de poder corrompe, obnubila el pensamiento y vuelve megalómanos a sus detentores. Y a falta de contrapesos y ante la preponderancia de las versiones políticas sobre las técnicas, unos pocos errores viniendo del poder concentrado en pocas manos pueden tener terribles consecuencias. Esa es, precisamente, una de las trampas del autoritarismo. Y para ejemplo, en la cúspide del modelo, está la nacionalización de la banca por López Portillo en 1982. A AMLO parece que se le olvida la espiral en caída libre -devaluaciones, hiperinflación, enorme deuda externa, carestía, escasez, desempleo- de la economía de México durante los ochentas y buena parte de los noventas. AMLO culpa al neoliberalismo, pero en realidad el culpable fue el mal manejo de la economía en los setentas e inicio de los ochentas (aunado, también, a circunstancias internacionales desfavorables). Por si fuero poco, las versiones más kafkianas de la corrupción gubernamental ocurrieron en esos tiempos, antes del “periodo neoliberal” (la escandalosa corrupción del sexenio de Peña Nieto es nimia en comparación) ¿No se acuerda de las fortunas hechas al amparo del poder de Miguel Alemán, de Hank González, del Negro Durazo, de la Colina del Perro? Recordemos que el narcotráfico se alió con el poder en los setentas y los ochentas. En el fondo, AMLO, que critica al conservadurismo, postula ideas conservadoras -de otro tiempo- reciclándolas como liberales (que no neoliberales, con perdón por la confusión de términos).

En fin, pareciera que AMLO padece la amnesia de “El bulto” (película mexicana de 1991 que trata sobre un fotógrafo que estuvo 20 años en coma producto de una golpiza policial en una manifestación de 1971). Sabemos que nos así, que AMLO ha estado activo en la política todo este tiempo y está bien enterado. Entonces, parece que lo que padece es de nostalgia por idealización. Como la nostalgia que magistralmente plasman Joaquín Sabina y Fito Páez en su canción “Si volvieran los dragones” al final de ésta: “Si volvieran los dragones a poblar las avenidas / de un planeta que se suicida / Si volvieran los dragones, Robin Hood, Las amazonas, Marco Polo, Nosferatu, Garcilaso, Casanova, Buster Keaton, Mata Hari, Don Quijote, Macedonio, Moby Dick…”. ¡Ah! Si volvieran esos tiempos felices de la juventud las cosas serían mejores…

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