Película Rocketman, biografía de Elton John, brilla como lentejuela y «es menos tímida para retratar la homosexualidad»

Por Jake Cole

Nueva York. (AP).- Uno puede decir lo que quiera sobre Rocketman, la lustrosa biografía de Elton John dirigida por Dexter Fletcher, pero no podrá negar que brilla como una lentejuela. Al igual que su extravagante sujeto, es una cinta vestida de gala aun cuando sólo vaya a los sitios más convencionales.

Sellada casi servilmente en la hermética burbuja de una película biográfica de rock, Rocketman generará, justificadamente, amplias comparaciones con su telonera: la cinta del año pasado sobre Freddie Mercury  Bohemian Rhapsody. Ambas son sobre figuras exuberantes, en ambos casos íconos gay con un talento sobrenatural para el lujo y el espectáculo. Fletcher también ayudó a dirigir Bohemian Rhapsody, en sustitución del retirado Bryan Singer. Las dos películas incluso comparten a un villano: el apoderado musical John Reid (Aiden Gillen en Bohemian Rhapsody, Richard Madden aquí).

Y Elton, como Freddie, producía en masa melodías contagiosas irrefutables y eternas cantadas alrededor del mundo. Con más énfasis en la melodía que en el significado, la animada música de ambas llega lista a la gran pantalla. Sus canciones eran películas, en Technicolor. Así como Bohemian Rhapsody puede pasar por alto los orígenes de “Scaramouche”, no es necesario investigar por qué ese bailarín es tan pequeño (en alusión al tema “Tiny Dancer”).

Rocketman aprovecha su calificación para adultos, es menos tímida para retratar la homosexualidad del protagonista y proyecta dramáticamente la vida de John sobre un tapiz fantástico. En definitiva es mejor película, aunque está repleta de lugares comunes y depende en gran medida del contagioso catálogo musical de su astro y de su actor principal.

Éste es Taron Egerton, quien no luce ni suena especialmente como John pero ofrece una actuación estelar construida a base de carisma y voluntad. Egerton lo da todo, y si existe una cualidad que define una película sobre Elton John, es el entusiasmo.

En conjunto, esta es una historia autorizada y más o menos verdadera (John es uno de los productores ejecutivos), pero frecuentemente se independiza de trabas tan molestas como la cronología y gravedad. En una escena, el propio John — a quien el crítico de rock Robert Christgau una vez se refirió como “su propio espíritu de la época” — se eleva como un cohete del escenario de un estadio al cielo estrellado y explota como un fuego artificial. Rocketman tiene en cada fibra de su ser el compromiso de pulir la leyenda de Sir Elton: literalmente un astro en explosión.

Donde hubo oscuridad, ahora estás tú, Elton John”, el diabólico Reid le dice poco después de que John se convierte en una industria de 87 millones de dólares anuales.

Con un guion de Lee Hall, Fletcher da zumbidos por la vida de John, encontrando trampillas en su pasado que caen en magníficas rutinas de canto y baile. Parte de Rocketman suena en un piano de juguete cuando es un niño pequeño y “Saturday Night’s Alright for Fighting” en un carnaval, por una razón que se me escapa. La siguiente canción suena apenas unos minutos después. Rocketman se siente con frecuencia como el anuncio comercial de un musical de Broadway. Es una película que añora llegar al escenario.

La historia, narrada con flashbacks, salta a una reunión de un grupo para adictos. “Mi nombre es Elton Hercules John”, el cantante se presenta antes de enumerar sus adicciones: alcohol, cocaína, compras. Naturalmente, también nos lleva a la infancia de John (cuando Elton era Reginald Dwight), donde sus posesivos padres, y uno de los papás más arrogantes que se hayan visto, inconscientemente hacen de su hijo un artista desesperado y una especie de perchero.

Los anticipados momentos de éxitos y excesos le siguen al meteórico ascenso de John. El principal hilo a través del filme, al menos en teoría, es su eterna amistad con el letrista Bernie Taupin, una relación que superó a todas las otras. El Bernie de Jamie Bell no aparece suficiente, pero si hay alguien que cubre su puesto es Madden, que amenaza sensualmente la pantalla en cada escena que sale.

Todos los artilugios teatrales y vestuarios con plumas, sugiere Rocketman, es un modo de John de esconderse de sí mismo, de “Reginald Dwight”. Pero cualquier demonio que lo persiga sólo recibe un reconocimiento formal. Quizás Elton no podía lidiar con la realidad, pero Rocketman ciertamente no puede. En vez, la cinta de Fletcher es fundamentalmente una de metamorfosis, dibujada míticamente. Cuando interpreta “Crocodile Rock” en el Troubadour de Los Ángeles, sus pies — y los del público — logran despegar. Rocketman es más feliz con los pies lejos de la tierra en un esplendor pop de ensueño, con los focos delanteros iluminando la carretera.

Rocketman, un estreno de Paramount Pictures, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años vayan acompañados de padre o tutor al cine) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por lenguaje soez, uso de drogas y contenido sexual. Duración: 121 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.

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