Abstención de hasta el 80% en las elecciones del domingo 2 de junio

- en Foro libre

Por José Gil Olmos/

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La abstención de entre 70 y 80% en las elecciones del pasado domingo 2, en seis entidades de la República Mexicana, deja un mal sabor para cualquiera de los partidos participantes, independientemente del triunfo o la derrota.

El desinterés ciudadano por concurrir a las urnas es un fiel retrato de la incapacidad que tienen todas las fuerzas políticas de ser representantes de la ciudadanía y portavoces de sus necesidades. De ahí que cualquier festejo que realicen se ve empañado por la desastrosa participación de los votantes que dejaron de asistir a las urnas, desmotivados por la falta de empatía, credibilidad y confianza en todos y cada uno de los partidos.

¿Para qué gastar casi cinco mil millones de pesos en los partidos políticos este año, si para la elección en las seis entidades sus candidatos no fueron capaces de atraer el interés de los ciudadanos?

De acuerdo con el presupuesto aprobado para este año, Morena recibió mil 567 millones de pesos; el Partido Acción Nacional (PAN), 861 millones, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), 811 millones. El resto tendrán más de 350 millones de pesos cada uno para gastar.

Pero si lo vemos como una inversión electoral, los partidos salen debiendo, dado que no convencieron a la ciudadanía para a salir a votar el domingo pasado.

Pese a estos números rojos, al darse a conocer los resultados preliminares, la dirigencia del PAN celebró una pírrica victoria en las elecciones para diputados y presidencias municipales en Tamaulipas, Durango, Quintana Roo y Aguascalientes, como tratando de minimizar la derrota mayúscula en la elección para gobernador de sus dos principales bastiones: Baja California y Puebla.

El PRI celebró tristemente que mantendrá su registro como partido político, y Morena festejó haber ganado las gubernaturas en Puebla y Baja California, y algunas diputaciones y presidencias municipales, pero no como esperaba con la marea de la victoria de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial, que cada vez disminuye más en el ánimo social.

Para todos los partidos que participaron, la escasa asistencia a las urnas debería de ocuparles antes que celebrar un triunfo tan nimio, con apenas 20 o 30% de participación del electorado, porque esa es la dimensión verdadera de la legitimidad social con la que arrancarán sus tareas y responsabilidades de gobierno y administrativas.

Morena tendrá que preocuparse en serio por hacer un trabajo de partido y no basarse únicamente en la popularidad de López Obrador, que cada día se desgasta por los errores cometidos. Para el PAN, antes de ver su reafirmación de segunda fuerza política nacional, las derrotas en Puebla y sobre todo en Baja California –donde gobernaba desde hace tres décadas– son un serio aviso de que no es una opción para la mayoría de los ciudadanos, sino que depende de su voto duro, que no ha crecido.

Para el PRI el mensaje de la derrota general en las urnas es que sigue en caída libre, que su militancia se reduce peligrosamente y la división interna sólo les generará más debilidad.

En tanto, al PRD la mínima presencia como partido y en coalición les tiene que generar una alerta roja de que está en riesgo su registro y ver con seriedad si a 30 años de su existencia hay necesidad de una transformación estructural.

Por cierto… Con los resultados de esta elección se confirma que los partidos políticos siguen atascados en una severa crisis de credibilidad y confianza ciudadana. La elección presidencial de 2018 se basó más en los candidatos que en los partidos, de ahí que el reto de cada fuerza política sea encontrar las nuevas fórmulas que los identifiquen como una opción de gobierno para la ciudadanía y no como asociación con intereses económicos particulares.

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