Culiacán, el hijo del «Chapo» Guzmán y Aristóteles; la 4ta Transformación y la lógica

Caso Sinaloa evidencia enormes compromisos de la Cuarta Transformación con grupos delincuenciales
- en Foro libre

José Luis Ortega Vidal/ Claroscuros 

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Los hechos dramáticos suscitados la tarde/noche del pasado jueves en Culiacán, Sinaloa, contienen elementos variopintos cuyo análisis obliga a una revisión multifactorial.

Para Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad Pública en el país, Ovidio Guzmán -hijo del «Chapo» Guzmán»- nunca estuvo formalmente detenido a pesar del exitoso operativo conjunto de fuerzas federales, del ejército y de la guardia nacional, destinado justamente a llevarlo ante un juez.

En términos de la teoría del discurso, Alfonso Durazo miente. Cito:

                                                     LA TEORÍA DEL DISCURSO DE HABERMAS

I. La fundamentación de normas y juicios morales

«Los potenciales de racionalidad del lenguaje permiten entender a la comprensión como objetivo del lenguaje. El entendimiento que se encuentra mediado por el lenguaje descansa en actos del lenguaje. Éstos contienen implícitamente las pretensiones de validez de verdad, corrección y veracidad.43» (1)

A diferencia del discurso del Presidente Andrés Manuel López Obrador -quien irresponsablemente condujo a lo superfluo, «guácala, fuchi, pórtense bien, los regañarán sus mamacitas», la lucha contra el crimen organizado- el Secretario de Seguridad no puede ubicar su declaración sólo en el ámbito estrictamente político porque, al mismo tiempo de estar allí, creó una falacia distractiva para ocultar lo obvio: el Estado perdió una batalla importante contra sí mismo por torpezas muy claras.

Me explico: contra Ovidio Guzmán existen órdenes de aprehensión con intenciones jurídicas de extraditarlo a Estados Unidos por narcotraficante.

Para fiscales y jueces el ciudadano mexicano Ovidio Guzmán, de 29 años de edad, es un delincuente por sí mismo más allá de que su padre también lo sea y esté encarcelado por ello en Estados Unidos, en un contexto donde no puede escapar de la prisión como lo hizo en dos ocasiones en México, ni humillar al Estado como lo realizó su vástago en Culiacán.

La diferencia entre Estados Unidos y México en ese sentido es la seriedad con la cual los vecinos del norte se toman el monopolio de la violencia en manos del Estado; al mismo tiempo de constituir el mercado de consumo de drogas más grande del mundo.

Los norteamericanos -hipócritas y drogadictos- se toman muy en serio el empleo de la fuerza y reclaman allende sus fronteras el envío de drogas mientras consumen estupefacientes en cantidades récord dentro de su territorio. Nadie duda de ello.

Ahora bien, si hay órdenes de detener a Ovidio y se le colocó en condiciones de captura o inmovilidad simplemente debió ser esposado y puesto en una cárcel a disposición de la autoridad pertinente.

Declarar -tras el fracaso del operativo concretado a las tres de la tarde del jueves en Culiacán, Sinaloa- que Ovidio Guzmán no estuvo técnicamente detenido representa un manejo tramposo del argumento político por parte del Secretario de Seguridad cuyas palabras se suman al discurso irresponsable y de consecuencias políticas graves de Andrés Manuel López Obrador en torno al mismo tema: la lucha contra la inseguridad en el país.

No es lo mismo rodear, acorralar, frenar, inmovilizar, capturar que detener, ciertamente…

Pero lo que se vivió en Culiacán fue, en concreto, un humillante triunfo del cártel de Sinaloa para rescatar a uno de sus mandos de manos de las fuerzas federales.

Los soldados responsables de cumplir órdenes y haber llegado frente hijo del «Chapo» fueron abandonados a su suerte por el alto mando oficial: es decir por el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y los propios gobiernos estatal y municipal con elementos policíacos teóricamente organizados y capacitados para defender a la sociedad civil y al estado de Derecho.

Decir que fueron abandonados a su suerte no representa que no llegasen refuerzos -lo cual ocurrió parcialmente- sino la falta de aplicación de la inteligencia previa a la captura del hoy famoso, a nivel mundial, integrante de la familia del crimen organizado.

Volvamos a la perspectiva del discurso político a partir de la retórica.

Es muy fácil solazarse con la transpolación de un contenido significante a un universo significativo distinto: por ejemplo de la retórica a la demagogia…

Se pueden decir verdades en ambos casos pero la lógica nos permitirá distinguir cuando hay una verdad debidamente sustentada y cuando estamos ante una media verdad o una mentira…

Argumentar la liberación de Ovidio Guzmán como una forma de evitar una masacre constituye un significante correcto si lo vemos desde la perspectiva pragmática de una batalla que estaba perdida…

Sin embargo, si el discurso oficial no ofrece información oportuna, profunda, directa, sobre los errores de planeación y ejecución del operativo contra el hijo del «Chapo» Guzmán, nos coloca como ciudadanos ante un universo distinto al correcto: se liberó al delincuente detenido como consecuencia de un error de inteligencia en la cadena de mando cuyo camino termina en la Presidencia de la República.

Y esto no es ajeno a la realidad y sus consecuencias, ni es cosa menor…

Insistamos: la ausencia de un reconocimiento pleno y detallado de los errores, no asumir las consecuencias de dicha gravedad, nos deja frente a la demagogia aunque se nos intente vender una justificación falaz, vista desde cualquier ángulo.

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Léase al respecto, sobre la Retórica y la Poética de Aristóteles (2)

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Por varias horas en Culiacán, Sinaloa -hecho histórico- el estado de derecho fue abandonado desde el nivel local hasta el federal.

Fuerzas federales recibieron órdenes, las cumplieron y luego -junto con los culichis- fueron víctimas de un infierno.

Contextualicemos: en materia de discurso político, antes y después de abandonar el estado de derecho en Culiacán, prevalecía y prevalece el concepto erróneo de combatir al crimen organizado sólo con palabras y no con acciones suficientes: preventivas, de estrategia, locales y foráneas, financieras y armadas, basados en el derecho nacional como en los acuerdos internacionales sobre la materia.

No, no es un tema de frases superficiales y declaraciones tramposas…

Tampoco es -ni parcial ni totalmente- un asunto ajeno al actual gobierno…

El pasado pesa y explica, sí, pero la realidad es aquí y ahora desde el primero de julio del 2018…

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Coexiste una visión dialéctica, contradictoria, nutrida de elementos falsos y verdaderos en torno a los hechos aquí aludidos.

Rebasado como fue, por la fuerza y las tácticas del enemigo, el operativo de captura de Ovidio Guzmán colocó al gobierno federal ante la disyuntiva de enviar refuerzos -helicópteros que pudieron ser derribados por las ametralladoras barret de los delincuentes; aviones; más tropa- o liberar -como ocurrió- al hijo del «Chapo» Guzmán.

Lo primero se hubiese convertido en una victoria pírrica porque por encima de Ovidio Guzmán hay un jefe mucho más poderoso: «El Mayo» Zambada…

Y frente al Cártel de Sinaloa y/o del Pacífico, está su rival el CJNG con Nemesio Oseguera, cabeza criminal demencialmente de mayor trascendencia…

No se había capturado ni al Mayo ni al Mencho y la muerte de docenas o más, de militares o civiles, habría tenido tintes trágicos y de consecuencias políticas mucho más profundas a diferencia del desenlace atestiguado.

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 ¿México es un Narcoestado?

Narcoestado es un neologismo al que debemos filtrar en todas las teorías posibles antes de usarlo en forma irresponsable.

Hay elementos históricos, culturales, económicos, sociales, políticos por lo menos a partir de la postrevolución, cuya observancia explica en parte lo ocurrido en Sinaloa.

Va una analogía: a lo largo de décadas han sido sembradas minas explosivas en el territorio y sociedad del país.

Lo de Culiacán como antes lo de Aguilillas, Michoacán, o lo de Minatitlán y Coatzacoalcos, en Veracruz, o el caso de los 43 en Iguala, Guerrero, etcétera, son estallidos de esas minas…

La gravedad consiste en la presencia de nuevas y más poderosas bombas, amén de torpezas y falta de claridad en torno a la estrategia en la lucha contra dicha amenaza…

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 Como toda lucha con triunfos y derrotas, lo de Culiacán deja grandes enseñanzas.

Si el discurso erróneo de la frivolidad buscó centrarse en objetivos político/electorales para la 4ta Transformación, es decir MORENA, su fracaso pragmático ya se puede observar y de no haber cambios substanciales se reflejaría en los comicios del 2021 y 2024.

Si hay una estrategia escondida destinada a operar más adelante, hablamos de casi un año en el poder con resultados nulos e incluso negativos en materia de seguridad.

La población civil en México es atacada a dos fuegos: balazos e incertidumbre.

Como nunca la sociedad mexicana entregó la fuerza de 30 millones de votos a un  movimiento social con líder firme al frente: MORENA y AMLO.

Partidos enemigos debilitados, ausencia de liderazgos rivales fuertes, impiden una crisis más grave en los grupos al frente del poder institucional mexicano.

Y más allá de la obligada lectura política, partidista, del ajedrez en el poder, surgidas del caso Culiacán: como nunca el monstruo del miles de cabezas asomó y derrotó al Estado así haya sido en una batalla.

La derrota ha sido muy significativa.

Ni dentro ni fuera de las fronteras del país vecino del imperio norteamericano, conviene un Estado que ceda, ceda, ceda y no deje de ceder espacios de poder al crimen organizado.

Si los actores locales del poder político no son capaces de imponerse como dueños de las armas y por ende del monopolio de la violencia, no será extraño el fortalecimiento de fuerzas extranjeras en el cuidado de sus propios intereses.

A ese grado resultó alarmante la batalla perdida.

(1) https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3088/4.pdf

(2) (http://www.scielo.org.mx/pdf/dianoia/v53n60/v53n60a4.pdf

 

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