Franz Kafka la otra cara

Frank Kafka autor de METAMORFOSIS
- en Opinión
Tras telón/Jorge A. González
Es el año de 1901. La universidad Karl Ferdinand lo acepta en la carrera de derecho. Cinco años después se doctoró en leyes. Buscó entonces un trabajo burocrático que le diera la libertad de profundizar en sus intereses intelectuales.
Se empleó en un estudio jurídico y después en una agencia de seguros, fue entonces cuando Franz Kafka comenzó a escribir.
Una prosa cristalina que su albacea decidió revelar, aun cuando le pidió que no lo hiciese, razón por la que hoy se le conoce como uno de los escritores insustituibles.
Se trata de un rompecabezas donde el autor se convierte en protagonista de sus escritos, hombre que se ve entre la enfermedad y la muerte temprana.
A diferencia de otros autores, él no crea personajes de rasgos inconfundibles, se convierte en algo más real y tangible; acuña un sello propio.
De ahí que muchos consideren su literatura enigmática y sordamente angustiosa. Aunque existen testimonios que lo definieron como un personaje ingenioso y carismático dentro del círculo de los debates intelectuales de la Praga modernista. Decía algunos: “figura seductora, irónico y hasta alegre”.
Nació en Praga, ciudad considerada por algunos la más bella de Europa. Cuna de grandes compositores como Antonin Leopold Dvorak y Bedrich, así como escritores de la talla de Reiner María Rilke y Milan Kundera.
¿De dónde viene Kafka?
Personaje aclamado por su forma de escribir en el siglo XX. El hombre que se forjó involuntariamente una historia personal, convertido junto con su obra, en una especie de leyenda de Praga.
Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883. Ve la luz en la calle de Maisel, zona modesta en el centro de Praga. Cuando tenía dos años su familia se traslada a la Plaza Weichselplatz.
Hijo de padre comerciante, Hermann, oriundo de Bohemia meridional, se trasladó a Praga para ganarse la vida. Llegó con un carrito ambulante. Se le conocía como una persona trabajadora y emprendedora.
Pronto se casa con Julieta, hija de un importante empresario cervecero, quien le dio a su marido un importante apoyo económico para que luego abrieran un negocio de complementos, bastones y sombrillas. El negocio se convirtió en un importante almacén.
Kafka tenía miedo de fracasar en la vida, en sus primeros estudios fue bastante bueno. Estudió lengua alemana y checo, aunque para entonces era algo corriente en una sociedad multilingüe.
La Calle Celetna número 3 fue donde el escritor pasó más tiempo con su familia. Fue ahí donde tuvo su primera habitación. Joven de personalidad reservada y deseosa de intimidad. Sus padres tenían para entonces un negocio de mercería en la planta baja de su casa.
En esa habitación se encuentra con un elemento crucial en sus cuentos y relatos: la ventana que daba a la calle. Creativamente es su salida al exterior, la trascendencia, a lo que está más allá. De ahí su texto titulado “La ventana que da a la calle”.
Su padre, imperativo, de carácter fuerte, gritaba y daba manotazos. Eso le parecía a su hijo algo tiránico y horrible.
Era obvio que Hermann rechazara siempre las intenciones intelectuales de Kafka, a lo cual añadimos que sostuvo relaciones quebradas en los sentimental y en lo físico con las mujeres que transitaron en su vida.
Recién graduado hace sus prácticas como abogado, no lo pasó agradable, pero salió avante y logró su doctorado.
El edificio de los tribunales está lleno de pasillos que se cruzan unos con otros, salas de espera, oficinas, un ambiente que tomó como pretexto para contextualizar su obra “El Proceso”.
La casa Opel fue el último domicilio donde Kafka vivió con su familia. Tenía nuevamente su habitación y su ventana en un edificio lujoso.
Privilegiado con vista a la calle Paris, también a la Iglesia de San Nicolás y una parte de la iglesia rusa. Era un edificio agradable, salvo el ruido de los grifos de agua. Eso le molestaba al autor.
En esta casa escribió “Un artista del hambre”, historia conmovedora si se piensa que murió imposibilitado de comer, por la tuberculosis que se le aferró en la garganta.
Quizá en esos malos momentos escribió el último relato, probablemente junto con “La construcción”, que es “Josefina la cantora”, o “El pueblo de los ratones”. Una especie de alegoría de la vida desconsolada del artista que es (aseguran) el testamento póstumo de Kafka.
Fue Max Brod a quien le debemos poder intimar con Kalfa. Su amigo durante toda su vida, cómplice, confidente y albacea de su obra, quien desenvolvió al mundo todos sus manuscritos, a pesar de que le pidió que no lo hiciese.
Conoció a su amigo en una conferencia de Schopenhauer, y ahí Brod tomó la palabra para tachar a Nietzsche de impostor, pero éste era uno de los maestros intelectuales de Kafka, quien muy indignado pidió la palabra y comenzó la discusión que terminó más tarde en amistad.
Fue en la casa de Brod donde el autor lee sus escritos en público por primera vez para amigos y familiares. Ahí conoce a Felice Baure, con quien tuvo una relación epistolar constante. Su amigo quiso convertir al escritor en pensador de corte religioso, Kafka pudo sobrevivir a eso.
A los 29 años escribe en una noche su texto “La Condena”. Cuando le dio lectura en público no pudo contener las lágrimas porque se dio cuenta de que había encontrado su vocación de escritor. Un texto, quizá el más redondeado de todos. Relato célebre e inmortal.
Milena, la mujer con quien tuvo la más estrecha relación intelectual le escribió: “En este cuenco (sobre La condena), cada frase, cada palabra, cada música está relacionada con el temor, la herida se abre por primera vez durante una larga noche”.
“La metamorfosis” es sin duda el texto más conocido de Kafka. Se lo envió a otra mujer: Gretel Bloch, con quien tenía una relación por correspondencia de coqueteo.
Otras opiniones del autor
A decir de Félix de Azúa, poeta, ensayista, novelista y profesor de literatura, “hay una interpretación antes de la Segunda Guerra Mundial bastante sensata por parte de sus discípulos y de sus editores.
“Después de la Guerra se convierte en un prototipo de todos los disparates de los años 70s. Primero como una especie de monje raído, atormentado por la existencia, una especie de cura existencialistas.
“Miles de comunistas que escribieron de él decían que vio con claridad cómo iba a ser el capitalismo, y se  acabó convirtiendo en una figura muy antipática, ridícula.
“Hereda todo ese humor absurdo que luego llamarán surrealismo procedente del teatro doméstico hebreo, de la comedia judía, ese mismo que heredan los hermanos Marx o Woody Allen. Sus referencias teológicas eran ironías extraordinarias”.
La vida social de Kafka no fue exactamente activa, pero se reunía en confiterías y cafeterías de Praga con sus amigos, por ejemplo, en el café Louvre, fue un lugar donde pasó muchas horas agradables. Iba con sus amigos Max Brod, Otto Pitt, Franz Bergel y Oscar Krause.
El autor huía de diversos lugares ruidosos así que se mudó a vivir con su hermana Ottla en el Callejón de Oro, también llamado de los Alquimistas, conocido así porque se supone que en épocas de Rodolfo II los alquimistas hacían sus pócimas e intentaban buscar el oro.
El escritor tenía dos o tres textos en donde mencionaba caballos y jinetes, tenía una especie de afición hípica. Existía en él una cierta fascinación por dicha actividad.
Kafka leía a Goethe con su capacidad casi arrolladora de producción y de proyección en el mundo. Le gustaba mucho Flaubert.
Formaba parte de una minoría de habla alemana y a su vez de otra minoría judía. Era austríaco de nacimiento, pero después de la Primera Guerra Mundial, cuando se constituyó el nuevo estado checoslovaco, su nacionalidad pasó a ser checa.
Felice Bauer sostuvo un romance largo y tormentoso (1912-1917) con Kafka. Más tarde, vive al lado de su hermana Valli, quien tenía un departamento donde el autor vivió poco tiempo, por las razones que ya sabemos, el ruido de las calles y la plática de los vecinos.
Frente a la llamada sinagoga española se encuentra la polémica estatua a Kafka, que como se ha dicho tuvo una relación muy ambigua con el judaísmo, sobre todo porque el ejemplo de su padre no lo movía a eso.
Su obra “La muralla china” surge luego de que se levantó en Praga el Muro del Hambre, ahí cuenta “cómo en el fondo, todas las obras humanas se inician con un proyecto, pero luego se deviene en otra cosa y se van volviendo imposibles”.
En sus andanzas, llegó a vivir en una pensión de Silesia, lugar en el que conoce a Julie, con quien estuvo a un pelo de casarse. Joven costurera, humilde y bonita, ella se reponía de la pérdida de su novio que mataron en la Guerra del 14.
De esta relación se conoce poco. No hubo demasiada correspondencia, fue más tranquila y callada. Cuando estaban comprometidos y se acercaba la fecha, Kafka postergaba con pretextos.
Para entonces habían apalabrado una casa donde viviría la pareja, pero en algún momento el acuerdo se cayó y de ahí se agarró escritor para romper con Julie, quien al final terminó en un manicomio.
Carta al Padre, es una misiva en la que todo parece indicar que el escritor tenía cierto rencor por su padre, era vigoroso, sin problemas sexuales y sostén de una familia relativamente feliz. Lo culpaba de sus frustraciones y de sus limitaciones.
El declive
Kafka enfermó de tuberculosis y se trasladó a un pequeño pueblecito de Surau, donde vivía su hermana Ottla, la más joven y preferida de sus hermanas. Ella lo cuidaba y lo mimaba, lo respetaba intelectualmente. Luego lo dos decidieron vivir en el Palacio Schonborn, que hoy ocupada la Embajada de los Estados Unidos.
Fue en ese lugar donde le vino la primera hemorragia, y él cuenta: “por la mañana vino la sirvienta, una buena chica, casi certificada por muy objetiva. Vio la sangre y me dijo: Señor Doctor, a usted ya no le queda mucho”.
En este lapso es cuando escribe las reflexiones breves o aforismos (las únicas en toda su obra) en donde hace algunas menciones directas a lo trascendente, al más allá, donde existe algún tipo de reflexión que evoca a la mística judía.
Milena Jesenská, de 23 años, de familia católica pero impetuosa, conoció al autor por su obra “El Fogonero”. Tuvo la valentía de acercarse al autor y le pidió autorización para traducir sus obras del alemán al checo.
Así comenzó una relación epistolar que se extendió entre 1920 y 1922, dos años antes de su muerte, relación que dio el más completo archivo de cartas conmovedoras e impactantes del autor.
Ante el ocaso de su vida, Kafka conoce a la última mujer de su vida, el amor de los más sinceros y de los más definitivos: Dora Diamant, ella lo ayudó en los últimos meses en que estuvo internado en Alemania.
Después en una situación terminal se trasladó a una clínica de Viena, donde transitó las últimas semanas de su vida atendido por Dora y otro amigo suyo, Robert Klopstock, estudiaba medicina y le sirvió de fiel enfermero hasta el final.  
El último día reclamó una inyección de morfina, su amigo se la administró y cuando se alejó un momento para limpiar la jeringa que había usado, Kafka le pidió: “No te vayas”, Robert le contestó: “No me voy, me quedo”, entonces él respondió: “Pero yo sí me voy”. Y así murió en 1924.
Existió una batalla por los derechos de la obra del genio checo, convertida en asunto de Estado entre Alemania e Israel, misma que arrancó en 1973 y se prolongó hasta el pasado mayo del 2019 que los derechos quedaron en manos de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, tesoro que estaba depositado en Zúrich.  
Nota: Análisis del texto “La Praga de Kafka”, del libro “Lugares con genio”, de Fernando Savater. Publicado en 2013.

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