Como si no tuviéramos suficientes problemas en México con la inseguridad, el desempleo, la epidemia y la crisis económica; surgen ahora manifestaciones sumamente violentas en diversas ciudades del país.
Es cierto que hay manifestaciones donde se protesta con razón contra las injusticias y quienes participan en ellas están en todo su derecho de llevarlas a cabo. Incluso están permitidas por la Ley. Son parte de la libertad existente.
Pero no confundamos la gimnasia con la magnesia. Las manifestaciones tienen una condición ineludible para llevarse a cabo: deben ser respetuosas, pacíficas y ordenadas.
Dicho en otras palabras, no puede llevarse a cabo una manifestación integrada por una turba de vándalos que sale a causar destrozos en la propiedad ajena.
En estos casos sus integrantes buscan a toda costa que haya víctimas entre los manifestantes, para agregar una bandera más a su movimiento. Algunos participantes imprudentemente acuden llevando niños pequeños, a pesar del riesgo a que los exponen.
Si hay algún descalabrado al que la policía tuvo que “tranquilizar” con una macana, para que no siguiera destrozando cosas, sus cómplices gritan que hay represión y algunos medios magnifican las cosas presentando como mártires a los vándalos.
Lo mismo sucede si la policía cumpliendo con su obligación detiene a los saqueadores. Inmediatamente diversos grupos radicales amenazan endurecer sus protestas para que las autoridades temerosas los liberen inmediatamente, sin que los detenidos tengan que responder por los destrozos causados.
La falta de sanción resulta ser prácticamente una invitación para que sigan cometiendo fechorías, sabiendo que no les va a pasar nada.
Hay que aclarar que poner orden no es represión. Si no se pone orden oportunamente, puede esto acabar en una tragedia, porque no faltará algún ciudadano que enojado por la pasividad gubernamental y ante el riesgo de perder su patrimonio, defienda su propiedad con lo que tenga a la mano.
La pasividad gubernamental ha hecho que los manifestantes crean que pueden agredir impunemente a la policía, a la cual a veces materialmente “agarran de piñata”. Los pobres uniformados tienen que aguantar insultos, pedradas y golpes, porque desde atrás de un escritorio sus jefes les han ordenado no responder a las agresiones. Algunos manifestantes violentos han de creer que no son delitos el saquear comercios, destrozar vidrieras y robarse impunemente la mercancía de las tiendas que encuentran a su paso; o bien destruir puertas de las iglesias y en un acto de verdadera provocación para los creyentes, entrar a éstas a destruir imágenes religiosas.

Cuidado!. No provoquen a quienes profesan una religión. Dicen quienes estudian el comportamiento social que los seres humanos son capaces de dar la vida por su tierra y por su fe.
Los encapuchados y encapuchadas, que también las hay, gritan a los cuatro vientos que protestan contra la violencia. No se puede pedir el cese de la violencia siendo violentos. Ni Mahatma Gandhi, ni Martin Luther King, ni Nelson Mandela habrían tenido logros tan grandes si hubiesen sido violentos.
Por otro lado, resulta preocupante observar como en esas manifestaciones acuden mujeres jóvenes sumamente agresivas que con el rostro encubierto y empleando martillos y palos rompen aparadores.
Dicen que el futuro de una nación depende en gran medida de su juventud, especialmente de las mujeres porque con el tiempo se convertirán en madres y maestras de sus hijos o sea de los futuros ciudadanos. Pobre México si además, esta clase de personas que traen un gran resentimiento social y son fácilmente manipulables por los agitadores profesionales, llegan algún día a gobernarnos. Lo que le espera al país.
Tan estamos en el mundo al revés que en la CDMX hubo una mujer encapuchada que llevaba un garrote para agredir a quien se le pusiera enfrente. Los policías la persiguieron, derribaron y golpearon estando en el piso. Al detenerla se dieron cuenta de que era menor de edad. ¿Y los papás de esta chamaquita, bien gracias?. ¿A quién se le ocurre dejar ir a un mitote a una muchachita de 16 años?.
Cuando a la policía los encapuchados les están tirando piedras y bombas molotov, resulta muy difícil que sepan quién es adulto y quién adolescente. Si no se cuidan ni se defienden al enfrentar a una multitud violenta armada con palos, piedras y hasta bombas; pueden resultar severamente lesionados, como pasó en Guadalajara cuando un manifestante le arrojó combustible en la espalda a un policía y después le prendió fuego.
Extrañamente, algunos medios le dieron más relevancia a la muchachita tirada en el piso, que a los ciudadanos pacíficos que resultaron con enormes pérdidas, porque la turba les robó su mercancía y destruyó sus locales. Ahora, los policías están detenidos. Así, nadie va a querer ser policía.
Muchos políticos prefieren nadar de muertito para no afectar sus carreras. Ante estos conflictos no quieren ni despeinarse. Hacen como que no los ven ni los oyen. Permiten que las turbas hagan toda clase de desmanes. Hay que decirles que eso no es gobernar.
Cuando un político asume un cargo público, protesta guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen. No aplicar la Ley y dejar a la ciudadanía a merced de los violentos, no es gobernar, ni mucho menos cumplir con el deber legal.
Los vacíos existentes que deja la ausencia de la autoridad son llenados rápidamente por grupos de alborotadores, muy bien organizados y sincronizados, que no salen de la nada. Alguien los convoca, alguien los escoge, alguien les dice lo que hay que hacer, alguien los entrena, alguien los protege, alguien los azuza y sobre todo, alguien les paga.
En aras de la paz y de la tranquilidad de los ciudadanos pacíficos, sería muy bueno que las autoridades averiguaran quién o quiénes están moviendo los hilos en estos conflictos y lanza a jóvenes desadaptados a hacer desmanes.
El país ya no quiere más violencia.
¿No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y feliz inicio de semana.
bueno señor y entonces qué espera para buscar un puesto de elección popular? si mete orden, tiene mi voto!