La derecha populista en juego

Rafael López Aliaga, un miembro ultraconservador del Opus Dei podría ser próximo presidente de Perú
- en Opinión

En 2016, el empresario multimillonario Donald Trump apareció en la escena política norteamericana para vencer -contra todo pronóstico- a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. Diversos sondeos ya daban como ganadora a Clinton, pero, en la última semana de la campaña electoral, esa tendencia se desplomó y terminó por darle el triunfo al republicano.

El efecto Trump provocó el resurgimiento global de la derecha populista, cuyos postulados marcados son el proteccionismo comercial, un duro mensaje de xenofobia contra los inmigrantes y el racismo contra las minorías sociales. ¿Y esta corriente en qué circunstancias aparece con mayor auge? En contexto de crisis, sea económicas o sociales, donde es vista como una opción poderosamente atractiva para la población.

Con Trump pasó: el republicano derrotó al Establishment tradicional que no conectaba con el pueblo bajo la candidatura de Clinton. Había, ciertamente, pánico en la minoría blanca que con cuatro años más de los demócratas en la Casa Blanca permitiera el avance de las comunidades afroamericanas e inmigrantes. No querían perder los privilegios de los que gozaron históricamente. Es por eso que Trump, quien reivindicaba la soberanía estadounidense, caló con su mensaje.

Ahora, después de Trump, vinieron otros prospectos parecidos: Boris Johnson que logró ejecutar el Brexit para que el Reino Unido salga de la Unión Europea; Marie Le Pen consolidó su partido Frente Nacional cuyas chances de ganar las elecciones presidenciales de Francia en el 2022 están latentes, el fortalecimiento de agrupaciones de derecha populista como la Alternativa por Alemania (AfD) en Alemania; el Partido de la Libertad en Austria; Amanecer Dorado en Grecia; Jobbik en Hungría, Ley y Justicia en Polonia, y más recientemente los Demócratas Suecos.

En América Latina, el efecto causado por Trump tiene, actualmente, su exponente en el brasileño Jair Bolsonaro, quien, al ser derrotado el republicano en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, ha quedado solo en la región. Y esto se podría agudizar más en el 2022 cuando -probablemente- se enfrente a Luiz Inácio da Silva, quien ha quedado limpio de forma preliminar de toda acusación por el Caso Lava Jato. Ahora bien, este contexto lo traslado a lo que está ocurriendo en el Perú.

En Perú se vive una campaña electoral. La polarización ideológica se acentúa más conforme se llega a la fecha final: el 11 de abril. En medio de este panorama, el empresario Rafael López Aliaga ha aparecido en escena. Es un personaje polémico y, a la vez, peligroso por sus posturas de ultraderecha. Miembro del Opus Dei, López Aliaga no estaba en el radar de ninguna empresa encuestadora en Lima. Sin embargo, a partir de enero, su mensaje directo y agresivo tuvo llegada a un sector conservador que existe en la sociedad peruana.

López Aliaga está por ahora en el segundo lugar de las preferencias. Tiene las mismas características que Trump: multimillonario porque ha generado toda su riqueza en la industria hotelera y ferroviaria en la ciudad del Cusco; tiene un discurso conservador sobre el aborto y el matrimonio homosexual; cree en el mercantilismo puro y nacionalista. Y es una máquina de mentiras: día, tarde y noche dice incoherencias que no tienen base ni datos. Por ejemplo, que la ivermectina es mejor que las vacunas. Ataca a la prensa tradicional como la independiente que ha revelado varios detalles sobre su pasado: como que debía una millonaria deuda al fisco nacional.

Pero no solo con Trump tiene similitudes, también con Bolsonaro. En ese sentido, López Aliaga es, como decíamos, muy ligado al Opus Dei. En reiteradas entrevistas ha dicho que la religión sería un componente esencial si llega a ser gobierno. De hecho, en su lista al Congreso, hay varios representantes de iglesias evangélicas y organizaciones que rechazan el enfoque de género en la educación. Para muestra es su vicepresidenta Neldy Mendoza, quien estuvo ligada al Sodalicio de Vida Cristina -entidad acusada de abusos sexuales a sus miembros- y que dijo que las mujeres que salían adelante en su trabajo eran «abuelas terroristas».

En los últimos días, López Aliaga sorprendió con una insólita alianza con un movimiento llamado Frente Patriótico, cuyo líder es Antauro Humala. En 2005, Humala lideró una asonada golpista contra el entonces presidente Alejandro Toledo en Andahuaylas. Lamentablemente, por ese acto, fueron asesinados cuatro policías. Humala fue sentenciado a 19 años de prisión, pero eso no le ha quitado que -en algunas oportunidades- tengan presencia en los medios de comunicación por sus opiniones políticas.

Esta alianza ha sido catalogada como la unión del fascismo elitista, encarnado en López Aliaga, y el criollo, en Humala. Evidentemente tuvo impacto y el candidato López Aliaga tuvo que disolver la unión porque, sin duda, le restaría votos en el tramo final de la campaña. A lo que voy es que este personaje es un serio peligro para la estabilidad democrática del Perú.

Si llegase al poder, pondría en marcha sus ideas ultra conservadores en asuntos sociales y aplicaría un mercantilismo puro para sobrellevar la economía. La última vez que no se observo en peligro la institucionalidad se dio con Alberto Fujimori, quien con un nefasto autogolpe en 1992 se quedó hasta el 2000 en Palacio de Gobierno. No se debe caer otra vez en el error y darle cabida a un populista derechista que es una incógnita.

 

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