Colombia y el Salvador

Rebelión en Colombia provocada por el abuso de la clase gobernante que quiere seguir explotando a un ya de por sí, empobrecido pueblo
- en Opinión

En una democracia plena y libre no se puede vulnerar los derechos civiles ni atacar y avasallar la independencia de las instituciones. Lamentablemente, en Colombia y El Salvador, no se ha predicado con ese ejemplo. En los últimos días, los gobiernos de Iván Duque y Nayib Bukele han apelado el autoritarismo para imponer sus decisiones. Esto ha desatado violencia, caos, represión y amenazas contra su ciudadanía.

La crisis en Colombia estalló a partir de un proyecto del presidente Duque, quien buscaba recaudar 25 billones de pesos (unos 6.850 millones de dólares). La iniciativa planteaba que las personas que ganaban más de 2,4 millones de pesos mensuales (unos 663 dólares), debían declarar un impuesto a la renta.

En el 2023 se iba extender la base tributaria a aquellos que reciben una cifra superior a 1,7 millones de pesos mensuales (unos 470 dólares). A estas cifras, además, se planeaba incluir el cobro de la IVA que es del 19%, a las tarifas de servicios públicos de energía, acueducto y alcantarillado y gas, para usuarios de los estratos sociales 4, 5 y 6, los más altos de la escala.

También elevar las sobretasas a la gasolina y el diésel, modificar el impuesto que se cobra por el uso de combustibles fósiles y crear un impuesto nacional sobre productos plásticos de un solo uso utilizado para envasar, embalar o empacar bienes. Estos criterios fueron rechazados por la población y el Congreso.

Si bien al cierre del 2020, el Producto Bruto Interno (PBI) se ubicó en 3.3% y su índice de crecimiento en -8%, la propagación de las variantes de la Covid-19 en la región ha hecho que las empresas no tengan la liquidez necesaria para sobrevivir en el mercado. Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE), la tasa de desempleo nacional en marzo de 2021 con respecto a marzo de 2020, pasó de 12,6% a 14,6%.

Entonces, Duque creó su propia crisis. Perdió a colaboradores importantes como los ministros de Hacienda, Alberto Carrasquilla, y Relaciones Exteriores, Claudia Blum, quienes formaban parte de la columna vertebral del Gobierno junto a Interior y Defensa, carteras que también han carecido de estabilidad en los últimos años.

Además, el frustrado proyecto de reforma tributaria provocó el destape de otras demandas como el cambio del modelo económico, la reforma policial y una mejor implementación del proceso de paz. Sin embargo, lejos de acoger estos puntos, Duque apeló a la brutal represión de la policía que deja -hasta el momento- 50 fallecidos y cientos de heridos.

Deslegitimar las protestas con acusaciones de infiltrados e intentos de golpe de Estado fue un grave error de Duque. Porque la comunidad internacional, a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, investigará lo que ocurre en Colombia. Y las Naciones Unidas y la OEA han puesto bajo la lupa el accionar de su Gobierno que no puede atenuar la escalada de violencia.

La otra cara de la moneda es Bukele. El presidente de El Salvador demuestra que no tiene respeto por la separación de poderes. En febrero de 2020 mostró su pulso autoritario al ingresar con el Ejército a la Asamblea Legislativa, donde amenazó con disolver a los diputados si no autorizaban un préstamo de $109 millones para invertirlo en seguridad pública.

Con este antecedente no sorprende que haya ordenado la destitución de los magistrados de la Corte Suprema y el fiscal general en la Asamblea Legislativa. Este gesto lo muestra como un potencial futuro dictador en El Salvador. Y Bukele se mueve en ese terreno porque tiene una gran aceptación popular. Las encuestas le sonríen y ello hace que sus decisiones no tengan un impacto negativo. Es respaldado por la población.

En ambos casos, Duque y Bukele ofrecen una equivocada respuesta gubernamental en sus países. Recurren al autoritarismo, mediante la imposición de la fuerza y el poco respeto por la institucionalidad, que le hace un daño terrible a la democracia en América Latina. Tenemos el antecedente de Donald Trump, quien trató de dividir a Estados Unidos a días de abandonar el poder. Utilizó a fuerzas de choque para sostener sus mentiras y crear un ambiente hostil entre los norteamericanos. No puede volver a pasar en otros contextos como en Colombia y El Salvador.

 

 

 

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