Escala la humillación contra el Ejército

Armas de uso exclusivo del Ejército presumieron los del CJNG cuando tomaron el pueblo de Aguililla en Michoacán y el ejército mexicano ¿dónde está?/ Foto agencia Cuartoscuro
- en Foro libre

Inocencio Yáñez Vicencio

No digería la movilización de la población de Agulilla en la región de Tierra Caliente, Michoacán, cuando al pasar por las instalaciones de Lomas de Sotelo en la Capital de la República de la Secretaría de la Defensa Nacional, veo sus muros tapizados con mantas y cartulinas con leyendas ofensivas contra el Ejército Mexicano.

Para una persona como yo que creció en el respeto y la veneración del Ejército, esto es algo no sólo inconcebible sino síntoma inequívoco de que la columna vertebral del Estado atraviesa por momentos muy críticos.
Nuestro Ejército, a diferencia de muchos que tienen un origen de casta, es un un ejército que tiene su origen en una revolución social. Se remonta a aquellos que vencieron al Ejercito Federal de Porfirio Díaz que heredó el Chacal Victoriano Huerta, al no ser disuelto por Madero y que reestructuró el General Joaquín Amaro, cuando el sesenta por cierto de sus activos se fueron a engrosar las filas de la Rebelión sin Cabeza, que finalmente se anima a liderar Adolfo de la Huerta contra la imposición que hizo Obregón de Calles. Salvo el fallido levantamiento de Escobar en el 29, es el ejército que, mientras América Latina se ahogaba en un baño de sangre castrense, dio a México paz y estabilidad, que fue timbre de orgullo y posibilitó que pudiéramos albergar a muchas víctimas de dictaduras militares y de regímenes autoritarios.
No han faltado quienes lo han querido manchar con sucesos lamentables, como el 68, ignorando de mala fe que fue bajo el mando de civiles su intervención.
A nuestro Ejército debemos muchas vidas salvadas en grandes desastres naturales y que un significativo segmento de nuestra niñez y juventud no haya sido víctima de quienes trafican con drogas viejas y nuevas.
Para quienes hemos visto como el Presidente Andrés Manuel López Obrador, mucho antes que lo fuera calumnió a las Fuerzas Armadas, por un enfrentamiento en Nayarit, señalándola de genocida. Haciendo víctima al crimen organizado.

Jesús Zambrano fue claro y valiente, cuando dijo, ante los acontecimientos de Ayotzinapa, al apuntar como responsable a la familia Abarca, que gobernaba Iguala, Guerrero, y expresar que el jefe de los Abarca era Amlo. Es claro que a Peña le tembló la mano para llegar al fondo de la investigación y se quedó en la corteza. No es casual que Amlo, ya como titular del Ejecutivo haya declarado que no fue un crimen de Estado, exonerando a las autoridades pasadas y a él mismo, lo que ni siquiera gustó a Alejandro Encinas y a toda su gente.
Las primeras acciones como presidente de Amlo, fueron desmantelar el Estado Mayor y crear su Guardia Pretoriana, bueno, Nacional, aunque con las mismas funciones, pensando en que esta guardia reemplazara al Ejército, no, no es imaginación, recordemos que Amlo dijo que si por él fuera disolvería al Ejército y si no lo hacía, era por los intereses creados. Desde luego los únicos que aplaudieron esta amenaza eran sus socios, los que ha combatido el Ejército.
Si muchos pensaban que todo quedaría en ese mensaje de abrazos no balazos, se equivocaron, pues nada mejor que sin ningún rubor, hacer pública esa alianza con el crimen que ordenar que el hijo del Chapo fuera liberado, y por si no bastara esa rendición, a la luz del día se fue a reunir con la mamá del Chapo, perdón una vez se pasa, dos ya no, es el señor Joaquín Guzmán Loera.
Las pasadas elecciones del 6 de junio, sólo confirmaron que el crimen organizado es el brazo ejecutor de Morena y que no van a permitir que nadie que no sea un aliado suyo, como lo es Morena , gobierne.
La peor humillación que puede recibir el Ejército es que su general de cinco estrellas, le ordene no disparar ante el crimen organizado y lo ponga como bufón para que cualquiera venga a colgarle mantas y cartulinas insultantes en su propia sede central.
Decía Thomas Hobbes, que el Estado se disuelve cuando una fuerza superior a él impide darle seguridad a sus ciudadanos, lo que los dejaría en libertad de buscar otro abrigo.
Quienes están poniendo a prueba le valentía y la lealtad a nuestra Constitución del Ejército Mexicano, pronto van a descubrir que nuestro Ejército es pueblo con uniforme y que por su origen, su historia y su patriotismo, sabrá cumplir, con o sin mando adecuado, con su compromiso con las instituciones de la República.

Comentarios

¡Síguenos!

A %d blogueros les gusta esto: