Tony «Peregrino», herencia musical de la inmortal Toña la «Negra»

Tony Peregrino sobrino de la inmortal Toña la Negra en entrevista/ Foto Jorge González
- en Cultura

Por Jorge A. González/ Exclusiva 

Veracruz, Ver.- Lo primero que se escucha al abrir la puerta es un ambiente de comensales, que se multiplica al rebotar el sonido con las gruesas, elevadas paredes y cúpulas de lo que alguna vez fue el convento más antiguo de la Nueva Veracruz, el de los Dominicos, levantado en 1624.

Esta propiedad privada que más tarde -durante 40 años- funcionaría como una tienda de particulares llamada Casa Zaldo Hermanos, fue restaurada en el año 2016 por una cadena internacional de restaurantes.

En este inmueble, rodeado de historia, escucharía otra historia de un hombre que espera con un café en la mesa mientras conversaba con una amiga. Él está a la espera de hacer una regresión de su pasado, teniendo como testigos mudos aquellas paredes antiguas de piedra múcara.

El color de bronce que matiza su piel descarta toda duda de que se trate de un impostor. Su manera de hablar costeña, ojos pequeños y rasgados no mienten, es David Antonio Rodríguez García, músico percusionista, cantante veracruzano. Hombre atento, educado y pulcro en su vestimenta.

Su apellido es como un estandarte que se mueve con los vientos que soplan sus antepasados. Se trata de la mayor herencia que puede tener un hombre: esas cualidades que corren por sus venas y que lo hacen único. Es un apellido que lo enorgullece y enaltece, aunque tiene claro que también es un compromiso con la historia, la música y su pueblo.

Con ese nombre quizá lo conozca algún familiar, amigo o conocido; no obstante, detrás de ese nombre hay un mundo fascinante de historias que se asoman por las rendijas de las tablas del barrio, otras contadas a medias y muchas jamás escuchadas.

“Todos me conocen como ´Toño Peregrino´, el apellido Peregrino era de mi abuela, la mamá de mi papá; ella era Rodríguez Peregrino, mi papá era “El Negro” Peregrino: Lo conoció todo mundo por su música, el trío y su manera de tocar el tresillo, además por ser el hermano mayor de mi tía Toña”

El sobrino directo de Antonia del Carmen Peregrino Álvarez: “Toña La Negra” (conocida como la mejor intérprete de Agustín Lara), cuenta que su tía siempre mantuvo el apellido de manera directa y aun casada era inamovible: Antonia Peregrino y nada más.

Cuando el orgullo de familia es tan grande como la inmensidad del mar, se navega a contracorriente para conservar los recuerdos a flote. Es ahí donde la historia se repite, su padre hizo exactamente lo mismo, “para todos él era “El Negro” Peregrino, no se ponía el Rodríguez.

Así asumió su imagen con su famoso trío “EL Negro” Peregrino y su Trío, en el que también participaron -además de otros elementos- sus otros hermanos dedicados a la música como: Pablo, “Toño” y Serafín.

“Y a nosotros, a toda mi familia inclusive a mis hijas que ya es otra generación pues han conocido el apellido Peregrino. Antes llegábamos aquí a Veracruz de visita -porque vivimos en ciudad de México- y siempre que nos veían llegar nos decían: ¡ahí vienen las Peregrino, ahí vienen las Peregrino! Y como te digo, yo llevo ese apellido, me gusta ponérmelo”.

Para los diccionarios, Peregrino se trata de un término que se refiere en su significado más clásico: al viajero que, por devoción o por voto, visita un santuario o algún lugar considerado sagrado; para “Toño” ese lugar sagrado existe y tiene un nombre.

“Yo nací aquí en el puerto de Veracruz en 1° de Mayo, en el número 100 entre Zapata y Escobedo en el barrio más hermoso y más mentado aquí en Veracruz, que es el Barrio de La Huaca. Donde ha nacido tanta gente que ha salido de ahí de ese barrio, muchos músicos sobre todo”.

Infancia de barrio

Pocos podrían pensar que no se puede ser del todo feliz viviendo en un barrio, quizá por las carencias materiales o la falta de servicios públicos, para “Toño” Peregrino la historia es otra. Evoca al pasado y recuerda a don Timoteo Peregrino, el papá de su abuela, de quien era el niño consentido.

Su padre no está exento en la línea de recuerdos. Nada más significativo que llevarle serenata a un ser querido en el día de su cumpleaños, así rememora los detalles de su padre cuando a la media noche irrumpía en casa con su tresillo y voz para celebrar un año más de vida de su hijo, gesto que repetía para celebrar las fechas conmemorativas de la familia.

La nostalgia se deja ver a penas en las pupilas cristalinas de Toño, ser niño en el Barrio de La Huaca era algo especial para él. Era un niño que gustaba de reír, platicar y jugar con sus amigos. El tan sólo platicarlo lo colma de emociones como si estuviese viviendo el momento.

El ping pong era uno de los juegos favoritos en ese entonces, jugarlo en las condiciones necesarias era imposible para ellos, así que en los patios hurgaban entre los lavaderos y baldíos para encontrar dos escobas, que usaban como raquetas, con la parte transversa golpeaban la pelota de un lado al otro.  Terminaban exhaustos, a gatas y con las rodillas raspadas.

“Yo nací -como dicen por ahí- con el chip integrado de que iba a ser músico. Mi papa y mi mamá me llevaban a los bailes, luego ellos no iban y entonces me llevaba con mi tía, y resulta que se casa mi tía y entonces me voy solo, hasta adelante, a ver cómo tocaban los músicos: ver los gestos, cómo cantaban, cómo tocaban. Esa era mi satisfacción a los 12 años”.

Al paso de los años llegó el momento en que el niño pasó a ser adolescente y debía pagar su boleto en taquilla. Gastar de su bolsillo para ingresar al baile no era problema, tampoco le importaba atravesar la multitud y colocarse justo frente al escenario únicamente para ver el espectáculo. “Un día un amigo me dijo: ¡oye, tu vienes al baile, pagas y ni bailas mano!”.

Aquellas palabras resonaron en su cabeza, no era descabellada la idea. Podía bailar, ver y escuchar la música. Al siguiente baile reapareció con la reflexión de que si pagaba podía desquitar algo de lo gastado. Sin descuidar la caballerosidad, se acercó un poco temeroso a las damas que estaban dispuestas a bailar.

“Haz de cuenta que las mujeres se comienzan a enojar, se ponían sentadas en forma de rechazo, en forma de L. Les dí la vuelta y dije: Nadie quiso bailar conmigo, arreglado vengo, feo sí soy, pero pues vengo bien. Pero yo no sé por qué no aceptaron bailar conmigo. Hasta se me hizo un trauma eso. Y entonces me pregunté, si yo vengo a ver, no a bailar, no vuelvo a bailar, no vuelvo a bailar, y hasta la fecha soy muy corto. Yo si no veo que una mujer me está echando el ojito, no me levanto, así voy a lo seguro”.

La cercanía con la familia, la música y los bailes alimentaron no sólo su deseo de ser un artista, conforme fue madurando fue aprendiendo de manera empírica y practica el dominio de los instrumentos de percusión. Tenía el concepto de cómo se tocaba una conga, el timbal y el bongó.

Una definición de lo que fue su niñez en la música, la trae a colación con el recuerdo de un amigo fallecido que le decía: “nombre me gustaba ir a Veracruz porque yo ni tocaba, tú eras el que se ponía a tocar (ríe), na más te poníamos una reja de Coca Cola o de refresco, y con eso, y sí: eso fue mi niñez”.

Recuerdos de niñez

Cuando venía su tía “Toña La Negra” de la capital a visitarlos, a su papá y a sus otros hermanos, de niño presumía, porque se sabía hijo del “Negro Peregrino”, para entonces famoso por su trío y su habilidad para ejecutar el tresillo, “y luego llegaba “Toña”, la cantante, ´La sensación jarocha´ era todo un momento especial para mí”.

A los diez años las palmas de sus manos comenzaban a experimentar los golpes del tambor, elemento fundamental en la música ritual de las culturas africanas y afrocaribeñas: la conga, el bongó y las tarolas eran sus predilectos.

Una vez más pudo más la herencia musical de la familia que cualquier otro oficio al cual dedicarse. Ese gusto por el sonar del cuero, lo ligaron a varias de las tradiciones representativas de su barrio, que devenían en la relación estrecha entre amigos, familiares y vecinos.

Toño fue parte de dos de las tradiciones más enraizadas en el Barrio de La Huaca. Una era la tradicional Rama, de origen prehispánico de la renovación de la naturaleza, que más tarde los españoles la tomarían como un instrumento para la introducción de la fe católica.

El grupo de los niños de su edad salían a las calles sólo con la rama y sus voces, mientras que el grupo de los adulos lo hacían más completo. Llevaban instrumentos y cantaban los versos de manera correcta, y justo eso era lo que buscaba, un espacio donde pudiese desfogar sus expresiones artísticas, y para poder hacerlo debía pedir permiso a sus padres para poder acompañar a los más “grandotes” del barrio.

“Teníamos unas tradiciones hermosas, que la verdad ahorita, ya me da tristeza de que ya están desapareciendo. La rama comenzaba el 16 de diciembre y terminaba hasta el 23 de diciembre, y la otra era el viejo, tocaba un día en fin de año, eso era todo”.

El crecimiento demográfico y la movilidad poblacional son para “Toño” algunos de los factores que han contribuido al abandono de ciertas tradiciones. El arribo de familias enteras, de otras partes del país llegan a vivir a la ciudad de Veracruz y ya no consideran suyas estas tradiciones urbanas.

“Antes uno andaba en todos lados. En carnaval yo tuve la suerte de participar en la comparsa infantil y siempre nos llevábamos el primer lugar. Ver a niños en las comparsas antes era como chistoso, lo veían a uno diferente. Luego me llamaban los del grupo que hacíamos para la rama, que nos querían para un evento, y hasta teníamos bailarina. Lupita, le decíamos La Bombera, porque era hija de un bombero”.

La música y el barrio son dos componentes que influyen de manera importante en su vida, lo hacen participe y testigo del surgimiento de movimientos culturales importantes, como la llegada del movimiento de las batucadas a los carnavales porteños.

En sus recuerdos es imposible no mencionar a Zugar Machado, que a su juicio fue el primero que trae el “boom” de la samba a Veracruz. De repente todos quieren bailar y tocar samba al estilo Brasil en los paseos del Carnaval de Veracruz. Pero la consigna es primero metodizarlo a través de la academia.

Y al calor de la plática surge otro nombre “El Negro David”, David Espinoza Silva, quien deja la rumba y adopta la expresión brasileña que llegó para quedarse, y que atrapó a toda una generación que a su vez fue dejando semillas sembradas al conservar entre los jóvenes y niños un baile desbordante de alegría al ritmo del tambor y el silbato.

Cuenta que la samba ha permanecido a pesar de las diversas expresiones populares. Considera que su importancia puede ser minimizada, pero si se pone cuidado, se puede encontrar una batucada en un mitin político, en un partido de fútbol y hasta en una celebración social.

“Toño” Peregrino no puede vivir sólo del recuerdo, de lo que fue su familia, de una época musical, del ambiente alegre de su barrio, prefiere voltear la mirada hacia el futuro para tomar decisiones que comenzaron a dar sentido a su vida, a desfogar sus emociones y a la búsqueda de sus propios logros.

El viaje

A los 19 años dejó atrás ese cuadro pintoresco de risas, alegrías, comparsas, familia y amigos. Fue en el año de 1970, cuando un motivo lo hizo capaz de desprenderse de un sitio mágico y fascinante que hasta entonces fue su mundo: el Barrio de La Huaca. Ese motivo era el mismo que cambió las vidas de sus familiares: la música.

Su tío “Toño” tenía un grupo en la ciudad de México que tocaba son montuno en un bar llamado La Arena, se encontraba pasando la calle, frente a la Arena México. Un día lo invitó a la agrupación, y sin pensarlo tanto aceptó la propuesta. Fue una noticia que le vino bien porque uno de sus mayores sueños era inmiscuirse en el ambiente artístico de la capital, para entonces ya tenía intervenciones musicales en el canto, además del dominio de las percusiones.

Al poco tiempo de estar en la capital, un día llegó su tío Pablo y le dijo:

-Fíjate que vas a tener que ir a acompañar a tu tía Toña.

-¿Y eso? ¿Por qué?

-Porque yo no puedo, esta vez no puedo.

-¿Pues qué te pasa tío?

-Nada malo. Me voy de gira a Estaos Unidos con Lobo y Melón.

-Así que escucha bien: te me vas con tu tío Serafín para que la acompañen.

Y en un santiamén “Toño” Peregrino pasó de un centro nocturno modesto en algún lugar de la ciudad de México, a pisar la duela del gran Teatro Blanquita done se presentaban las grandes estrellas del espectáculo. Al que asistía un sector de la población de clase media que abarrotaba las taquillas en la época de oro de este emblemático teatro.

“Para nuestra suerte mi tía terminó su temporada. Mi tío Toño y yo nos quedamos porque querían cantantes. Venía Celia Cruz, terminaba Celia y llegaba Olga Gillot, luego Celio González que era tremendo cantante de boleros, y nos avisan que continuaba Bienvenido Granda, luego Alberto Beltrán: El Negro del Batey, y ahí me tienes con el muchacho cantante de la Sonora Matancera, haciéndole coros y percusión”.

Aquella experiencia marcó su vida, abonó en la experiencia y amplió sus conocimientos en todos los ámbitos de lo que implicaba ser un artista de verdad. Dos años después logró ingresar al Sindicato de Músicos, muy joven ya formaba parte del gremio musical de todo el país.

El sueño del Blanquita se cumplió pero el contrato terminó a los tres años. Nuevamente, debía encontrar trabajo. Comprendía entonces que la vida del músico no era fácil. El artista canta, ejecuta, recibe el aplauso del público y por último su dinero, pero detrás del telón hay desvelos continuos, viajes largos, lejanía, soledad y el compromiso de ser un profesional.

Una tarde lluviosa caminaba por las calles de la capital. Lo hacía a prisa pasando de acera en acera. En un instante le pareció ver un rostro conocido, de esos de los que no te olvidas. Y no estaba equivocado, era su paisano jarocho Isaías Lara. Se dieron sendos abrazos después de algún tiempo de no verse.

Debajo del quicio de una tienda departamental, los amigos se ponían al corriente con sus historias mientras la lluvia pertinaz correteaba a los capitalinos. Entre la plática salió el tema. Toño no tenía trabajo. Le comentó que había terminado una temporada en el Blanquita, y de ahí no había nada.

-¿Y por qué no te vienes con nosotros?

-¿A dónde amigo, a dónde?

-¿Pues con mi grupo?

-¡Ha caramba, tienes un grupo!

-Sí paisano, se llama El Grupo Sabor.

-Vente con nosotros. Mira, te hago arreglos y si quieres cantar, adelante.

El ofrecimiento fue más que el repertorio que tenía cuando llegó por primera vez a México, cuando en el bar La Arena cantaba unos cuantos boleros para aquellos clientes que lo escuchaban mientras se empinaban las botellas de cerveza. La oferta le pareció atinada, aún más cuando en esos momentos el género de la salsa brillaba con luz propia y era recurrente la voz inigualable de su ídolo: Héctor Lavo.

El talento de Toño no era invisible. Los productores y los directores de los grupos sabían cuáles eran los músicos y cantantes que daban resultados. Era como saber en un hipódromo cuál caballo es más veloz. La Sonora Maracaibo mostró interés en él, más tarde el músico Gustavo Pimentel “El Zopilote”.

Sus cualidades inherentes estaban a la vista, esa manera de entregarse a las percusiones, su matiz de voz; la forma inigualable de interpretar el son montuno y “atacar en el pregón” lo hacían un artista con cualidades propias, características por las que van los directores y productores de música.

Todas las propuestas que le llegaban en ese momento fueron rechazadas de manera amable y educada. Quizá algunas eran más atractivas de lo que tenía, pero en su mente no podía pasar por alto el compromiso invaluable con el grupo Sabor, quienes le dieron una oportunidad cuando no tenía ninguna.

Un día Toño se encontraba en los estudios grabando un tema por encargo, y en ese momento pasaba el director musical del cantante Ismael Miranda: “El Niño Bonito de Puerto Rico”. Preguntó quién era. Se acercó, y con alarde y tono de director levantó la mano derecha y se dirigió a su asistente.

-¡Oye hay que grabar a este muchacho!

-¡Hay que grabarlo para el sello Fania!

“Entonces hablaron conmigo y todo. Y resulta que ya estaba la petición en el sindicato. Hasta me felicitaron en el mismo sindicato”.

-¿Por qué no grabé? ¿Quién sabe?

“Y ya nunca más los volví a ver, nunca supe, ya no grabé. Lo que hacía en el estudio es que grababa voces para los grupos de Mike Laure y Los Cometas”.

La noticia de que Toño grabaría para Fania corrió como pólvora. Los integrantes del grupo Sabor estaban furiosos porque no concebían que uno de sus integrantes hubiese tomado una decisión unilateral sin consultar. Molestos expresaron su sentir, la acción deshonesta de su compañero le haría mucho daño al grupo, dijeron.

La tención se agravó hasta que llegó el momento en que se habló del tema. Ahí, Peregrino dijo que él no había firmado ningún papel y tampoco grabado algún tema. Aceptó que le pareció una propuesta interesante para escalar como artista, pero que al final no se concretó. Sus compañeros no le creyeron y le dieron siete días para buscar trabajo. Así se fueron al caño dos años de trabajo y lealtad con el grupo Sabor (1975-1976).

Lo que parecía una oportunidad extraordinaria al final fue una mala jugada del destino que lo dejaba sin nada. Pero la suerte siempre estaba del lado de Peregrino. Ahí en la disquera se encontró a uno de sus compadres. Él sabía que estaba despedido, pero de todas maneras fingió lo contrario.

-¿Cómo vas con el grupo Sabor?

-Ni me digas compadre. Ya eso quedó en el pasado.

-¿Pos qué pasó compa?

-Pues se armó ahí un mal entendido, al final salí perdiendo.

-¿Pero sigues con ellos?

-No tengo nada. Me dieron los siete días para conseguir trabajo.

-¿Y por qué no te vienes con nosotros, con la Orquesta La libertad?

Para 1977 la suerte se había puesto de pie después de aquél duro golpe. Llegó con la mejor orquesta de acompañamiento de artistas extranjeros en México. Lo hicieron firmar un contrato para trabajar, porque las presentaciones serían como orquesta de show o bien como orquesta acompañante de artistas extranjeros que estaban por venir al país.

Con modestia Toño acepta que gracias a su familia y sus amigos tuvo la oportunidad de actuar con las grandes estrellas de la música de influencia afrocaribeña, que en ese momento eran los monstruos de este género musical. Voces y orquestas -que de niño- sólo podía escuchar en la radio o en el televisor.

Tony Peregrino lleva la música por dentro

Los recuerdos

Toño no puede olvidar a Celia Cruz. Dejó en él un profundo recuerdo en su carrera. Fue en los últimos años de vida de la guarachera de Cuba cuando tuvo su mayor acercamiento con ella. Siempre que tenía un compromiso en México, él estaba ahí.

La orquesta “La Libertad” que solía acompañarla en el país, lo llamaba siempre. Con esa misma agrupación acompañó a los artistas que llegaban a México de Nueva York y de Puerto Rico como “Cheo” Feliciano e Ismael Miranda: “El Niño Bonito de Puerto Rico”.

“Celia era una señora muy amable, era un pan de Dios. Y después de su muerte veo en televisión la vida de Celia Cruz y yo me veo ahí. No salí nunca, pero yo me veía ahí. Yo sabía qué le iba a contestar Celia a Pedro o Pedro a Celia. Y todo eso has de cuenta que me ponían una pantalla grande y yo andaba por ahí, de tanto tiempo que la acompañé. Acompañé musicalmente más a Celia Cruz que a mi tía Toña”.

-Después de todo lo vivido ya puedo irme en paz.

-No tengo ningún pendiente.

-Todo lo que me gustó, ya lo hice.

-Siempre me exijo a mí mismo.

-Y bueno cuando ando con los músicos hasta me saco de onda porque me dicen: maestro.

Y yo dijo: ¿maestro de qué?

Pero siempre agradezco el reconocimiento, sobre todo de la gente joven.

El ciclo de La Libertad cierra al mismo tempo en que baja sus cortinas el Bar África, donde tenía su sede musical. El centro nocturno nunca se reabrió. El negocio se declaró en quiebra y al mismo tiempo el golpe fue duro para los músicos que ganaban -cada uno- 50 pesos por presentación. Al final, la empresa le debía a cada integrante 10 mil pesos, ese recurso nunca llegó a sus manos.

Dentro de este inmueble se quedaron historias nocturnas de lentejuela, zapatos de charol, humo del cigarrillo, alcohol y amores prohibidos, pero también mucha frustración, trabajo regalado y muchas horas de desvelo para ganarse algunos pesos.

La búsqueda por un nuevo espacio comenzó de nuevo. Toño llega con una nueva orquesta que está de moda: Pepe Arévalo y sus mulatos. Agrupación que tiene cercanía con la televisión y el cine mexicano de entonces. Con ellos hace música, y de paso sale en una que otra película a las que él llama “culturales” (Río), “el cine de ficheras”.

En el país surgen proyectos musicales al por mayor y de diversos géneros, y el público responde a toda esa descarga de expresiones. Y en medio de este mar de sensaciones y emociones, Toño coincide con Tiberio González, fundador del grupo Los Gatos Negros, quienes en ese momento celebran uno de tantos aniversarios en compañía de otras agrupaciones.

Se vive el ambiente entre músicos y cantantes. La mayoría se conocen, sobre todo los de mayor trayectoria. Hay saludos, plática y hasta bromas. Arturo Vicario, vocalista de la Sonora Veracruz se le acerca a Toño para comentarle algo, al oído.

-Órale, ahí está el bueno. Y viene a verte, he.

-¿Y quién es o qué?

-Pues es un compa de Petróleos Mexicanos.

-¿Y yo que tengo que ver ahí, o qué?

-No pues tú nomas escúchalo.

“Fíjate lo que es estar chamaco todavía. Se trataba de un alto funcionario de Pemex, a quien le gustaba mi trabajo como músico, y por admiración me ofrecía una plaza en la paraestatal, que para entonces pues para esas personas no era un problema acomodar a alguien ahí. Platicamos y se despidió”.

-Nos estamos viendo.

-Tú me hablas.

-Te dejo mi tarjeta.

-Está bien. Yo me comunico.

Más tarde, un músico de los Gatos Negros le toca la espalda, lo saluda y le da un recado.

-Te anda buscando Tiberio. Me encargó mucho que te avisara. Quiere platicar contigo, pero no me dijo de qué.

-Está bien. Yo le hablo.

Tiberio estaba interesado en el trabajo artístico de Toño, tanto de su voz como de su trabajo en percusiones. La oferta que le hizo estaba irrechazable. Para nada era una broma que lo quería en entre sus integrantes, le ofreció ganar en un día lo que ganaba en una semana con Pepe Arévalo.

Esa noche no pudo dormir, sus pensamientos revolucionaban dentro de su cabeza. No sabía qué hacer, si aceptar la propuesta del amigo de Pemex o irse con Los Gatos Negros, y así le amaneció, e hizo una reflexión elemental que lo llevo a tomar una decisión.

-Petróleo, petróleo.

-Pero si no sé hacer otra cosa que no sea música.

-A lo mejor me quieren para trabajo rudo. No sé, quizá de barrendero, de ayudante, o peor aún de lleva y trae.

-No, no, no. Yo no sé nada de eso.

Ese hecho dejó en claro que quien nació para la música, para la música estaba destinado. Toño se fue con Los Gatos Negros. Comenzó una nueva etapa musical que lo llevo por otros rumbos y otras experiencias musicales que dudaron nueve largos años de trabajo.

Durante esos años regresaba a la ciudad de Veracruz en la medida en que su tiempo se lo permitía. No dejaba de estar al pendiente de su hermana Laura. Alguna de esas veces, estado en el puerto, en un carnaval organizado por el ayuntamiento de Veracruz, lo invitaron a participar a cantar con los grupos de son montuno locales.

Sus amigos de la vieja guardia estaban presentes. En esa ocasión participaba su amigo el ex rey del Carnaval conocido como “Negocio”, quien tenía un grupo llamado “Negocio y sus Esclavos”, y con los años, ese personaje hizo de un tema su carta de presentación: “Esclavo”.

“Bueno, pues yo me subo al escenario con el grupo “Los esclavos” para acompañarlos y recuerdo que en ese momento ´Negocio´ estaba ronco, no podía cantar”.

-¡Coño, Negocio está ronco! ¡No puede ser!

-¿Quién se va a cantar la de Esclavo?

Entonces, yo con mi pecho sano, levanto la mano y dije:

-Yo, yo me la sé completa.

Entonces una persona, a la que no quiero mencionar por su nombre me dice:

-¿Qué?

-¿Sabes lo que está diciendo?

-¿Estás loco o qué te pasa?

-Coño, Negocio está ronco, no puede pues, alguien la tiene que cantar.

-No, no, no; tú no estás en tus cinco sentidos, estás loco.

-Bueno, pues no la canto y se acabó el problema.

Ese hecho le provocó cierto resentimiento porque era algo que podía hacer, y no sólo eso, era un tema que él deseaba cantar por gusto, no por desafiar a su amigo Negocio, o ganar protagonismo a través de él, simplemente era un capricho de músico de esos que no le hacen mal a nadie. Y así se lo platicó a su amigo músico, cantante  y arreglista Arturo Pitalúa.

-No me dejaron cantar.

-Así pasa a veces Negro, no te preocupes.

-Lo malo que ya me quedé con esa espinita.

Años después, el gobierno del estado lo invitó a un Festival Afrocaribeño en el Auditorio Benito Juárez. Se reunirían los cantantes de los grupos de son montuno de antaño, y que fueron reconocidos por las autoridades. Ahí están todos sus amigos y conocidos del medio artístico.

-Me dicen cuando me explicaron sobre el evento, te acompañará Arturo Pitalúa y Los Pregoneros del Recuerdo.

-Dije va, me parece bien, excelente.

-Te voy a hacer el arreglo de un tema, tú lo conoces muy bien, me dijo Arturo.

-Te voy a decir cómo va.

-Voy cantando por la vida la tristeza…

Coño cuál fue mi sorpresa que era el tema Esclavo que no pude cantar, y me puse bien contento, re cuerdo que Arturo se acercó ya el día en que la cantamos y me dijo, ahora si ya te vas a sacar la espinita Negro. Estaba feliz, porque además fue toda mi familia a verme y hasta porras me echaban.

Al salir de los Gatos Negros, se van con él cinco integrantes que forman una nueva agrupación llamada la Banda de las Estrellas, la orquesta continuó y más tarde decide ser independiente y funda su propia orquesta llamada La Sonora Caribeña.

Aparte de tener su agrupación, hacia otros trabajos musicales como participaciones musicales con la orquesta del “Zopilote” Pimentel, y hacer grabaciones de coros y voces para otros artistas en estudio, entre ellas Thalía cuando grabó su disco con banda, así como una de las producciones de Las Pandora.

“Y ahora últimamente llegué a donde estoy, con la Sonora Dinamita. Pero ha pasado como le ha sucedido a la Sonora Santanera, Pasteles Verdes y la Sonora Maracaibo, que tiene hasta sucursales. Aquí hay dos Sonoras Dinamita, en la que yo estoy se llama La Sonora Dinamita de Lucho Argain y Xiu García, y está la otra, la Sonora Dinamita de Lucho Argain y Elsa López”.

Toño Peregrino es como un laberinto de historias, si eliges un camino te llevará otro, y ese, a otro más, como si no tuviese fin. Es un hombre de carrera larga, tan es así que ha incursionado en casi todos los géneros musicales: son montuno, cumbia (coros y percusiones con Los Joao), salsa, bolero, norteño (con el hijo de Cornelio Reyna), banda, pop (Thalía, Pilar Montenegro), mambo (con la orquesta de Pérez Prado) y balada romántica (Las Pandora).

La historia musical del sobrino de Toña La Negra está regada, está por todas partes; esparcida. A sus 68 años de edad, no tiene en su poder los trabajos que hizo a lo largo de 48 años como músico y cantante, muy poco de esos 20 años grabando de manera constante en diversos estudios profesionales.

Un amigo tuvo una idea. Le pidió material en casete y en discos que aún poseía. Se le ocurrió una recopilación de casi todas las intervenciones grabadas con las orquestas en las que participó. Existía tanto material, que logró conjuntar dos volúmenes. La alegría de Peregrino fue tan grande que regaló esos materiales a sus amigos y familiares. Él se quedó sólo con el recuerdo de ese detalle. No guardó ninguno. Ahora se lamenta.

La voz de Toño se encuentra en algunos lugares inimaginables. Porque él no tiene “un poquita de gracia”, tiene un montón. Muy pocos saben que la afamada canción de La Bamba, que al escucharla, remite a Veracruz en el mundo entero, grabada por el propio por él como parte de un trabajo por encargo para la campaña política de Miguel Alemán Velasco. El tema fue el estandarte que vistió el triunfo del ex gobernador del Estado de Veracruz.

La sangre llama y a lo largo de su carrera sus seis hijos vivieron entre música y giras, entre ensayos y arreglos musicales; crecieron al sonido de la clave y el tambor. Elías, Miriam, Omar, Rosita, Xiomara y Adriana saben que tienen al maestro en casa,  y algunos como Adriana, Omar, Rosita y Elías no perdieron la oportunidad de aprovechar los conocimientos de su padre, y han decido dedicarse a la música.

Un regreso frustrado

“Yo soy como los elefantes, todos buscan su cementerio (ríe)”, y al pensar en eso no pude ser otro lugar que Veracruz. Estaba entre sus planes su regreso al Barrio de La Huaca, aún vivía su hermana Laura que ya esperaba con muchas ansias de volver a estar más tiempo juntos. Sin la tristeza de que fuesen sólo días de visita.

Pero el arribo a Veracruz no fue como lo tenía planeado. De manera desafortunada tuvo un accidente automovilístico. La autoridad le recogió su camioneta, pronto se generaron los problemas legales. Un hecho que llevó a Toño en picada desde ese momento.

Pagó 35 mil pesos para sacar el vehículo del corralón, luego malbarató esa unidad que le costó 115 mil pesos para darle en 50 mil pesos, porque además se metieron a su casa y perdió muchas cosas de valor. Los problemas legales a raíz de ese accidente derivaron en un auto de formal prisión.

Toño debía esconderse. Vendió lo poco que le quedó, sus instrumentos de percusión: gongos, platillos, tarolas. Su trayectoria y experiencia profesional estaba a punto de ser manchada en ese momento por términos y tramites legaloides. No quería huir a otro lado, así que se arriesgó a permanecer en Veracruz.

Muchos de sus amigos conocían sus circunstancias. Algunos se ofrecieron para ayudarlo. Contrató a un abogado quien atendía el caso, al poco tiempo se marchó con la tranquilidad de Toño y con diez mil pesos que ya le había adelantado. En otro momento, unos “cuates” lo citaron en el hotel Diligencias para ver de qué manera apoyarlo. Esas personas nunca llegaron.

Peregrino estaba sólo, triste y a la vez molesto. Estaba sin nada de lo que tantas noches trabajó para tener una vida modesta. Su idea de comprar una casa en Veracruz y pensar en el retiro se habían esfumado. Era el peor momento de su vida sin dinero, sin trabajo y con la libertad en un hilo.

Nunca se imaginó que la solución a su problema viajaría hasta la ciudad de Veracruz para ofrecerle ayuda. La señora Xiu llegó como caída del cielo, su manager en la Sonora Dinamita se presentó acompañada de su compadre, el abogado Tony, “le decíamos La Vitamina Tony”.

-¿Quiere que vea su caso?

-¿Sí señor, no tengo a nadie?

“El fue el que movilizó todo. Y me dice el licenciado, mira yo si hubiera sido el accidente aquí en la capital no hubiese habido bronca, pero fue allá. Y luego de me dice la señora: venimos por el problema que tenías y por ti.

“Apenas tenía un mes en Veracruz según para quedarme de por vida, y ahí voy de regreso para México. Me regresó la Sonora Dinamita. Y aquí sigo contando, son ya 14 años que tengo con ellos y no sé para cuando voy a regresar a Veracruz”.

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