Beatriz Pages
13 de Mayo del 2022.- ¿Hay alguien que ayude al presidente a ver la realidad? ¿Hay quien lo baje, de vez en vez, de sus delirios y lo obligue a aceptar las cosas como son? ¿ acaso todos y cada uno de los que lo rodean –esposa, hijos, colaboradores–están dedicados, por conveniencia, a alimentar su locura?
Son preguntas que, me atrevo a hacerle a la señora Beatriz Gutiérrez Müller, porque el Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA) y el “manejo político” de la aviación en la capital del país, se han convertido en una seria amenaza de muerte para millones de mexicanos.
Se lo pregunto a ella porque en uno de esos aviones que estuvieron a punto de chocar podría haber ido el hijo de la pareja presidencial. Y en ese caso, ¿López Obrador también habría acusado a la “zopilotada” conservadora de exagerar para desacreditar el AIFA?
En ningún lugar del mundo la seguridad aérea la trazan los gobernantes. No son los “calzones” del tirano los que determinan donde puede o debe haber un aeropuerto. Son los técnicos, ingenieros aeronáuticos y controladores de tráfico aéreos los que diseñan los procedimientos de vuelo.
Aquí, sin embargo, hay un presidente que quiere imponer sus decisiones hasta en la torre de control. Cree saber más que los pilotos y los constructores de aeropuertos. Quiere ser el comandante, el sobrecargo y si se puede hasta el señalero.
El Felipe Ángeles es el orgullo de un dictador, pero es también uno de los errores más funestos del sexenio. Su cercanía con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la complejidad orográfica del terreno, la estrechez del espacio aéreo, la saturación de vuelos, crea las condiciones para un trágico accidente.
López Obrador, ha decidido convertir al Valle de México en una fosa común. No solo están en riesgo los 50 millones de pasajeros que mueve anualmente el aeropuerto sino los 20 millones de habitantes que viven el área geográfica más poblada del país.
El tirano ha logrado hacer de cada avión una bomba de tiempo. Hoy los mexicanos tienen miedo de volar. La incertidumbre, la falta de confianza, el mal trato y la arbitrariedad –características del régimen– ya se trasladaron a la terminal aérea. Un gobierno caótico ya contaminó los cielos de arbitrariedad.
Otra pregunta a la señora Gutiérrez Müeller: ¿Estaría de acuerdo en que su hijo fuera conejillo de indias de la vacuna cubana? La pregunta viene a cuento porque el presidente anunció que los niños mexicanos serían inmunizados contra el COVID-19 con una vacuna que todavía está en fase de experimentación.
Una vacuna sobre la que no hay estudios y cuyos efectos secundarios se desconocen. No sabemos qué está sucediendo con los niños cubanos y seguramente no lo vamos a saber porque el régimen de ese país es dogmático, cerrado y opaco.
Pero a ver, señora: ¿Puede decirle a su esposo que los niños, especialmente los más pobres, no tienen por qué pagar las consecuencias de sus devaneos con uno de los gobiernos más autoritarios de América Latina? Dígale que la infancia mexicana tiene derechos y que no merecen ser tratados como ciudadanos de quinta.
En la intimidad de la recámara puede, si quiere, hacerle ver al presidente que la vida y la seguridad del pueblo de México son hoy rehenes de su locura, vanidad y ambición de poder. Qué él, será el único responsable de una catástrofe aérea y que a él también voltearemos a ver cuando algún niño –con vacuna cubana–, muera.
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