Reconocen labor del maestro Miguel Ángel Colorado Alvizar en Córdoba, por 30 años de servicio

- en Cultura

Jorge  A. González 

Córdoba, Ver. 16 de Mayo del 2022.- Si hay un valor humano que en verdad dignifica la existencia de otro, no es el agradecimiento, es la gratitud. 

Un palabra que significa un sentimiento, emoción o actitud de reconocimiento de un beneficio que se ha recibido.

La tarde del pasado domingo en el teatro Pedro Díaz, más de 30 personas, de todas las edades se reunieron por un objetivo.

A iniciativa propia, a voluntad; movidos por el deseo, la emoción, camaradería y por la nostalgia, atendieron al llamado de la GRATITUD.

Recordar no es volver a vivir, recordar es justo la constancia de que continúas vivo.

Esa tarde, estos hombres y mujeres, coincidían por tercera vez, como alumnos de la Escuela de Bachilleres Artes y Oficios (ESBAO), como integrante de la estudiantina de la misma institución y como personas con memoria.

Por anticipado se confabularon para algo bueno, comprobar que lo que bien se aprende, jamás se olvida.

La voz se corrió como un hilo de pólvora, que este domingo se encendió y estalló como fuegos pirotécnicos.

Todos dijeron sí, por supuesto, cuenten conmigo, adelante, hagámoslo, comencemos.

Se hicieron un tiempo en sus actividades. Iniciaron los ensayos con cierta secrecía,  como una célula conspirando contra alguien.

No se trataba de ninguna acto ilícito, sino del gesto humano de gratitud a su maestro de música Miguel Ángel Colorado Alvizar.

¿Que fue lo que motivó a estos ex alumnos a homenajear en vida a su profesor luego de cuatro años de jubilado y 30 más de trayectoria intacta como docente?

Sólo una cosa pudo lograra esta hazaña: el arte, la música, ese lenguaje que entra por los oídos pero que se decodifica en el alma, el espíritu y en el corazón.

El telón se abrió, y de un solo golpe, Colorado Alvizar vio el resultado de años y años de trabajo, horas y horas de prácticas, montaje de repertorio, en el que se subieron infinidad de generaciones.

Ahí estaban sobre la duela sus ex-alumnos de los años 80, 90 y 2000, algunos padres de familia que alguna vez fueron adolescentes, y mujeres madres de familia que también lo fueron, así como muchos otros jóvenes.

Se escucharon los primeros acordes de un programa de 15 temas recurrentes en las clases teórico-prácticas que el maestro daba no sólo en la ESBAO, también quienes querían profundizar podía hacerlo en el taller de música del Instituto Mexicanos del Seguro Social (IMSS) de Córdoba.

El tradicional Pedro Díaz, acogió a los amigos y familiares de los participantes, así como del homenajeado. 

Como en familia, fueron testigos de aquellos trinos de las mandolinas, el profundo contrabajo, las guitarras como la estructura musical; sin faltar los insistentes golpeteos del los panderos, el respiro melódico del acordeón y las voces suaves que ya abrazaban el recuerdo.

Ellos sabían que el encuentro musical sería significativo para “el maestro”, como le decían, aunque su semblante siempre fue de rostro serio, estricto y hasta de “regañón”. No obstante, sabían  que detrás de ese hombre de estatura sobresaliente, cabellos lacio, ojos grandes y de actitud imponente, existía más que un docente, un apasionado de la música, un amigo y un padre de familia ejecutante de diversos instrumentos.

Los cánticos dieron un repaso por los temas que memorizaron por varios meses en su momento, todas las generaciones pasaron por el mismo proceso, saber escuchar, ubicar el ritmo, la afinación y la ejecución del instrumento elegido: Mandolina, guitarra, acordeón, pandero o en ocasiones castañuelas.

Ya la nostalgia envolvía el ambiente en esa tarde-noche, pero los testimonios en videos proyectados, obligaron a las lágrimas  y nudos en la garganta tras la fuerza de la pasión por estudiantina, misma  que tiene su origen entre el siglo XIII o XIV en España.

En México la tradición tan popular comenzó en 1962 a raíz de que un grupo de estudiantes descubrió la música de las estudiantinas de origen español. Se organizaron y de manera gradual con el apoyo universitario se formó la primer Estudiantina de la Universidad de Guanajuato, que debutó el 13 de abril de 1963

Después de interpretar el tema Novillero del veracruzano Agustín Lara, tan cargado de la cultura ibérica retomado con un toque tan mexicano con voces afinadas en tempo y afinación, el programa continuaba para quien les enseñó a amar la música pero al mismo tiempo la convivencia sana y el despertar de la sensibilidad de la música.

Dalila Celis, Jesús Mendoza y Guillermo Zaragoza, coordinadores del evento cumplieron junto con el resto, evocar a aquellos jóvenes soñadores que en su momento prefirieron tomar un instrumento, colocarse una boina, anudarse sobre el cuello una capa y, según las circunstancias, sostener en sus manos el estandarte en el que se leía el nombre de la agrupación musical.

Luego de la participación de la estudiantina, se dio paso a la rondalla mixta, otro concepto alimentado por años a iniciativa de Colorado Alvizar; se dejó escuchar con música popular, que hicieron alarde de sus voces entrelazadas afinadas a través del canto colectivo que conmovió con letras como “tú eres la tristeza de mis ojos”;  “Amor eterno” del desaparecido Juan Gabriel.

Esa tarde más allá de un homenaje al maestro, al profesor, al docente, se trató de un homenaje al hombre, al amigo, al guía y al vínculo con la música, aquella que hace que los seres humanos se amen  los unos a los otros; elemento del arte que por siglos estuvo presente en los festejos, en las partidas y en las llegadas, e incluso en la salud emocional, pero también tan elemental antes, durante y después de las terribles guerras.

El maestro se levantó de su butaca, subió al escenario para agradecer el gesto que jamás esperó, y que nunca lo recibió por la instituto educativa para la cual entregó los primeros años de  vida y su pasión por la música por tantos años, después de que el maestro “Paco” Muñoz vio en él la mejor persona, siendo tan joven, como el ideal para entregarle la riendas de la estudiantina de la gloriosa ESBAO. 

Un tanto nervioso, con su mismo rostro de seriedad, manos entrelazadas, se acercó al micrófono y de manera humilde agradeció el momento de más de una hora. Ahí mismo, le fue entregada una capa y una boina como muestra del afecto de sus alumnos.

Sí, era el producto de su esfuerzo, quizá supo que la insistencia no fue en vano, y que sigue viva en cada una de las semillas que sembró en un campo productivo fértil, que hoy muere para las nuevas generación inmutables, frios, callados, aislados  y antisociales atrapados en la telaraña de los equipos móviles.

Su respuesta fue entregarles un regalo de su parte, dirigirlos una última vez con el tema Ángela María, él en el acordeón y su hijo Ángel en el contrabajo, en una noche de luna llena y rojiza que fue eclipsada por un momento que generó una especie atmósfera de hermandad musical que quedará para el recuerdo.

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