Osciel Ronzón/
El problema no es el consumo con la felicidad, sino cómo
Construimos la felicidad ante el consumo
El consumismo en nuestra sociedad postmoderna ha sido un proceso proclive a episodios de stress, ansiedades, tristezas, sumados a momentos de insomnio, frustraciones, confusiones, por aquellas cosas que creemos que necesitamos. La sociedad tiene una enorme influencia en la manera que construimos nuestras relaciones y nuestras representaciones del mundo, en este sentido, me pregunto, de qué manera hemos significado la felicidad ante el consumo?.

Para dar orden a las ideas, en este recorrido reflexivo me gustaría definir lo que conocemos como Felicidad, la real academia la define como: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
Satisfacción, gusto, contento. Suerte feliz.
Al leer esta definición me pregunto ¿si la posesión de un bien en los segmentos de tecnología, automóvil, ropa entre otros, será un estado de ánimo pleno de forma permanente? ¿qué lugar ocupa el consumo y su influencia en la felicidad? ¿Cuál será su rol en esta sociedad, ante sus diferentes necesidades?
En este sentido, esta crisis emerge a mediados del siglo XX con la aparición de la Revolución Industrial, un movimiento que provocó la desaparición de una sociedad de igualdad en el socialismo, en esta coyuntura surge el modelo capitalista cuyo sistema socioeconómico genera influencia y poder en la sociedad, de manera que su estructura económica ha formado entre sus tentáculos un régimen social de consumo cada vez más tentador para las diferentes capas sociales, una cultura mediática que se ha convertido en una máquina voraz sobre la razón y pensamiento, implantando una necesidad de consumo; buscando un felicidad efímera por medio de la obtención de un bien.
Lo anterior ha provocado una movilización de clases, una ofensiva de todos contra todos. El “éxito, poder y líder” pasan a tener un significado psicológico, la búsqueda de la riqueza no tiene más esencia que excitar la admiración o la envidia.
Así la Sociedad de consumo, actúa con avaricia, sin valor al colectivo y con amor al individualismo, en un narcisismo absoluto. Dicha condición no es exclusiva de la capa social dominante, sin embargo la clase media, es las más ansiosa por afiliarse a este modelo, anhela ser parte de un círculo social que brinda una estructura de reconocimiento y aceptación, aunque la permanencia es frágil, los rangos más bajos de este sistema de frivolidad y hedonismo, son invisibles ante los ojos de un segmento social distintivo, cada vez más excluyente, creando una desigualdad cada vez más indiferente, agresiva y deshumanizada.
En otras palabras; el consumo como instrumento de la jerarquía social como valor de signo que provoca segregación, exclusión y discriminación, operando bajo el impulso de la competición de clases y aceptación de grupos dominantes.
En esta dinámica, las relaciones humanas, públicas y privadas se han convertido en convivencias de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría, fascinación e intimidación. La seducción y las tendencias cíclicas se han convertido en ejes transformadores que constituyen la vida colectiva postmoderna; en una sociedad esclavizada por la frivolidad.
Al respecto, Gilles Lipovetsky; filósofo Francés dice; La razón económica ha limpiado todo ideal de permanencia: la norma de lo efímero es la que rige la producción y el consumo de los objetos. La oferta y la demanda funcionan en lo nuevo, en una sociedad donde evidentemente reina la innovación, la calidad de los materiales, la comodidad, confort y la sofisticación de los accesorios.
Lo que comparte Gilles, sobre estas sociedades, se ha distinguido en este nuevo milenio por: elevación del nivel de vida, exuberancia de artículos y servicios, culto a los objetos y diversiones, moda hedonista y materialista por medio de las tendencias cada vez más pretenciosas y sugestivas que atrapan, haciéndonos cada vez adictos al consumo.
En retórica, lo efímero con la felicidad nace, en el interés por el cambio constante del siglo XXI, en el desarrollo de nuevas tecnologías, que minuto a minuto son mejorados y superados. Me hace reflexionar en una historia sin fin, nunca es suficiente, un consumo cíclico, donde siempre hay algo novedoso que comprar. Correr y correr, no poder alcanzar la meta de “felicidad” por la aparición de nuevas tendencias que nos seducen a comprar, para justificar dos razones: una existencia de permanencia en las jerarquías sociales o bien cubrir una carencia afectiva, que nos haga sentir menos solos o tristes.
Paradójicamente; Gastamos dinero en bienes que no necesitamos
Para permanecer a una sociedad que no les importamos.
La sociedad actual cruza por momento de crisis en sus valores, el aquí y él ahora nos invita a resignificar nuestras formas de relacionarnos, en la construcción de igualdad, en la armonía de convivencias, sociedades incluyentes en todos los sentidos, aprender a convivir con actividades que les puedan arrancar emociones y sentimientos que re dignifiquen la plusvalía humana fortaleciendo los valores básicos de nuestra naturaleza.
En síntesis, en la actualidad debemos promover la felicidad en un estado transitorio a eterno, un ejemplo de ello sería estar con la persona amada en una banca, contemplando el ocaso acompañados por una parvada de aves en el cielo o bien, convivir una tarde con los hijos en el parque, columpiarlos y decirles que van a alcanzar las estrellas, situaciones simple que sean olvidado en su esencia, hemos dejado a la felicidad en un viaje sin dueño, cuando tenemos las condiciones de cobijarla y celebrarla de forma singular, evitando aquellas fases de insatisfacción que nos hagan vacilar.
El cambio está en ti, en disfrutar las simplezas que ofrece la vida en compañía de aquellas personas que desean un abrazo un te quiero en una simbiosis mutua.
Hola El escrito me Gusto está bien pero quisiera algunas soluciones extra para mediar entre el extremo consumismo y una vida con un poco de descanso ya efectivamente es mayor la necesidad de presumir un estatus que pasármela bien.