¿Educación o barbarie?/La ciencia desde el Macuiltépetl

Amanecer/Foto: Miguel Angel Díaz
- en Opinión

En su sentido más común se considera que la barbarie es una crueldad que proviene de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la superstición, de las preocupaciones; en una palabra, de falta de educación, instrucción y talento. Barbarie se dice únicamente cuando se trata de los hombres y de sus acciones, no de los animales. A partir del término barbarie podemos referir la fiereza y la crueldad que dispone en su esencia y en su manera de comportarse un individuo, un grupo, entre otras alternativas. También, resulta muy común el empleo del término a la hora de querer dar cuenta de la rusticidad y la falta de cultura, que alguien, o un grupo, presentan en su accionar. Normal e históricamente, al concepto de barbarie se lo presenta en contraposición al concepto de civilización.

En este sentido es claro, que el estado mexicano muestra acusados signos de barbarie que se agudizan día con día. Los múltiples y crueles feminicidios de los últimos años son un ejemplo de ello. Y si la barbarie se contrapone a la civilización, entonces México es empujado por sus gobernantes  hacia un proceso contra civilizatorio que se vuelve amenazante para la mayoría de quienes habitamos este hermoso y contradictorio país.

La expresión “socialismo o barbarie” fue utilizada por Rosa Luxemburgo, en 1916, para señalar la disyuntiva que enfrentaba el mundo de entonces: continuar por el camino depredador y destructivo hacia el cual se encaminaba el capitalismo y que no podía desembocar más que en la barbarie, o bien cambiar el rumbo y construir otra forma de organización social que no podía ser otra que el socialismo.

Parafraseando la consigna  de Luxemburgo, ajustada al aquí y ahora del México bárbaro, bien podríamos proclamar que no tenemos otra alternativa más que elegir entre educación o barbarie, para acceder a mejores niveles de vida y bienestar.

Entendida la educación en su sentido más profundo, como el proceso mediante el cual hombres y mujeres se hacen de los conocimientos, instrumentos, recursos y valores que les permiten  “estar mejor” en el mundo. Situados en esta perspectiva puede apreciarse cómo lo que hoy se hace pasar por educación –basada en las nociones más rupestres derivadas de un conductismo trasnochado- es sencillamente la reducción de ésta a la simple “instrucción”: asimilar información y adquirir competencias y habilidades; dejando de lado el conocimiento que apunta a “la razón profunda de las cosas” y, sobre todo, a la valoración crítica (por tanto, ética) de  “estar en el mundo”.

La adquisición de habilidades y competencias, esto es la instrucción, forma parte de todo proceso educativo para que los sujetos educados contribuyan, en el ejercicio de su oficio o profesión, al bien común.

En cuanto al verdadero sentido de educar, estar mejor en el mundo significa estar en mejores condiciones para relacionarse con el medio y con  nuestros semejantes, en forma tal que la vida sea lo más decorosa posible para todos los que formamos parte de una comunidad; una vida satisfactoria para el individuo y útil para la sociedad, armonizada con el entorno, el cual incluye las relaciones sociales, lo que permitiría asumir y fortalecer nuestra dignidad humana, en cuanto condición para asegurar la supresión de la injusticia, la violencia cotidiana, la opresión y las desigualdades; es decir, para superar el estado de barbarie que hoy padecemos.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

 

 

 

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