Este es el Andrés Manuel López Obrador real. El de ayer era el líder opositor que enarboló un discurso contestatario contra los poderosos para alcanzar el poder presidencial. Ahora que tiene el poder lo empezamos a conocer tal cual es, de cuerpo entero. Es imposible no ver su autoritarismo, su ambición desmedida de ser todo y no permitirle a otros aportar lo que saben en esta difícil tarea de gobernar. Gobernar es una tarea de equipo y parece que el Presidente no lo tiene aunque su gabinete esté ahí. Para él es preferible ir solo en todo y no permitir que la sociedad reconozca otros liderazgos en su gabinete.López Obrador es un hombre polémico, dado al pleito permanente, a la rijosidad y a la confrontación. Gobernar y hacer bien las cosas debería ser un verdadero placer. Y en esta tarea no debe haber margen para lo dañino. Pelear desgasta y no se construye nada en medio de choques y desacuerdos. ¡Qué desperdicio de tiempo el que el Presidente le dedica a la diatriba y al choque permanentes!

La emergencia que vivimos en el país debe ser una razón para estar unidos. Pero aquí se observa que el mandatario no ha superado los bajos niveles de la subjetividad, no ha crecido emocionalmente. La terquedad es un signo de la inconsciencia, de la mecanicidad y del automatismo, consecuencia de la pobreza educativa y de una formación basada en el sistema patricarcal, el autoritarismo, pues. Es verdaderamente lamentable que, debido a esa subjetividad con la que gobierna, no concrete acuerdos. Gobierna en medio de lo que en otros tiempos bárbaros se llamó la etapa de la confusión de las lenguas. Nadie se entiende y nadie puede ponerse de acuerdo porque la cabeza principal de este país –el Presidente –tiene un contrato firmado con los pleitos y la rijosidad y éste contrato es indisoluble.

Si el Presidente pudiera verse al espejo –y este es un signo de su soberbia –con toda seguridad diría, al ver su rostro y rechazar algo de si, que el espejo miente, pues es incapaz de aceptar sus errores. Y cuando las personas no aceptan sus fallas no existe espacio para el crecimiento. Si al menos pudiera bajarle dos rayitas a su egolatría, López Obrador sería un Presidente abierto, sensato y diferente a lo que hoy es. Para ello, necesita mirarse a sí mismo y no evadir su realidad interior. Debe ser más amigo de sí mismo para poder estar abierto al diálogo y a la empatía con los demás. Quizá buscaría con ahínco construir puentes y no dinamitarlos con su explosiva mecanicidad.

*Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco