La gestión del agua en México: el enemigo en casa/ Matices

El problema del agua en Chihuahua es apenas la punta de iceberg de muchos que se aproximan en el país

Al inicio del siglo, el entonces secretario de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan, expresaba que en el mundo ocurría una feroz competencia por los recursos hídricos, alertando que ello podría derivar en conflictos serios; no obstante, manifestaba esperanza que las preocupaciones globales sobre el agua podrían ser también motivo de cooperación.

México no es ajeno a ese panorama; con aproximadamente dos tercios del territorio caracterizados por condiciones de aridez, así como una distribución dispar de la dinámica socioeconómica, la inequidad en el aprovechamiento de los recursos hídricos es regla más que excepción. Si a lo anterior adicionamos el fenómeno de variación climática que se ha acelerado en las últimas décadas, el panorama no es halagüeño. Esas son razones por las cuales en la estructura gubernamental se erigió, desde 1989, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) como la autoridad en materia de cantidad y calidad de las aguas, y su gestión en el territorio. La Conagua es responsable de que el vital líquido sea aprovechado de manera adecuada para satisfacer las necesidades de la población y coadyuvar al desarrollo. Es asimismo, actor esencial para que las aguas fronterizas, compartidas con otros países, sean administradas correctamente tanto en aportes como en recepciones.

Conforme con la Ley de Aguas Nacionales (LAN), la Conagua tiene poco más de 50 atribuciones. Mencionaré sólo cinco: (1) formular la política hídrica nacional; (2) construir, operar y mantener las obras hidráulicas federales; (3) administrar y custodiar aguas y bienes nacionales; (4) conciliar y, en su caso, fungir a petición de partes, como árbitro ante conflictos reales o potenciales y, por supuesto, resolverlos; y (5) realizar toda clase de actos jurídicos tanto para cumplir con sus atribuciones como para garantizar el acatamiento de la LAN. En cuanto a estructura orgánica, acompañan a la dirección general los titulares de siete subdirecciones generales, a saber: Administración; Infraestructura hidroagrícola; Administración del agua; Agua potable, drenaje y saneamiento; Jurídica; Programación; y Técnica. En ese contexto, la dependencia parece estar fortalecida para realizar su misión.

No obstante, a la luz de los hechos negativos y de franco conflicto, como los acontecidos en la presa La Boquilla, en Chihuahua, pero también por varios otros que han sucedido a lo largo y ancho del territorio desde hace años, es claro que algo ha fallado. Hace poco, en una mañanera, el presidente López Obrador se preguntaba cómo la cervecera transnacional Constellation Brands había obtenido los permisos para instalarse en el Valle de Mexicali, una de las regiones más áridas no sólo de México, sino del continente; caracterizada además por una grave sobreexplotación del acuífero, declarado en veda desde 1965.

El asunto La Boquilla y el caso Constellation Brands revelan que la Conagua está mermada en su capacidad de operar y mantener las obras hidráulicas; administrar y cuidar aguas y bienes nacionales; resolver conflictos; o cumplir y hacer cumplir la Ley. Es evidente que en el momento actual la dependencia ha tenido que navegar a contracorriente. Recientemente se reveló que los obstáculos para el avance de sus objetivos se hallaban no sólo afuera sino en el interior. Tan grave era la situación que seis de los titulares de las subdirecciones presentaron su dimisión. Se develó entonces que varios de ellos respondían a la lógica de administraciones pasadas, con sus inercias perniciosas.

Retomando las palabras de Kofi Annan, la “feroz competencia por los recursos hídricos” ha tenido, en el caso mexicano, ganadores y perdedores. Por un lado, están los grandes agricultores, empresas mineras, papeleras, refresqueras y cerveceras; por el otro, la naturaleza que sufre extracción y contaminación, así como amplios sectores de población que sufren exclusión y despojo. La desgracia nacional es que la acepción de “enemigo en casa” no tipifica solamente a los acaparadores y supuestos “empresarios” sino igualmente a representantes de la estructura formal encargada del buen manejo del recurso hídrico, quienes han alentado tan disímil competencia.

Los cambios en la Conagua se dan desde arriba. Bienvenidos. Ahora, esperemos que no paren ahí; que la limpia llegue abajo, pues no hay duda que otros mandos o gerencias en los estados siguen sirviéndose con la cuchara grande, beneficiándose de negociar –vía concesiones u otros artilugios—con el líquido vital que pertenece a todos los mexicanos y tiene alto significado en el equilibrio de los ecosistemas. Ojalá que tales cambios coadyuven a una mejor administración del agua, en un ánimo de colaboración en todos los niveles, de beneficio social, y en una perspectiva de sustentabilidad ecosistémica.

 

http://www.ricardosantes.com

@RicSantes

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