El 9 de abril de 1959, la NASA presentaba a la prensa los siete astronautas del proyecto tripulado Mercury, inmediatamente bautizados como los «7 Magníficos». Su popularidad, instantánea, despertaría una auténtica devoción pública que culminaría con el frecuente calificativo de «héroes». Sus fotografías y biografías inundarían los medios impresos, la radio y la televisión.
En base a la supuesta complejidad y peligrosidad del viaje espacial, se habían elegido para la tarea pilotos militares o de pruebas, hombres capaces de reaccionar ante cualquier imprevisto y de soportar duras situaciones. Eran 7 hombres, y efectivamente, ninguna mujer, lo cual no era del todo insólito porque pocas de ellas habían podido acceder a puestos como aquellos de los que procedían los astronautas del Mercury. De hecho, la propia NASA se negó a considerar la posibilidad de aceptar candidatas a su programa tripulado.
Sin embargo, no todo el mundo estaba de acuerdo. Don Flickinger y Randy Lovelace decidieron organizar de forma no oficial una selección durante la que una serie de mujeres piloto serían sometidas a las mismas pruebas físicas que sus homólogos masculinos. A partir de 1960, la Fundación Lovelace llevó a cabo dichas pruebas, y estas fueron superadas por un grupo de 13 que acabarían recibiendo el nombre interno de Mercury 13. A pesar de todo, la NASA continuó negándose a considerar la inclusión de mujeres en el programa tripulado, dejando a todas estas mujeres sin una oportunidad de volar. Las misiones tripuladas quedarían copadas por sus compañeros masculinos, y la llegada del arriesgado programa Apolo, con el Gemini como preparación a este último, las acabó por apartar definitivamente.
Lo cierto es que algunas de estas mujeres astronautas, que jamás fueron consideradas candidatas en un grupo formal por la NASA, se hallaban tan preparadas para el viaje espacial como sus colegas hombres. Decepcionadas por esta circunstancia, poco a poco abandonaron la iniciativa. Ni siquiera el vuelo de la soviética Valentina Tereshkova, que viajó básicamente por motivos propagandísticos, propició una reconsideración del estado de vuelo de las 13 del Mercury, y habría que esperar varias décadas, con la llegada del programa del transbordador espacial, para que de nuevo la NASA se planteara seleccionar mujeres como astronautas.
Casi desconocidas, las Mercury 13 serían reivindicadas más tarde. Su historia y las vicisitudes por las que pasaron son las que Martha Ackmann relata en su libro, Las Astronautas Olvidadas. En él conoceremos el origen del programa privado de mujeres astronauta, las pruebas que tuvieron que superar, y los obstáculos que después encontrarían y que las impedirían cumplir su sueño. La obra hace especial hincapié en la vida de Jerrie Cobb, posiblemente la más preparada de todas ellas, y un ejemplo de perseverancia y valor en un mundo, también el espacial, de hombres.
Martha Ackmann es una periodista y escritora especializada en historias sobre mujeres, y no es realmente una experta en ciencia y tecnología, pero quizá precisamente por ello, su trabajo es un ejemplo de documentación y exposición de aspectos más humanos que técnicos, un compendio de pequeños relatos que sin duda emocionarán a los lectores.
Ediciones Luciérnaga. 2023. Tapa dura, 347 páginas. ISBN: 978-84-4191-164-773
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