Macario Schettino.
Pues ganó Claudia Sheinbaum la presidencia, y ganó por 32 puntos. Dos a uno, o incluso un poco más. Como usted sabe, no esperaba yo eso. Mi escenario era una elección a favor de esa candidata, pero por poco, y con la posibilidad real de que ganase Xóchitl Gálvez. Claramente, estuve equivocado.
Explicar una equivocación, dicen, no tiene sentido, porque los amigos no lo necesitan, y a los enemigos no les importa. Sin embargo, creo que entender el origen del error es fundamental para comprender lo que tenemos hoy enfrente.
Lo que vivimos el domingo 2 de junio fue una elección de Estado, es decir, no democrática. Muy parecida a las ocurridas en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Como usted recuerda, el triunfo de Salinas en 1988 no fue nada claro, y de hecho nunca supimos los resultados de esa elección. Para legitimarse, Salinas encarceló a La Quina, renegoció la deuda externa, pero sobre todo inició un programa social llamado “Solidaridad”, que consistía en organizar comunidades a las cuales se les entregaban recursos para proyectos específicos. Se compraba el apoyo de comunidades enteras, por decirlo de otra manera.
Esa estrategia funcionó muy bien, porque para 1991, Salinas pudo ganar de calle la elección intermedia. Para 1994, después del asesinato de Colosio y su reemplazo por Ernesto Zedillo, el gobierno destina todos los recursos posibles a su triunfo. El mismo Zedillo se disgustó por la inequidad de la contienda.
Ambas elecciones, 1991 y 1994, ocurrieron con un IFE que tenía ya ciudadanos. Pero esos ciudadanos no tenían el control total de la elección, ni fuerza para enfrentar al Estado. Después de la crisis de 1995, la reforma política de 1996 crea a un IFE de verdad, ciudadano y fuerte, que es el que puede llevar la elección de 1997, la primera elección democrática en México.
Bueno, lo que vivimos el 2 de junio pasado se parece más a una elección salinista que a cualquiera de las ocurridas entre 1997 y 2021. En primer lugar, López Obrador resintió el resultado de 2021, que le impidió modificar la Constitución y reelegirse. Arrancó de inmediato la sucesión, pero también descabezó a los Siervos de la Nación, hasta entonces dirigidos por Gabriel García, y los puso bajo sus órdenes directas. Poco después, le fue agregando a los 23 mil Siervos a miembros de “Jóvenes Construyendo el Futuro”, que para 2024 sumaban 40 mil efectivos más. Ese ejército, pagado íntegramente con nuestros impuestos, trabajó para convencer, casa por casa, que un voto por la oposición ponía en riesgo las transferencias que recibían.
Además de eso, durante la campaña interna de morena para elegir a la sucesora, abundó la publicidad, que nunca se midió, ni se castigó. El arranque anticipado obligó a la oposición a hacer algo parecido. Los tres partidos tenían candidatos potenciales, pero cada uno de ellos aseguraba el voto de su propio partido, y el rechazo de los demás. Desde la ciudadanía se propuso un mecanismo que permitiera la competencia de candidatos sin partido, y eso permitió que Xóchitl Gálvez participara. Más aún, esa misma ciudadanía le dio el triunfo en ese proceso interno.
López Obrador procedió a descalificarla de inmediato, logrando que conforme la conocía la ciudadanía, la conociese de forma negativa. El INE no lo impidió, como tampoco logró impedir las decenas de intervenciones que López Obrador tuvo, ilegalmente, durante todo el proceso.
Al delito electoral multitudinario que significaron los Siervos, sumó las decenas de intervenciones, y un gasto extraordinario en el posicionamiento de Claudia Sheinbaum. Nada de esto habíamos visto desde 1997. La incapacidad del INE de frenarlo implica que la democracia en México dejó de existir durante los últimos meses. Nuestro error fue no comprenderlo por completo.
Desde la ciudadanía, la idea era promover un candidato (una candidata, en este caso) que pudiera ofrecer algo novedoso, y fuera interpretada por la población como alguien externo a la política. Usted recuerda que he insistido en que, desde 2015, las elecciones las ganan los externos (outsiders). Los partidos de la coalición aportarían la estructura para promover el voto y cuidarlo el día de la elección.
Ocurrió lo contrario: la imagen no fue la de la candidata disruptiva, sino la del odiado PRIAN. Esto es producto, por completo, de las intervenciones ilegales del presidente (en el proceso, pero desde el inicio de su presidencia, en el ejercicio propagandístico de las mañaneras). Al aportar los partidos su mala imagen, la candidata no fue evaluada como disruptiva, sino como improvisada. Por otra parte, resulta que los partidos ya no tienen estructura, de manera que el trabajo de los Siervos, casa por casa, no tuvo oposición; y el voto del domingo 2 de junio, en muchos lugares, no tuvo vigilancia.
En lugar de partidos con estructura y candidata disruptiva, tuvimos partidos vacíos y candidata improvisada. Note usted que es lo mismo, sólo con una variación en la interpretación. Con eso fue más que suficiente.
Un elemento adicional que debe considerarse es la sensación, en la población, de que las cosas van bien. Efectivamente los últimos16 o 17 meses han sido de crecimiento económico, de empleo y de salario, y al comparar con los 24 meses previos, es decir la pandemia y la muy lenta recuperación de 2021, la gente piensa que las cosas van bien. Cuando es ésa la interpretación, cambiar de caballo no es nada atractivo. Es imposible pedirle a los millones de votantes que se den cuenta de la burbuja en que están.
Por cierto, ésa ha sido una de las acusaciones más frecuentes de la última semana en contra de los críticos de López Obrador. Se nos acusa de vivir en una burbuja y no entender el alma de los mexicanos, al pueblo. Como buena parte de lo que se está diciendo, lo mejor es no hacer caso. Sin embargo, esto de la burbuja me parece curioso porque es precisamente la burbuja de una economía sostenida en deuda lo que convenció a los votantes de mejor no arriesgarle.
En suma: debemos estar absolutamente claros de que la democracia en México duró de 1997 a 2021. Esto significa que entendamos que ya no vivimos en una democracia, y por lo tanto no tenemos forma de defender nuestros derechos, promover nuestras libertades, a menos que lo haga directamente el gobierno. En ese sentido, regresamos a la época anterior a 1997.
Sin embargo, morena no es un partido político, es una agrupación desordenada de personas que siguen a un solo líder, López Obrador. Es un liderazgo carismático que no es heredable (además de que no parece quererlo heredar, como le pasa a todos los líderes carismáticos). Como él fue quien seleccionó a todos los candidatos a diputados y senadores, así como a todos los gobernadores de morena, quien tiene el poder es él. Claudia Sheinbaum será pronto presidenta, pero no tendrá el poder. Considerando que la estructura administrativa del gobierno ya no existe (tanto por recortes presupuestales como por la destrucción de capital humano que hubo durante este sexenio), no tiene como enfrentar a quien controla al poder Legislativo.
Si usted tenía dudas de esto, la semana pasada debe habérselas despejado. Frente a la posibilidad de que morena tuviese mayoría calificada, los mercados se pusieron realmente nerviosos el lunes 3. Claudia logró responder reiterando que Ramírez de la O se queda, y éste lanzó un comunicado (más bien deplorable) que sirvió para detener la caída, pero no para revertirla. El jueves, Nacho Mier, líder de los diputados de morena, insistió en que buscarán esa mayoría calificada para impulsar las reformas de López Obrador, y él mismo, el viernes, lo repitió. Aprovechó para agregar que está dispuesto a ayudar a Sheinbaum, si ella se lo pide, pero también afirmó que opinará sin traba, porque está en su derecho. Ah, y también dijo que sus hijos también tienen derechos, incluyendo la participación en el nuevo gobierno.
López Obrador ha confirmado que no piensa dejar el poder. Y ahí vienen sus 3 hijos que participarán en la política. Vamos a ver si Claudia tiene el ánimo y las herramientas para enfrentarlo. La incertidumbre implica un mayor riesgo-país, y por lo tanto significa que, o suben las tasas de interés para compensarlo, o sube el tipo de cambio.
Este enfrentamiento deberá estar resuelto antes del 1 de septiembre, cuando inicia la LXVI Legislatura. Pero no olvide que a partir de julio, se sumará a nuestra incertidumbre la que se genere en la campaña presidencial de los Estados Unidos.
Pero le decía que morena no es un partido político como lo fue el PRI que conocimos los viejos, el vigente desde el fin de la Segunda Guerra: un instrumento de control, pero también de negociación, de transmisión de información, de organización, con gente muy calificada en ciertos niveles, y muy avezada en lo político en otros.
Lo de hoy es de verdad dramático: no hay ni buenos políticos ni buenos técnicos. No hay organización ni disciplina. Lo dije desde 2018: es un zoológico, en el que los animales no se comen entre sí porque no les abren las jaulas.
Lo que viene puede ser una de las peores épocas de la historia de México. No es que haya perdido Xóchitl, o quienes la impulsamos. Perdimos todos.
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