Una serie de observaciones realizadas con el telescopio espacial James Webb ha revelado por vez primera detalles de cómo es en un planeta gigante gaseoso la situación exótica de tener un hemisferio en el que siempre es de día y otro en el que siempre es de noche.
El estudio basado en esas observaciones lo ha llevado a cabo un equipo encabezado por Néstor Espinoza, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial (STScI), en la ciudad estadounidense de Baltimore.
El exoplaneta (planeta de fuera de nuestro sistema solar) que ha sido investigado se llama WASP-39 b y está ubicado a unos 700 años-luz de distancia de la Tierra.
WASP-39 b tiene un diámetro 1,3 veces mayor que Júpiter, pero una masa similar a la de Saturno. Ese exoplaneta gira alrededor de su estrella a una distancia tan corta de ella que eso ha provocado que su rotación se haya sincronizado con su periodo orbital de tal modo que siempre tiene un mismo lado orientado hacia su estrella.
La cercanía a su estrella y tener el lado diurno permanentemente expuesto a su radiación han hecho que la temperatura en la superficie (el límite observacionalmente opaco del planeta) del hemisferio diurno llegue a superar los 1.000 grados centígrados. De todos modos, el lado nocturno es solo un poco más frío, debido a que la atmósfera y sus vientos hacen circular eficazmente el calor, repartiéndolo muy bien. Si el planeta fuera de tipo rocoso y careciera de atmósfera, la temperatura en el hemisferio nocturno sería muchísimo más baja. Un ejemplo de ello lo tenemos en nuestro sistema solar. Durante la noche del planeta Mercurio, el más cercano al Sol, la temperatura cae muy por debajo de los cero grados. En cambio, en Venus, más alejado del Sol y con una noche más larga, la temperatura nocturna es de unos 400 grados centígrados, tan solo un poquito más baja que la diurna. Mercurio carece de atmósfera propiamente dicha, mientras que Venus posee atmósfera y además es muy densa.
La parte más interesante de este estudio sobre WASP-39 b es probablemente la dedicada al terminador, o sea la frontera entre el día y la noche.
El nuevo análisis al respecto se basa en dos espectros de luz diferentes de la región del terminador, dividiendo esencialmente la frontera día/noche en dos segmentos, uno en el que hay un amanecer eterno y otro en el que reina un crepúsculo eterno.
Sorprendentemente, no son iguales: el crepúsculo eterno es bastante más caliente, con unos 800 grados centígrados, mientras que el amanecer eterno alcanza solo unos 600 grados.
La atmósfera de cada una de estas zonas también es distinta. En el amanecer eterno hay bastantes más nubes que en el crepúsculo eterno.
El estudio se titula “Inhomogeneous terminators on the exoplanet WASP-39 b”. Y se ha publicado en la revista académica Nature.
El Telescopio Espacial James Webb (JWST) es fruto de una colaboración internacional encabezada por la NASA, la ESA y la CSA, respectivamente las agencias espaciales estadounidense, europea y canadiense. (Fuente: NCYT de Amazings)
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