Un nuevo estudio revela cómo exactamente los mosquitos se valen de la radiación infrarroja (calor) para detectar la cercanía de humanos vivos de los que alimentarse. Estos nuevos conocimientos permiten poner en práctica medidas fáciles pero eficaces para ocultarnos del “radar” de los mosquitos.
Aunque en algunas partes del mundo una picadura de mosquito no suele ser más que una molestia pasajera, en muchas otras partes puede traer consecuencias nefastas. Una especie de mosquito, Aedes aegypti, propaga los virus que causan más de cien millones de casos de dengue, fiebre amarilla, Zika y otras enfermedades cada año. Otra, Anopheles gambiae, propaga el parásito que causa la malaria. La Organización Mundial de la Salud calcula que solo la malaria causa más de 400.000 muertes al año. De hecho, su capacidad para transmitir enfermedades le ha valido al mosquito el título de animal más mortífero de la Tierra. A pesar de su diminuto tamaño, los mosquitos son responsables de más muertes humanas que cualquier otro animal.
Los mosquitos macho son inofensivos, pero las hembras necesitan sangre para desarrollar sus huevos. No es de extrañar que haya más de 100 años de rigurosa investigación sobre cómo encuentran a sus víctimas. A lo largo de este tiempo, los científicos han descubierto que no existe una única señal en la que se basen estos insectos. En vez de eso, combinan información de muchos sentidos diferentes, que operan a distancias diferentes.
Un equipo encabezado por Avinash Chandel, de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos, ha añadido otro sentido al repertorio documentado del mosquito: la detección por rayos infrarrojos. En los experimentos, la radiación infrarroja procedente de una fuente con una temperatura similar a la de la piel humana hizo que la conducta de buscar víctimas a las que picar se volviera el doble de frecuente. Los mosquitos se dirigían mayoritariamente hacia esta fuente de infrarrojos cuando buscaban sangre.
Los mosquitos como el Aedes aegypti utilizan múltiples señales para localizar a sus víctimas a distancia. Sin embargo, cada una de estas señales tiene sus limitaciones. Por ejemplo, un viento fuerte o un movimiento rápido de la víctima potencial pueden truncar el rastreo efectuado mediante los sentidos químicos. Así que los autores del estudio se preguntaron si los mosquitos podrían detectar una señal direccional más fiable, como la radiación infrarroja.
A una distancia de hasta unos 10 centímetros, estos insectos pueden detectar el calor que desprende nuestra piel. Y pueden percibir directamente la temperatura de nuestra piel una vez que aterrizan en ella. Estos dos sentidos corresponden a dos de los tres tipos de transferencia de calor: convección, que es el calor transportado por un medio como el aire; y conducción, calor transmitido a través del contacto directo. Pero la energía del calor también puede viajar a distancias mayores cuando se convierte en ondas electromagnéticas, generalmente en el rango infrarrojo del espectro. Los investigadores se preguntaron si los mosquitos podrían captar la radiación infrarroja y reconocer y localizar a través de ella a un humano.
Los investigadores colocaron mosquitos hembra en una jaula y midieron su actividad de búsqueda de víctimas en dos zonas. Cada zona se expuso a olores humanos y a dióxido de carbono (CO2) en la misma concentración que exhalamos nosotros. Sin embargo, solo una zona se expuso también a rayos infrarrojos procedentes de una fuente a la misma temperatura a la que suele estar la piel humana en un escenario típico con presencia de mosquitos. Una barrera separaba la fuente de la jaula e impedía el intercambio de calor por conducción y por convección. Los investigadores contaron entonces cuántos mosquitos empezaron a merodear por la zona como si buscaran aterrizar en un sitio del que succionar sangre.
La adición de radiación infrarroja emitida por una fuente a 34 grados centígrados (aproximadamente la temperatura de la piel) aumentó al doble la citada actividad de los insectos de búsqueda de víctimas cercanas. Esto convierte a la radiación infrarroja en un sentido recién documentado que los mosquitos utilizan para localizarnos. Y el equipo descubrió que sigue siendo eficaz hasta unos 70 centímetros.
La mitad de la población mundial corre el riesgo de contraer enfermedades transmitidas por mosquitos, y unos mil millones de personas se infectan cada año. Además, el cambio climático global y el hecho de que hoy en día la gente viaje más por el mundo, han ampliado las áreas de distribución geográfica de especies de mosquitos transmisoras de enfermedades más allá de los países tropicales y subtropicales. Estos mosquitos están ahora presentes en lugares del mundo en los que antes no podían vivir.
El descubrimiento que ha hecho el equipo podría servir para mejorar los métodos de supresión de las poblaciones de mosquitos. Por ejemplo, la incorporación de fuentes de radiación infrarroja que emulen a la emitida por la piel humana podría hacer más eficaces a las trampas para mosquitos.
Lo descubierto en el estudio también ayuda a explicar por qué la ropa holgada es especialmente buena para prevenir las picaduras: no solo impide que el mosquito llegue a nuestra piel, sino que también permite que la radiación infrarroja se disipe entre nuestra piel y la ropa para que los mosquitos no puedan detectarla.
El estudio se titula “Thermal infrared directs host-seeking behaviour in Aedes aegypti mosquitoes”. Y se ha publicado en la revista académica Nature. (Fuente: NCYT de Amazings)
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