Por: Jeremías Trejo González.
La noticia del presunto desfalco millonario superior a 15 mil millones de pesos, por parte de Gerardo Sánchez Zumaya, proveedor de Pemex, es un nuevo golpe a la imagen de la empresa petrolera y un claro ejemplo de la corrupción que persiste en México, incluso bajo el supuesto manto de la «Cuarta Transformación». que presume en su discurso, ser diferente al PRI, PAN y PRD. Y sí, son diferentes, salieron peores.
Sánchez Zumaya, un empresario que se convirtió en proveedor de Pemex – amigo cercano de los hijos de ya saben quién y que intentó ser gobernador de MORENA por San Luis Potosí, con la autorización del ex difector Octavio Romero Oropeza, ahora flamante director del INFONAVIT, durante el sexenio pasado, ha sido denunciado por delitos de lavado y defraudación fiscal. Se le acusa de haber desviado millones de pesos a través de contratos irregulares para el suministro de materias primas utilizadas en el procesamiento de combustibles. Cifra estratosférica superior a 15 mil millones de pesos.
La red de empresas y prestanombres que utilizó Sánchez Zumaya para realizar sus operaciones ilícitas, es una muestra de la sofisticada maquinaria de corrupción que opera en México. Es lamentable que una empresa como Pemex, que debería ser un motor de desarrollo para el país, se vea envuelta en este tipo de escándalos.
La pregunta que surge es: ¿cómo es posible que un empresario sin experiencia previa en el sector petrolero haya logrado obtener contratos millonarios con Pemex? ¿Acaso no existen mecanismos de control para evitar la corrupción en la empresa?
La respuesta, lamentablemente, es que la corrupción se ha convertido en un cáncer que se ha extendido por todos los rincones del país, incluso en las instituciones que deberían ser un ejemplo de transparencia y honestidad.
La dichosa «4T», que se ha presentado como un proyecto de transformación y de combate a la corrupción, parece haber sido solo una «blasfemia», una mentira que se ha utilizado para encubrir la impunidad y la corrupción que siguen imperando en México.
Morena, el partido que ha impulsado la «4T», se encuentra en una encrucijada. ¿Cómo puede justificar la corrupción que se ha descubierto en Pemex? ¿Cómo puede defender a un gobierno que ha sido incapaz de combatir la corrupción y la impunidad?
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, tiene la responsabilidad de actuar con firmeza para combatir la corrupción en Pemex. Y en todas las dependencias de los gobiernos que están reportando saqueos, solo así podrían recuperar algo de la mucha, muchísima credibilidad perdida. Es necesario que se realice una investigación exhaustiva para determinar la responsabilidad de Sánchez Zumaya y de los funcionarios de Pemex que hayan participado en este presunto desfalco.
Es hora de que Sheinbaum demuestre que su gobierno será diferente, que no tolerará la corrupción y que estará al lado de los mexicanos. Es hora de que se haga justicia y de que se ponga fin a la impunidad que ha caracterizado a la «4T». Y sino lo hace, es que su gobierno viene con la misma tonada y se convertirá en COMPLICE de todo lo que según ella, dice ser diferente en su discurso.
Pemex, una empresa que debería ser un orgullo para México, se ha convertido en un símbolo de la corrupción que impera en el país. Es hora de que se haga justicia y de que se ponga fin a la impunidad que ha caracterizado a la «4T».
Pero lo mas preocupante es que el agrónomo que avaló el brutal saqueo a Pemex, Octavio Sánchez, ahora está operando en el INFONAVIT porque la clase gobernante que aún sigue haciendo sus negocios, ahora le entrará al negocio de las casas. Como lo oyen, los juniors millonarios ahora van por la construcción de CASAS de interés social. Ellos ya le meten la mano a todos los negocios. Tienen ya una lista de empresarios que harán casa de interés social y Sánchez Oropeza operará desde ahí, el mismo esquema de PEMEX.
Será capaz Claudia Sheinbaum de parar esto o continuará haciendo como que NO VE y no OYE. ¡Pobre México!.
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