Desde hace siglos, la Gran Mancha Roja ha venido siendo el rasgo más conocido del planeta Júpiter. Sin embargo, hay otras manchas igualmente grandes en los polos norte y sur del planeta. Estas manchas oscuras con forma de óvalo, que aparecen y desaparecen aparentemente al azar, solo son visibles en luz ultravioleta. Unos astrónomos las han documentado de manera extensiva por vez primera.
Estos misteriosos óvalos, cada uno de ellos tan grande como la Tierra, se hallan en capas de neblina estratosférica que cubren los polos del planeta.
Los óvalos oscuros, cuando son visibles, casi siempre están situados justo debajo de las zonas de cada polo en las cuales se producen auroras, bastante brillantes. Estas son similares a las auroras boreales y australes de la Tierra.
Esas manchas en forma de óvalos absorben más luz ultravioleta que el área circundante, lo que hace que aparezcan oscuras en las imágenes tomadas en esta banda por telescopios como el telescopio espacial Hubble de las agencias espaciales estadounidense y europea (NASA y ESA).
En las fotografías anuales del planeta tomadas por el Hubble entre 2015 y 2022, un óvalo oscuro en luz ultravioleta aparece el 75% de las veces en el polo sur, mientras que los óvalos oscuros solo aparecen en una de las ocho imágenes captadas del polo norte.
Los óvalos oscuros denotan procesos inusuales que tienen lugar en el fuerte campo magnético de Júpiter y que se propagan hacia los polos y las profundidades de la atmósfera, mucho más profundamente que los procesos magnéticos que producen las auroras en la Tierra.
El fenómeno ha sido documentado y analizado en un nuevo estudio a cargo de un equipo integrado, entre otros, por Troy K. Tsubota y Michael Wong, ambos de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, así como Tom Stallard, de la Universidad de Northumbria en el Reino Unido.
Los autores del estudio creen que es probable que el óvalo oscuro sea agitado desde arriba por un vórtice creado cuando las líneas del campo magnético del planeta experimentan fricción en dos lugares muy distantes: en la ionosfera, donde Stallard y otros astrónomos detectaron previamente el movimiento giratorio utilizando telescopios terrestres, y en la fina capa de plasma caliente e ionizado alrededor del planeta liberada desde la luna volcánica Io.
El vórtice gira más rápido en la ionosfera, debilitándose progresivamente a medida que alcanza capas más profundas. Al igual que un tornado de la meteorología terrestre cuando toca tierra polvorienta, el extremo más profundo del vórtice agita la brumosa atmósfera y ello crea las densas manchas observadas. No está claro si el proceso arrastra más bruma desde abajo o genera más bruma.
Basándose en las observaciones, el equipo sospecha que los óvalos se forman en el transcurso de un mes y se disipan en un par de semanas.
La neblina en los óvalos oscuros es unas 50 veces más espesa que la concentración típica, lo que sugiere que probablemente se forma debido a la dinámica de remolinos y no a reacciones químicas desencadenadas por partículas de alta energía procedentes de la atmósfera superior.
Las observaciones realizadas por el equipo demostraron que el momento y la ubicación de estas partículas energéticas no guardan correlación con la aparición de los óvalos oscuros.
El estudio se titula “UV-dark polar ovals on Jupiter as tracers of magnetosphere–atmosphere connections”. Y se ha publicado en la revista académica Nature Astronomy. (Fuente: NCYT de Amazings)
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