Por: Dra: Blanca Margarita Cruz Badillo
En un contexto donde la cooperación internacional es crucial para enfrentar amenazas sanitarias, la salida de Estados Unidos y Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sumada a la posible desvinculación de Italia, plantea interrogantes sobre el futuro de la salud global. La OMS ha sido un pilar en la coordinación de respuestas ante pandemias, la erradicación de enfermedades y la promoción de políticas de salud basadas en evidencia. Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de que países clave den un paso atrás?
Los gobiernos que han decidido abandonar la OMS han justificado su decisión argumentando que la organización no responde a sus intereses nacionales, que carece de transparencia o que su financiamiento podría destinarse a otras prioridades internas. Sin embargo, esta postura ignora el papel fundamental que juega la OMS en la vigilancia epidemiológica, la investigación médica y la distribución de recursos para combatir enfermedades infecciosas y crónicas. Sin la participación de estos países, el trabajo de la organización podría verse gravemente debilitado.
Uno de los impactos más evidentes de estas salidas sería la reducción del financiamiento disponible para programas esenciales. Estados Unidos, por ejemplo, ha sido uno de los mayores contribuyentes de la OMS, y su salida podría afectar la lucha contra enfermedades como el VIH, la tuberculosis y la malaria en países de ingresos bajos y medianos. Asimismo, la falta de un liderazgo coordinado podría dificultar futuras respuestas a crisis sanitarias globales, como se vio con la COVID-19.
Además, este debilitamiento de la OMS podría dar lugar a un modelo de salud fragmentado, donde cada país priorice sus propios intereses en lugar de colaborar para un bien común. La pandemia demostró que las enfermedades no respetan fronteras, y que la cooperación internacional es indispensable para prevenir y mitigar crisis sanitarias.
Es fundamental que la comunidad internacional y los organismos de salud refuercen su compromiso con la OMS y busquen estrategias para mejorar su eficacia sin desmantelar su estructura. En un mundo donde las amenazas sanitarias son cada vez más complejas, apostar por el aislamiento podría ser un error costoso que afecte no solo a los países que abandonan la organización, sino a la salud global en su conjunto.
La pregunta que queda en el aire es: ¿estamos dispuestos a asumir los riesgos de debilitar una institución clave para la salud pública mundial, o trabajaremos para fortalecerla y hacerla más efectiva.
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